Así lo reflejaba el parte médico que se emitió en el día de ayer al respecto de la indisposición del diestro López Simón en Bilbao, crisis de ansiedad. Antes, cuando un torero estaba agotado se le llamaba “atoramiento” y, era muy cierto. Pero es muy lógico que esas cosas ocurran, sencillamente porque los toreros, caso de los que actúan todos los días, someten a sus cuerpos a un estado de presión que, por poco, todavía me pregunto cómo no estallan; y, como vemos, López Simón estalló en Bilbao.
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Es muy legítimo que cada torero actúe donde se le contrate que, para eso viven; pero ni ellos mismos son conscientes del atoramiento del que antes hablaba que, como se demuestra, hasta llegan a la famosa crisis de ansiedad que, en realidad, no es otra cosa que un cansancio brutal en el que, la mente y el cuerpo se distancian entre sí logrando que el torero quede sin fuerzas y, lo que es peor, sin ideas ni ilusiones.
Es el toreo, justamente, la profesión más difícil del mundo y, para colmo, muchos toreros, la ejercen todos los días, con el cansancio que supone aquello de los viajes de un sitio para otro; ni duermen, ni viven, ni piensan y, muchas veces, ni torean. López Simón, al margen de la crisis de ansiedad sufrida, ha caído en una vulgar rutina que, ni él mismo sabe ya cómo corta las orejas; todo es vulgaridad concentrada en un solo ser.
Sin duda que, los toreros no lo confesarán jamás, pero el hastío se les adueña por completo porque, ¿en qué profesión un artista sería capaz de ofrecer su arte todos los días de una temporada? ¡En ninguna! ¿Se imagina alguien que Julio Iglesias, por citar un cantante de éxito, tuviera que actuar todos los días? Y los cantantes no se juegan vida, pero no lo harían jamás.
Es más, debería de estar reglamentado, por la salud de los toreros, aquello de torear, cuando menos, en un espacio de tres días para que el cuerpo recuperara fuerzas y, lo que es mejor, la propia mente. Eso de torear robóticamente me parece de una crueldad sin límites, lo que nos viene a certificar que Diego Urdiales es un gran torero, un artista en la consumación de su arte, pero sin el agobio de tener que triunfar todos los días porque, entre otras cosas, es un imposible.
Es sangrante, humanamente dicho, que haya toreros que toreen todos los días con el consiguiente riesgo para su persona, no ya en calidad de toreros, más bien como seres humanos puesto que, la presión a la que someten a sus cuerpos es algo inenarrable. Y digo que es penoso que mientras unos se atoran, otros estén sentados en sus casas sin apenas ver un pitón; habría sitio para todos de existir una regulación artística, pero como quiera que el mundo de los toros es la casa de tócame Roque, así les va a casi todos.
Pongámonos la mano en el pecho y, por ejemplo, se imaginan ustedes a Morante toreando todos los días del mes de agosto; ni de broma. Fijémonos que torea de forma espaciada y todavía se lleva broncas de clamor, cosa lógica por otra parte. Eso sí, seguro estoy que Morante no tiene crisis de ansiedad.