Por supuesto que todas las gentes de izquierdas no son desaprensivos ni deleznables porque, para mi suerte, en la izquierda he conocido gentes ejemplares; pero qué cosas, sí en la izquierda militan todos los antitaurinos y gentes despreciables por aquello de sus acciones abominables.
Podíamos empezar nombrando a los catalanes que tanto daño le hacen a la fiesta; qué digo daño, ya se la cargaron. Pero siguen con el odio en sus entrañas, caso de una tal Ada Colau, -fea de cojones- otro llamado Rufián que ya tiene bastante castigo con su apellido; el Tardá de los pelos alborotados y con todo el odio del mundo en sus entrañas, no digamos del maricón del PSOE que, junto a Pedro Sánchez se ha cargado al partido más emblemático de España. Y si seguimos con Pablo Iglesias y sus huestes, la cosa no pinta nada bien.
Pedro Romero el que, junto a Franco, ambos inventaron la fiesta de los toros
Como decía, resulta curioso que todas las gentes que odian la fiesta de los toros, vete tú a saber las razones, todos son de izquierdas; más bien, del populismo más radical, el mismo que llevó a España a la miseria más absoluta en el año 1934; es decir, estamos repitiendo la historia, ahí están las pruebas. Claro que, estamos hablando de imbéciles, gentes despreciables que, como se ha demostrado, fracasados en la vida, como único asidero se han aferrado a la política que, como es notorio, alberga a todos los indeseables del mundo.
La democracia sigue siendo tan generosa que permite que en política entre todo el mundo, hasta los rufianes. ¿Se imagina alguien a toda esa gentuza que nos representa en el Parlamento si tuvieran que ganarse la vida en El Corte Inglés o en Inditex, la casa de Amancio Ortega? Todos morirían, pero de hambre, no haría falta matar a nadie porque morirían de inhalación.
Pues toda esa gentuza antes nombrada, así como todos sus correligionarios, los problemas de España les importan una mierda; eso sí, su única obsesión es acabar con la fiesta de los toros la que, según toda esta pandilla de indeseables, la inventó Franco. Lo que yo o sabía es que Franco había nacido en 1714 y que, junto a Pedro Romero, empezaron la singladura taurina.
Habría que recordar a tantos estúpidos que, la democracia se inventó al unísono con los toros; es decir, cuando nadie había escuchado hablar de esa cuestión, en la fiesta de los toros ya existía la democracia puesto que, dentro de un ruedo, con un presidente en el palco, desde siempre, ha sido el pueblo soberano el que ha dictado sentencias sin que ningún presidente se resistiera. Fijémonos que, tras la labor de un diestro, la que fuere, es el pueblo el que se pronuncia, los aficionados que han acudido al recinto taurino y han aplaudido o repudiado al lidiar, dándole, en el instante, el premio merecido.
¿Hay algo más democrático que la fiesta de los toros? ¡Seguro que no! Pero, como digo, los indeseables por el mundo, todos ellos sumidos en el maldito populismo de izquierdas, todos están contra el más bello espectáculo del mundo. Qué pena que no siga en vigor la ley de vagos y maleantes, sencillamente porque todos esos que quieren abolir la fiesta de los toros porque a ellos no les gusta, lo seguirían haciendo, pero desde dentro de las cárceles que es donde deberían de estar.