En el mundo del toro la inconformidad galopea pareja a campo abierto cuando se dicen cosas que deben decirse sin tapujos, lo que a muchos no les gusta y vaya que se las dan de ofendidos, son los protagonistas de mala película en la que los malos son los buenos que vociferan amenazas, vetos e improperios que los pueblerinos se quedan pendejos al solo escucharlos.
¡Vaina tan pelúa!, lo del toro en Venezuela.
Verdad que sí. Si criticas porque criticas, si no criticas porque no criticas, si dices lo malo te desguasan porque es bueno, si dices lo bueno te desguasan porque es malo, si no lo dices porque no lo dices y si lo dices porque lo dices, toda una inconfimidad, ¡vaina tan pelúa! en la Fiesta Brava Venezolana.
Entendible que en lo del toro venezolano hay críticas malsanas, destructivas, atropellantes, groseras, despectivas pero también las hay que sin ser puristas, ni ser más Papa que el propio Papa, tienen razón de ser, se justifican ante lo bueno, malo, feo, que se observa en un espectáculo taurino, sea festival, novillada, corrida de toros y más cuando las convierten en un circo que desdice de la esencia misma de la Fiesta Brava, se dan con su propio garrote y luego quieren lavarse las manos como Poncio Pilatos, así de sencillo, duela a quien le duela y al que le caiga el guante que se lo plante.
Mi difunta madre cuando escuchaba que los vecinos se molestaban por algún comentario surgido entre ellos decía vaina tan pelúa hijo las cosas hay que decirlas, buenas o malas, las entienden y corrijen o mueren como las moscas.
Pues nada, ni modo, por eso estamos como estamos, la inconformidad inaceptable continuará haciendo de palabras alimentando el meollo taurino venezolano, que ¡vaina tan pelúa! y olé.