Ahora vienen con las interpretaciones y las segundas lecturas. Han metido al pobre Goya, que ni siente ni padece, en el ajo y lo han convertido en antitaurino, así sin más, porque les sale de los cojones. Porque quizás sin montar estas farsas absurdas determinados movimientos no lleguen a calar en la ciudadanía. Quizás porque si quitas a dos o tres nombres, no más, de entre los que montan el tinglado la cosa se queda en un grupo de desconocidos con pocas posibilidades de éxito. El genocidio animal necesita pasar a revisar la historia y se atreve a hacer lista de conversos; y esta le ha tocado a Goya. Ya la habían emprendido con él tiempo atrás, cuando eliminaron su tauromaquia de una exposición, cuando algún gilipollas, de esos de pensamiento correcto, exacto y estricto, se pasó al otrora deleznable bando de la censura. La de veces que os habréis ciscado en el censor y lo poco que os cuesta convertiros en él. Basta sólo encontrarse sin argumentos, obsesionarse con las ideas, pensar que la calidad de vuestro pensamiento supera a la del resto de los mortales.
Leo los artículos y las noticias que se refieren al Goya antitaurino y no termino de entender la lógica que usan estos fenómenos del exterminio tauro para defender la nueva posición del pintor sobre la tauromaquia. Hablan de una serie de cuatro grabados realizados por Goya en Burdeos que, al parecer, incitan a pensar en una segunda lectura que, mira tú por dónde, le convertiría en antitaurino. Desde esta fórmula no hay pieza que se te resista. Aplicando este concepto de las segundas lecturas cada personaje de la historia puede mutar en lo que nosotros queramos que sea. Claro que bien podríamos preguntarnos ¿y para qué queremos que mute? ¿Nos libra eso de algo, nos coloca en otra posición? La disyuntiva es muy graciosa porque anda que no hemos tenido que soportar durante años comentarios sobre la poca importancia que tenía para defender el toreo que Lorca, Picasso, Hemingway o Welles fueran aficionados taurinos. Ahora sí que tiene importancia, por ejemplo, que Goya pudiera no haberlo sido; tanta como para realizar una exposición y apropiarse de su figura. Cuánta bajeza y cinismo patrio. De detectar ese tipo de cosas sí que sabía el de Fuendetodos.
Hay, entre los argumentos que se usan para defender la nueva imagen de Goya, uno que hace pensar en si esta gente de la exposición no son sino unos aventurados en manos de una obsesión. Defienden que Goya era antitaurino porque esos cuatro grabados no tuvieron éxito comercial. Yo no veo la relación entre las variables pero debe ser importante teniendo en cuenta la cantidad de veces que se menciona el asunto. El motivo de que los grabados no se vendieran, dice el comisario de la exposición, fue que la gente estaba acostumbrada a motivos taurinos más dulces. Este tío, o no ha visto el resto de grabados de la tauromaquia de Goya o es un farsante de libro ¿Dulce la tauromaquia de Goya? Imposible por una razón fundamental, la práctica del toreo en el tiempo del pintor podría ser cualquier cosa menos dulce. La tauromaquia, señor comisario, ha evolucionado en sus formas y tratos y uno de los ejemplos más ilustrativos es la propia tauromaquia de Goya. Aún así, tampoco parece que pueda haber una relación entre lo tenebroso de esos grabados y la consideración de Goya antitaurino. Pero bueno, nada que no pueda solucionarse con una segunda lectura, que podríamos llamar ad hoc y sin hipótesis; esta gente ya ha sacado conclusiones, nada de análisis, estudios, debates, reflexiones, no son necesarias, la fórmula es mucho más sencilla: los grabados son más tenebrosos que los anteriores, los grabados no se vendieron, Goya era antitaurino. Y de haber vivido en la actualidad hubiera votado a un partido de izquierdas, a que sí.
Uno no es un gran entendido en la obra de Goya pero le ha prestado algo de atención. Goya, pintor crítico de la España, marchó a Burdeos en una especie de exilio, dolorido, desanimado. Goya veía España en los toros, igual que luego lo viera Ortega (al que pronto meteremos también en este saco amañado del antitaurinismo). El hecho de pintar más tétrico no es cuestión antitaurina sino de una perspectiva de crítica nacional en un momento especialmente duro para el artista.
Finalmente, sorprende hasta donde llega la ignorancia y su consecuente atrevimiento. Es el cantaor Niño de Elche el que se anima a pedir perdón a los toros por la tauromaquia. El comisario añade que los rumiantes podrían pasar la vida en el campo tranquilamente en lugar de ser condenados a morir en una plaza de toros. Pero ni el comisario ni sus compañeros de sanedrín ofrecen una alternativa para la vida del toro. En realidad, ellos odian al toro por lo que representa. Prefieren verlo muerto que vivo. Yo pido perdón al mundo por tanto cínico, por tanto salvaje genocida, por tanto lobo con piel de cordero, por tanto farsante manipulador voluntariamente desinformado.
