Solía decirnos el gran pensador argentino al que conocimos como Facundo Cabal que, la raza humana es lo peor que existe debajo del universo y, el que no quiera pertenecer a dicha extirpe malvada solo tiene que demostrarlo. ¡Cuánta razón la del astro argentino!
Y tenemos que darle la razón a Cabral por la sencilla razón de todo lo que en estos días ha ocurrido al respecto de un niño llamado Adrián, enfermo de cáncer posiblemente incurable que, el chaval, como máxima ilusión quiere ser torero. Fijémonos que, Adrián, el chaval que ha conmocionado al mundo de las gentes sensatas, el pasado sábado fue objeto de un festival taurino en la plaza de toros de Valencia, todo para recaudar fondos con los que paliar su tremenda enfermedad y, de repente, se alza una voz deseándole la muerte al niño, sencillamente, porque ama la fiesta de los toros y, lo que es “peor”, de curarse, quiere ser parte activa de dicha fiesta, algo tan noble como hermoso.
Adrián, todo un héroe a hombros de los toreros que le rindieron homenaje
Ya ocurrió otro tanto de lo mismo anta la muerte de Víctor Barrio, el diestro que entregó su alma a Dios en la plaza de Teruel y, muchos hijos de puta deseaban mearse ante su cadáver. Si lo de Barrio me pareció cruel, aberrante, dramático, lo de Adrián no tiene nombre; eso de desearle la muerte a un niño porque ama la fiesta de los toros es lo peor que un ser humano pueda hacer.
Desgraciadamente, no tenemos leyes al respecto que puedan castigar estos hechos tan dramáticos; nadie, imagino, en su sano juicio podrá admitir el hecho criminal de esa persona que ha emitido ese veredicto contra un niño enfermo, no tenga el castigo oportuno, cuando menos, que le cortaran la lengua o quizás las manos para que no pudiera escribir. Alguien dirá que me sobrepasé en el castigo pero, ¿se le puede desear la muerte a un niño enfermo y que la sociedad nos quedemos impávidos ante tal aquelarre? Repito que, no existen leyes para castigar las aberraciones de tanto hijo de puta como tenemos sueltos, de ahí que caminen a sus anchas sabedores de que, sus acciones quedarán impunes.
Yo he conocido, a Dios gracias, una ley que había para castigar a los vagos y maleantes y, la democracia, vete tú a saber los motivos, la abolió. Una pena porque de existir ahora dicha ley, es cierto que hubieran tenido que construir quinientas cárceles más, pero no es menos verdad que todas las gentes de buena voluntad de este país al que antes se le conocía como España, todos viviríamos dichosos.
Así, públicamente, le desean la muerte al chico. ¡Juzguen ustedes!
Recordemos que, hace muy poco tiempo, hasta que apareció en el firmamento político el partido PODEMOS, nadie se atrevía con semejantes atrocidades pero, el partido aludido les dio alas a todos los malnacidos de este país para que actúen en consecuencia y, lo que es peor, sin castigo alguno. Ahí está el caso de Cataluña con sus gentecillas al frente que, prohibieron la fiesta de los toros y, de haber podido, hubieran quemado sus plazas de toros. ¿Cómo puede haber tanto odio dentro de ciertos seres humanos? Hace más de dos mil años que todos convivimos juntos y, las aberraciones de ahora no las habíamos conocido jamás. ¿Qué está pasando en nuestra sociedad? Mala cosa la que vivimos que, de no ponerle freno a semejantes barbaridades llegaremos al precipicio.
En su día jugaron con la muerte de un torero que, su único pecado era convivir con su familia amando a todo su entorno y, como modo de vida, quería jugarse lo más bello que tenía, su propia vida, con la ilusión de hacer felices a los demás, en este caso, a los aficionados a los toros. Ahora, como digo, el odio exacerbado de unas gentes criminales se ha cebado contra la vida, la salud de un niño que, imaginemos los pecados que el pobre ha cometido cuando, además de ser un niño, lleva toda su existencia batallando por su salud.
Ahora, como sabemos, los llamados progres le desean la muerte. Pero todo eso ocurre porque no hay leyes al respecto, leyes que castiguen a esos hijos de puta que se toman la justicia por su mano y, lo que es peor, la libertad para odiar y maldecir a tantos seres de buena voluntad que, sin meternos con nadie aspiramos a ser libres.
Ante tanto mal nacido, solo nos queda rendirle gratitud a los componentes del citado festival, hombres de buena fe, personas con decencia, artistas de un espectáculo irrepetible y, ante todo, humanistas convencidos a los que, un niño, sus ilusiones, les llegaron tan hondo como a nosotros para jugarse la vida frente a un toro, todo con la finalidad de recaudar fondos para el niño citado al que desde aquí le pedimos a Dios por su curación, como pedimos que erradique para siempre a todas esas gentuzas que todo lo que no sea lo que a ellos les gusta, todo tiene que ser destruido, hasta la vida de un niño inocente.
Fotos: Larazon.es