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Pla Ventura  
  España [ 20/06/2016 ]  
LA SUERTE DEL CAMPEÓN

La suerte es fundamental en el mundo de los toros y, dicha virtud, siempre la tiene el campeón. Sin embargo, existen muchos momentos en la vida en que, la suerte debería de aliarse con ciertas personas y, por fas o por nefas, se torna esquiva.

Era el caso en el día de ayer en que, El Inclusero, el maestro, festejaba sus cincuenta años de alternativa toreando en la plaza de toros de la ciudad que le vio nacer, Albacete; participaba el maestro en el festival benéfico del Cotolengo que, como todo el mundo debe saber, todos actuaron de forma desinteresada, incluso hasta se compraron los diestros lo toros para que todo fuera altruista en el mejor sentido de la palabra.


Allí estaba el maestro, atento a la lidia de sus compañeros

Allí acudimos muchos aficionados con la esperanza de reverdecer viejos laureles o, en el peor de los casos, quedarnos con algún que otro retazo de la torería infinita que siempre adornó la carrera de Gregorio Tébar El Inclusero.

Para nuestra desdicha, apenas unas gotitas de su arte puesto que el infame toro de Alcurrucén era un cabrón de mucho cuidado; parecía tonto el utrero, pero tenía peores ideas que los de Podemos, el que propició una factura carísima, la que tuvo que pagar El Inclusero puesto que, su voluntad, su arrojo, sus ganas, su andar en torero por la plaza durante toda la tarde, apenas nada sirvió para que el diestro lograra el éxito; un triunfo que todos los deseábamos, el que soñábamos al unísono de su persona.


Así de bello intentó torear El Inclusero a un toro malvado

El toro, reservón, distraído, bronco, sin humillar, dando hachazos por doquier, quiso poner a prueba la fortaleza de El Inclusero que, para nada se le vio hundido; todo lo contrario. Gregorio Tébar, como había anunciado, estaba fuerte, lúcido, ilusionado; incluso con una tenacidad fuera de lo habitual. Todo resultó baladí y frente aquel toro murieron las ilusiones del maestro y, sin duda, las nuestras que, como antes decíamos, todos soñábamos con dos verónicas y cuatro muletazos de ensueño. Para colmo, el maestro lo mató a la última y allí se esfumaron todas nuestras ilusiones.

La suerte no es para el que la busca, más bien para el que la encuentra y, El Inclusero no la encontró, por mucho que la buscara en tantísimas horas de entrenamiento y preparación previa para dicho festejo. Era cuestión de poner un broche de oro a una carrera llena de altibajos, sinsabores, puñaladas, olvidos, desprecios….Pedía poco el maestro Tébar, pero por lo visto, para el destino, era el TODO en lo que se refería a su petición. No pudo ser y, los que le conocemos de toda la vida, los que le hemos visto tardes inenarrables, nos quedaremos con aquellos recuerdos que, tantas veces nos llenaron el alma.


La verónica en las manos y sentidos de El Inclusero

Tras lo visto en Albacete, ¿qué nos queda? La satisfacción de comprobar que El Inclusero, como sus compañeros de cartel, mostraron una altura de miras en calidad humana fuera de lo normal, algo que dice mucho de todos los actuantes. Triunfaron los muchachos; cada cual en sus formas y estilos dieron lo mejor que tenía; todos cortaron orejas, pero el triunfo más sólido vino de las manos y sentidos de Rubén Pinar.

¿Qué faltó? Sin duda, sensibilidad humana y artística entre los actuantes puesto que, ninguno se percató de que alguien debería de haberle brindado un toro a El Inclusero, sencillamente por conmemorar cincuenta años de alternativa, algo que todos los actuantes nadie podrá presumir; ni los de ayer en Albacete y, por supuesto, el escalafón entero.

Gregorio Tébar El Inclusero lo intentó. No pudo ser, pero nadie le arrebatará al maestro lo que han sido sus ilusiones, sus sueños y quimeras en tantos meses como ha estado preparándose para poder celebrar este festejo que, como decíamos, conmemoraba sus cincuenta años de alternativa o, como diría Borges, sus primeros cinco decenios en el escalafón superior de los matadores de toros.


Un esbozo del toreo al natural de El Inclusero

Pese a todo, que un hombre con sus setenta años de edad se enfrente a un toro con torería, con andares de torero caro, con las ilusiones de un chaval que quiere ser torero, con ello El Inclusero ya nos pagó con creces. No le acompañó el toro, pero démosle gracias al destino porque su enemigo tenía más ansias de cogerle que Pablo Iglesias de llegar al poder.

Allí acabó todo, en Albacete; pero a su vez, allí comenzó lo que a partir de ahora será la leyenda de un hombre que lo intentó todo con la ilusión de ser torero; cincuenta años lo certifican.

 
   
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