El gesto que protagonizara Fernando Sánchez en Pamplona es digno de alabanza, de loas al más alto nivel, algo que nadie le agradecerá, pero sí debe sospechar él que todavía quedamos aficionados que nos emocionamos con su labor, toda ella plena de torería, de gusto, de ese empaque natural que tiene el subalterno cuando se dirige a la cara del toro y, sin duda, cuando se marcha, sin olvidarnos del “intermedio” que, como sabemos, es cuando se juega la vida de verdad.
Lo hizo en Pamplona frente a los Miura, lo que pudimos ver todos pero que, como digo, tratándose de un hombre de plata, todo queda en el olvido. Para nosotros, Fernando Sánchez sigue siendo un torero importantísimo. Si los matadores, en la tarde miureña, se jugaron la vida, qué decir de Fernando que, como pudimos ver, se asomó al “balcón” como muy pocos harían; asumió el tremendo riesgo de jugarse la vida de verdad, sin trampa ni cartón; cuanto le veíamos metido entre los pitotes, guadañas tremendas de los Miura, es escalofrío que pudimos sentir resultó espeluznante.
La imagen de Fernando Sánchez lo dice todo, por tanto, sobran las palabras
Hubo un par de banderillas, de forma concreta que, de ponerlo en Madrid, sin duda, sale por la puerta grande. Y sé lo que digo; pero mejor lo sabe Fernando Sánchez que, en su momento, por un tercio tan bello como el de Pamplona, una tarde de mayo en Las Ventas pudo dar la vuelta el ruedo mientras su matador sujetaba al toro.
Son leyendas de antaño protagonizadas por hombres de hogaño. La grandeza de este torero, porque no me duelen prendas en calificarlo como torero, no es otra que satisfacer a los aficionados, jugarse la vida allí donde actúa y entregarse por completo a los aficionados que le admiramos.
Estamos enjuiciando, sin duda alguna, a uno de los grandes rehileteros de la actualidad; el Martín Recio o Manolo Montoliu de los años ochenta. Pero, desdichadamente, han pasado los años y mientras a aquellos grandes toreros eran reconocidos por los propios matadores, en la actualidad, ninguna figura del torero querría tener ente sus filas a Fernando Sánchez, la prueba no es otra que actúa con Javier Castaño y, encima, gracias. Alabanzas para Javier Castaño que, por encima de todo, es aficionado y, como se sabe, disfruta como todos con la labor de su banderillero admirable.
Hasta el más tonto del lugar me daría la razón ante la valía de Fernando Sánchez como auténtico profesional pero, siendo así, ¿dónde están las figuras del toreo para respaldar una verdad tan grande como la citada? Mierda para todos ellos que repudian tener entre sus filas a un torero auténtico que, como saben, cada tarde se llevaría su momento de gloria muy a pesar de todos ellos. ¿Solución? Que le contrate su padre, piensan todos.
Los que ya peinamos canas recordamos, entre otras hazañas épicas relacionados con los banderilleros cuando, allá por los años ochenta, debió a ser a principios de dicha década, el maestro Andrés Vázquez contrató en su cuadrilla al mejor banderillero que había en aquellos años, el lusitano Mario Coello y, juntos, enardecían a los públicos con las banderillas, algo que el maestro no había hecho jamás, pero que al contratar a Coello se cubrió de gloria.
Ahora, ya vemos, hombres como Fernando Sánchez, David Adalid y otros toreros de su misma estirpe, tienen que quedarse en su casa regando los geranios. Así está el mundo de los toros; si por abajo hay las miserias aludidas, cuando analicemos por arriba, nos caeremos de espaldas.
Foto de Muriel Feiner