Desde el primer día que tuvimos constancia de la reapertura de la Santa María de Bogotá, su monumental plaza de toros, todos los aficionados festejamos desde el fondo de nuestra alma tan celebrada noticia, no era para menos puesto que, tras varios años cerrada por el capricho de un indeseable que nadie le llamó pero que sí ejecutó, la celebración y el gozo tienen que estar unidos de la mano.
El cartel anunciador de la magna feria bogotana
Pensar que, en Bogotá, de nuevo reina la cordura, como digo, es siempre motivo de algarabía. Lo que debería de ser lo más normal del mundo, por culpa de un indeseable, el aberrante Gustavo Petro que cerró la plaza, se ha convertido ahora en noticia mundial, de primera plana para todos los medios taurinos y, sin duda, de los que no lo son. Como dirían los gitanos, bien está, lo que bien acaba. Y lo de Bogotá ha terminado de pura gloria.
Ante los tiempos que corremos, las locuras que cometemos, las aberraciones que practicamos, todo ello en contra del mundo de los toros, que una plaza que se cerrara por una decisión criminal de un dictador al más puro estilo bolivariano, el hecho de que otras personas hayan logrado reabrirla para el espectáculo taurino, la dicha es patrimonio de toda la familia taurina que, como se sabe, por el mundo, somos millones de hermanos que todos practicamos esa bella “religión” que se llama arte.
La singular plaza Santa María de Bogotá
La Santa María de Bogotá es el icono de Colombia, yo diría que de toda Hispanoamérica puesto que, ante el hecho de su reapertura, nos cabe la certeza de que dicho coliseo se llenará por completo para volver a ser lo que siempre fue, la plaza referencial en la otra parte del mundo. De todos es sabido que Bogotá quería toros; han sido muchos los esfuerzos que se han hecho al respecto; desde chavales que hicieron la huelga de hambre para que se reabriera, hasta la visita de innumerables toreros del mundo los que allí se personaron como un motivo de fuerza para que los toros regresaran a La Santa María.
A Dios gracias, el esfuerzo de todos ha tenido la recompensa de ver a Bogotá con su feria taurina, la que han bautizado como la feria de la Libertad, nunca una definición fue tan acertada como la que ahora citamos. Sí, porque amigos, ha triunfado la libertad, la coherencia, la lógica para que los aficionados a los toros sean libres como el viento para poder decidir ir a los toros, lo que tanto les apasiona y que, como dije, un irresponsable, anárquico e indeseable como Gustavo Petro la cerró por decisión propia; es decir, por sus cojones.
La dictadura, como sabíamos, era patrimonio de Cuba, pero que en Colombia saliera otro dictadorcillo eso era muy preocupante. Las urnas destronaron al dictador y, como explico, Bogotá, sintiéndose libre ya han organizado la feria de la Libertad, la que celebramos todos con infinito gozo.