Me ha gustado, por lo irónico, un titular que consigo leer en un portal taurino mientras intento evitar que la publicidad que salta oculte el contenido. Dice así: ‘El toro que sueñan todas las vacas’ y obviamente se refiere a Cobradiezmos que ya entra a formar parte de ese grupo de grandes toros que suelen salir en la vacada de Victorino Martín. Digo que el titular es un tanto irónico porque no sabemos verdaderamente si lo soñarán o no las vacas, pero presumimos que deberían soñarlo los toreros. Y sin embargo, qué poquitos se arriman a este hierro. Ha pasado en Sevilla lo que en tantas ferias pasa cuando se programa el torillo y el toro toro que rechazan las figuras escudándose en excusas que los descubren rápidamente. El problema de las figuras es el mismo que el que tienen los políticos cuando les pillan en falta, intentar alegar cuestiones que mañana mismo se verá que son mentira. En el caso de los toreros porque llegará otro, con menos fama, pero con más arrestos, más ganas, más afición, y dejará a las claras que cuanto comentó el figura no era sino mera filfa. En fin, que este tipo de toros sí caben en las telas, si se desplazan y sí ofrecen triunfos. Eso sí, para que uno de éstos pueda hacer una faena, de esas, de las que dicen que les permite enseñar ‘lo que llevan dentro’, ‘soñar el toreo’, necesitan ponerse ante un inválido que se caiga aquí y allá, que acuse falta de fuerza, que obedezca como un perrete fiel; ese tipo de toro con el que lo fundamental está en encontrar la forma de sostenerlo. Ah, eso sí, una vez sostenido, qué estética oíga, qué figura más bien compuesta, que fotos de cartel de toros, como para exponerlo en la Tate Gallery, o en el MOMA, tal es el arte moderno que sale de esas muñecas privilegiadas. De ahí a anunciar complementos de moda en las marquesinas no más que un paso.
En fin, lo de Cobradiezmos en Sevilla es el ejemplo que nos avala a los aficionados al toro. Todo lo demás, es mentira. Y uno no se explica cómo no acuden a esas corridas las figuras, con todas sus capacidades, con toda su técnica, con ese comentario que les va marcando como unos de los mejores toreros de todos los tiempos, con todo su orgullo, a pedir corridas como ésta, por el amor de Dios, Eduardo, ponme con la de Victorino y déjate de Danielesruiz, Nuñezdelcubillo y demás toro de saldo, búscame sino un huequito en la de Miura, por favor, que mira que nos hemos arreglado después de todos los follones del pasado. Y eso debe ser lo que pasa. Que no es que los rechacen, porque para poder rechazar algo te lo tienen primero que ofrecer y a estos figurones no se les ofrecen esas corridas. Qué grandes gestas se está perdiendo la historia de la tauromaquia. Ah, no, que las gestas las están haciendo otros, los humildes. Debe ser cuestión de solidaridad. Eduardo, no me pongas a mí en la de Victorino, que los sueño yo y los sueñan las vacas, pero que estoy harto de gestos y triunfos y no los necesito, busca a alguno de los de abajo que tienen que subir en el escalafón, que hay que regenerar, es cuestión de solidaridad taurina. Cuántas broncas se debieron escuchar anteayer por la noche en las habitaciones de los hoteles, en los viajes de toreros y apoderados, en las butacas de mimbre de las terrazas de las fincas, cómo no estaba yo en ese cartel, hombre -les dicen los figuras toreros a sus representantes-, cómo me has colocado a mí con esa corridilla de… Alguno habrá que no entrará en este tipo de broncas, tiene otras excusas: yo no los toreo porque el ganadero no me deja, ya me lo dijo en Bilbao, aquel año, que había mucha gente mía alrededor de sus toros; es una faena, pero que se le va a hacer, ahora que si me dejara… Y mientras tanto, ahí siguen todos, matando el toro bobo, hinchándose ellos mismos de satisfacción, sacando pecho en los espejos, haciendo, cada día, la fiesta un poquito peor.
Nos queda, gracias a Dios, la labor de quienes quieren hacer la fiesta en la totalidad de su dimensión, los que crían al toro según entienden ellos y no según entienden otros, los que se ponen delante, los que todavía saben, como aficionados, cuando el vino tiene agua y por tanto lo rechazan. Y esa es la fiesta de verdad, lo otro, ballet y tutú.
