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Antolín Castro  
  España [ 23/01/2005 ]  
LOS FUMADORES TIENEN DERECHOS ...

Los fumadores tienen derechos ... Los fumadores tienen derechos y ... obligaciones. A mí no me cabe la menor duda. Lo cierto es que se les quiere cuestionar todos los derechos; y tampoco es eso. Si quieren fumar, que fumen. Si con ello cercenan sus posibilidades de vida o de la calidad de la misma es cuestión discutible, pues lo mismo, y es esa la razón, prefieren una calidad a la otra y donde esté un buen pitillo tras una buena comida o un buen polvo, que se quite una expectativa de vida mayor, que lo mismo después un accidente se encarga de romper tanta expectativa.

Así que vamos a dejar en paz a los fumadores y que con su vida y su cuerpo hagan lo que quieran. Altadis, la antigua tabacalera, se lo agradecerá y el fisco también. Y como hacienda somos todos, una buena parte de esos impuestos nos son útiles a los demás. No hay nada como una O.N.G. tan generosa para con los demás. Nos referimos a la parte fiscal, nada más.

Pero de otro modo, también tienen obligaciones, deberes. Es ahí donde se rompe la frágil cuerda que separa los derechos de unos y de otros: los que fuman y los que no. Un enfrentamiento que debería ser innecesario si cada cual supiera asumir la responsabilidad de sus actos. Concedido el derecho a fumar, es legítimo que los fumadores concedan igual derecho al no fumador. Si así lo hicieran, no sería necesaria prohibición ni limitación alguna.

Y no solo por la parte nociva del humo que ha de respirar todo aquel que ocupe un espacio, ya sea cerrado o abierto, sino por el conjunto de hábitos que tiene el fumador y que nadie, -ni siquiera institucionalmente- le reclama. Son tantos y tan usuales que nadie se encarga de recordarlos, pero los vamos a enumerar.

- Qué se hace con una cerilla utilizada para encender un cigarrillo. Si no hay un cenicero cercano, -solo en sitios cerrados- todos los fumadores la tiran al suelo.
- Qué se hace con las consiguientes cenizas que desprende el cigarrillo o el puro. Como en el caso anterior, si no se está cercano a un cenicero, se tirará al suelo. Esto se hace ya sea en posición de pie en la calle, a través de la ventanilla de un vehículo o desde una terraza o ventana. En nada preocupa quién o qué haya debajo.
- Terminado el cigarrillo, en su mayoría emboquillados, qué se hace con la colilla. ¿Alguno la deposita en su bolsillo? ¿Camina con ella en la mano hasta encontrar un cenicero? ¿O literalmente la tira al suelo, ya sea acera, calzada, arcén o campo?. Ya hay suerte (?) si un porcentaje pequeño, se apresta a pisotearla apagándola o intentándolo al menos.

Estos comportamientos, sistemáticos y automatizados de los fumadores, parecen no preocupar a nadie. Todos ellos son incívicos y reflejan el poco respeto que se tiene por los demás. A nadie importa que la calle sea un auténtico cenicero gigante, sin límites, que parece puesto allí y así para el uso indiscriminado de solo una parte de la población: los fumadores.

Alguien podrá argumentar que también otros tiran papeles y otros objetos en la vía pública, pero tiene una sencilla respuesta: lo hacen muchos pero no todos. En el caso de la ceniza y de las colillas es la totalidad de los fumadores los que hacen dejación de una obligación ciudadana, cual es el no ensuciar la ciudad, que luce frecuentemente esa mezcla de asfalto y filtro marrón tan característico que la hace paisaje cotidiano. Millones de colillas pueblan nuestras calles y plazas haciéndolas más atractivas a nuestras miradas. Sin olvidar el riesgo que siempre supone que la gran mayoría de las colillas estén sin apagar.

Si a los humos, se une este empeño peligroso y ensuciador por parte de los  fumadores, no es de extrañar que un día sean perseguidos por ello. La sociedad en su conjunto no tiene que soportar tanta suciedad, más allá de la contaminación del aire, que supone su falta de limpieza e higiene ciudadana. Un desprecio hacia los demás del que todavía nadie se ha ocupado.

Con la cantidad de inventos que se prodigan en el mundo y que todavía nadie se haya preocupado de unos ceniceros portátiles, -que podrían ocupar menos que el móvil- y que fueran de obligado cumplimiento. Creo que los no fumadores se merecen ese gesto por parte de los ensuciadores. Para reconocer cuanto queda escrito por parte de usted que es fumador, no hace falta ir al notario, pues es notorio y lo sabe; lo que esperamos en su inmediata corrección. Una vez dicho cuanto antecede, siga fumando si es su gusto. Es su derecho, pero recuerde las obligaciones ciudadanas que conlleva. No se sienta perseguido, pero ¡por favor! no persiga a los demás con su capacidad de ensuciar.

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