Debió ser todo un acontecimiento la corrida del pasado miércoles en Salamanca. Del Álamo indultó el primer toro que se indulta en La Glorieta, uno de Domingo Hernández; el Juli debió de sentirse como ese señor que tras haber metido cientos de monedas en una tragaperras ve cómo llega otro y se lleva su premio; Morante tuvo que sufrir la interrupción de un conocido activista contra los derechos y las libertades de los ciudadanos y de los animales, un genocida taurino que saltó al ruedo, una vez más, sin que nadie lo detuviera antes. En fin, que hubo corrida para todos los públicos. Y quizás, lo más destacable no fuera la calidad del de Justo Hernández, ni la capacidad de Del Álamo, ni los caprichos de la fortuna para con el Juli, ni la ‘heroicidad’ del genocida sino el hecho de que ante un cartel como ese, en una tierra como Salamanca, en semana de feria, la plaza no se llenara ¿Salvarán las figuras a la fiesta de la quema? Todo parece indicar que van a tener que buscar nuevas fórmulas – que no se fundamentarán en la combinación de nombres en los carteles- para poder lograr convertirse en héroes de una batalla para la que no tienen estrategia.
Ese mismo día, por la mañana, saltaba una importante noticia en San Sebastián: el abogado del Estado había solicitado la suspensión cautelar de una consulta que ya tenía fecha de realización. El ayuntamiento donostiarra, en propuesta mayoritaria, planea un referéndum para preguntar a la ciudadanía si quieren que haya toros en San Sebastián. En realidad, lo que se está haciendo en Donosti es la típica farsa a la que nos tiene acostumbrados la clase política. Se pretende hacer la consulta a toda costa pero no se quiere encauzar por el lado de la sencillez, que al final es lo que mejor permite ver los resultados. Así, la pregunta que se realizará a los y las donostiarras viene a ser algo como si se está de acuerdo con que el ayuntamiento destine recursos a la celebración de las corridas de toros. O sea, que no se atreven a preguntar directamente sí se quiere que siga habiendo corridas de toros en la ciudad, una pregunta que comprendemos todos, que no tiene doble lectura y que una vez respondida, dejaría las cosas muy claras. No, ellos prefieren jugar al despiste, convertir la pregunta en un galimatías, interpretar después las respuestas como mejor les convenga ¿de dónde hemos sacados a todos estos demócratas de plástico? Sea como sea, los representantes de la ciudad ya le habían puesto fecha al evento y convocado a la población a contestar a una pregunta trampa el 19 de febrero. La actuación del abogado del Estado retrasará esta fecha pero las fuerzas del ayuntamiento ya lo tenían previsto, son proactivos en estos casos, e incluso estaban ya preparando un nuevo reglamento de consultas. No sabemos cuántas se realizarán después de ésta (aunque nos tememos que una vez modificado el reglamento, las consultas que se realicen ya no serán de corte taurino sino más bien territorial) pero sí esperamos que se planteen en un terreno más abonado al juego limpio, ese en el que debería basarse la práctica democrática en que algunos se cobijan y bajo la que esconden sus fobias y prejuicios.
La aplicación de las normas de la democracia encuentra barreras en todas partes. Basta observar la situación política nacional. Pero en el caso de la tauromaquia, o de las cuestiones relacionadas con los festejos taurinos, hace tiempo que la democracia ‘que todos nos dimos’, fue sustituida por la ‘dictadura’ que nos sacudimos. Un ejemplo es Tordesillas donde un pueblo entero critica una resolución que se toma con excesivo celo, sin mínimas garantías democráticas, con cierto partidismo hacia determinadas partes y favoreciendo a un grupo de gente violenta y visceral que hacen que todos los años las fiestas del pueblo se conviertan en un campo de batalla, con lo que eso significa en gasto público (eso sí, más barato cuantos menos bosques quemen). Y ahí tenemos a un pueblo entero, reivindicando el ejercicio de su cultura, buscando alternativas contra la prohibición, recurriendo la sentencia , luchado por la garantía de sus derechos. Ahora que ya les han despojado de los mismos, ahora que ya les han hecho sentirse desprotegidos por las instituciones que deberían defenderles, los habitantes de Tordesillas se ven corriendo un toro al que no matan ellos, pero al que sí matan otros tal y como indica la ley. En la polémica, la voz de algunos iluminados que hablaban de recoger al toro en un santuario para animales. No pudo ser. Según la ley, el toro debe morir. Sin embargo, ojo al dato porque ésta es la primera vez que la xenofobia taurina presenta una solución para el animal al que dicen defender.