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Lázaro Echegaray |
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España |
[
20/01/2005 ] |
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Hace mucho tiempo, Claude Popelin, abogado francés, escritor taurino y aficionado práctico, coincidía en la casa de un ganadero, en El Escorial, con Ernest Hemingway. Durante la conversación, el americano advierte al francés: “No vaya usted a creer, señor Popelín, que yo no sé más técnica que la que he puesto en Muerte en la tarde. Es que no he querido asustar al lector”. A cualquiera que haya leído Fiesta, de Hemingway, no se le escapa que al escritor le preocupaba el efecto que la corrida pudiera causar en el espectador neófito y extranjero. Recuerden sino cómo compraba las entradas de manera que sus invitados, sobre todo las señoras, no se colocaran cerca del ruedo por la impresión que pudiera producirles la muerte de los caballos, entonces sin petos, barbarie ya vencida.Un día llego a Sevilla pasada la feria. Decido pasar la tarde viendo una de las novilladas que se dan los fines de semana. Me siento en el tendido entre muchos extranjeros y antes de empezar la corrida una chica americana toca mi hombro. Se sienta con un grupo de amigos a los que parece que quiere enseñar algo. Señala las rayas de los tercios, que en Sevilla no son blancas sino rojas y me pregunta: “It´s blood?” (¿Es sangre?). Le miro extrañado y perplejo y le contesto como puedo “No, it´s paint” (Es pintura). No parece que quiera creerme e insiste “Are you sure?” (Estás seguro). “Yes, i´m sure”. Comenta algo con los suyos y vuelve al ataque: “Are you from Sevilla?”. La respuesta será definitiva para que la americana me crea o no y para que sus amigos me crean a mí o a ella. Pierdo muchos puntos cuando le digo que soy de San Sebastián ¿Quién coño le habrá hablado de toros a esta tía? fue la pregunta que me hice durante toda la tarde. Estas pasadas navidades, esperábamos al nuevo año en una cabaña en el lago Lanier, en Georgia, fumando grandes puros y bebiendo güisqui de Tennessee. De pronto, en un pequeño televisor que allí había, aparece un escena casi esperpéntica: Carmen en dibujos animados. Un toreador, vestido de forma grotesca, montaba un toro que parecía búfalo por campos sembrados de cactus mejicanos y lanzaba a los cuatro vientos sus cantos de amor. No doy crédito a lo que veo pero decido callar suponiendo que a nadie allí interesará el asunto. Sin embargo alguien hace un comentario sobre la fiesta y cuando queremos darnos cuenta ya el tema está servido. Uno de los allí presentes, pescador empedernido, me confiesa su amor por los toros, lo que despierta mi curiosidad. Pero el pescador nunca ha estado en una corrida de toros, ni en España ni en Sudamérica y aún así es lo que más le gusta después de la pesca. “¿De dónde viene tu afición?”, le pregunto en mi inglés primario. Ha leído a Hemingway y con eso le basta, la tauromaquia es, pese a quien pese, su segunda afición. Otro de los contertulios, éste cazador, no parece estar muy a favor de la fiesta e incluso abuchea a su amigo cuando la defiende. De pronto se calla, medita y pregunta: “¿Qué hacéis con los toros después de matarlos?” “Comerlos”, contesto. “Ah, bueno”. Y ya no parece tan en contra de la tauromaquia. Recordé entonces a Hemingway y a la chica americana ¿Qué hubiera pasado si le digo al cazador que guardamos la sangre para pintar las rayas del día siguiente? Les cuento todo esto como mera anécdota, como síntesis del entendimiento que de la corrida tienen los extranjeros y la importancia que tiene quién se la haya contado. Por eso me extrañó la pregunta de aquella joven americana en Sevilla, porque de una manera o de otra no iba descaminada. A fin de cuentas la lidia es la fiesta de la muerte y de la sangre y no sería raro que esta última fuera utilizada para adornar el ritual. Y sin embargo somos más civilizados que todo eso. Quizás sea ese triunfo del civismo sobre la barbarie lo que haga que la lidia despierte pasiones en cualquier lado y lo que lleva a que muchos de los turistas que vienen a España no quieran irse sin ver la fiesta de los toros. Un día, un viejo amigo me dijo: ¿Te imaginas que los toros los hubieran inventado los yankis? ¡¡Estaríamos todo el día viendo y hablando de toros!! Seguramente pero, ¿habrían sabido vencer la barbarie? |
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