Por segundo año consecutivo cuatro corridas de toros, una de ellas mixta, han conformado el cartel de la Semana Grande donostiarra. El número de festejos baja considerablemente sobre lo que era habitual antes de la infamia a la que fue sometida la afición gipuzkoana por los gobernantes de Bildu. La feria queda ahora con esas cuatro corridas de toros y la medida parece adecuada. Quizás los excesos de los tiempos pre crisis hicieron que las ferias se sobredimensionaran tanto como el ladrillo, o como los nuevos ricos que compraban ganaderías. En esta edición, la fórmula de exigir a la afición comprar el abono entero de la feria para ver a Tomás ha funcionado y lejos de lo que muchos pensábamos, la gente ha acudido a los festejos cubriendo casi el total del aforo. Hacía tiempo que no se veía la plaza de toros de San Sebastián de esta manera.
En lo artístico, Julián López fue el primero en abrir la puerta grande. Luego lo hizo López Simón. Sin exprimir la sandía se han quedado toreros como Castella, Talavante, Manzanares, Tomás… en fin, casi todos los que han desfilado. Muchos de los toreros mencionados han cortado algún apéndice en la feria, lo que no han hecho es desorejar por completo a esos toritos amigos que han seleccionado para la ocasión. Con el ganado presentado, en cuestión de tamaño, trapío, nobleza y bondad y movimiento, no es comprensible que no hayan proliferado más los trofeos. Este toro moderno es el que exigen las figuras, el toro con el que quieren hacer las faenas maravillosas con las que deslumbrar a la afición. El toro con el que se logrará ese toreo tan bello, tan estético, tan poco emocionante y, visto lo visto, poco efectivo. Todos exactamente iguales: muy faltos de fuerza (incapaces para tomar la segunda vara reglamentaria), muy escurridos de carnes, muy nobles, muy buenos, con nula transmisión. A estos toros, si se les torea en línea, se les pueden sacar innumerables series de muletazos, infinitas tal vez.. No se les puede obligar, ni vaciar por abajo, porque entonces caen. A media altura y tirando líneas, son un potosí de embestidas, todas sosas, eso sí. En un arrebato de locura los toreros tiran las ayudas al suelo y torean al natural sin llevarlas en la otra mano, pero tampoco así logran oles sentidos.
Queda la sensación de que tras esta feria, se ha consolidado ya del todo la tauromaquia moderna que insiste en bajar el listón de la emoción del toro, sustituyéndola por la emoción de la estética y como con ésta no logran emocionar, que eso es cosa de unos cuantos privilegiados, buscan nuevas formas de ofrecer las telas, nuevas formas de alcanzar el canon de belleza establecido. El público ha respondido y la plaza ha estado llena durante casi toda la feria.
Una sorpresa sobre ferias anteriores es que no se han presentado los genocidas animales, no en la forma que lo hacían habitualmente. En esta edición encontramos una tarde a un grupo de chicos y chicas sentados en el suelo, de forma pacífica, tocando la guitarra uno y leyendo ostensiblemente los otros. Había un pequeño cartel junto a ellos: ‘Contra la tortura, la lectura’. Teniendo en cuenta que no hubo gritos, no hubo insultos, la protesta no parece tal y la verdad es que se hace hasta aceptable. No les gustan los toros y nos proponen a los aficionados que leamos para ver si así nos redimimos de nuestras maldades. Es verdad, lo sé: la ignorancia es atrevida. Acusar al aficionado de falta de lectura, lo que se relaciona rápidamente con falta de cultura, es un auténtico disparate. El toreo es, primero una fiesta practicada, luego una fiesta escrita, después una fiesta leída y toda ella en su conjunto es lenguaje. De eso no nos cabe duda. Invitar a leer a un aficionado a los toros es como invitar a bucear a un submarinista. Pero hay una invitación y eso no es malo. A mí me dieron ganas de juntarme, sentarme a su lado y preguntar qué lees. Quizás por ahí, hablando de literatura pudiéramos llegar a un acuerdo, a un lugar común, a un punto de encuentro. Llevaban otro cartel al día siguiente, que ya no leían tanto sino que solamente estaban allí sentados, a la vera de la puerta del tres: Los toros en el campo, las corridas en la cama. Yo, también de acuerdo pero: ¿El toro en el campo eliminando las corridas de toros? No, eso es más absurdo que acusar a la afición taurina de no leer.
