En el periodismo, como todo en la vida, es muy difícil ser honrado y, ante todo, que los demás te lo reconozcan. Y digo todo esto porque, uno de nuestros lectores me decía, respecto a El Juli, que mis críticas se fundamentan porque no me ha llegado el sobre por parte del torero. Claro que, el pobre hombre que dice semejante afirmación no sabe que, a mi, lo único que me sobra es el dinero, de tal manera, ¿Cómo poder comprarme? Sería la gran pregunta sin respuesta.
Dije, en mi anterior artículo que, en este mundo, para vender un producto, hay que promocionarlo y, la gente se traga la bola con una facilidad pasmosa y, a ese torero, lo promocionaron muy bien y, por esta razón, los de la boina –que son muchos- confunden la voluntad con la torería; el arte con la artesanía y el valor con el atropello de la razón. Ahora mismo, todos lo sabemos, funcionan más que nunca las empresas de publicidad porque, los productos, hay que venderlos y, este chico, más que un torero es una marca comercial que, repito, supieron enganchar ante los ojos de los no muy aventajados en cuestiones artísticas –que son los más, desdichadamente- y, por esta razón, el hombre, se ha hecho rico. Solo dije, y repetiré millones de veces que, mejores que él, como artistas y como toreros, los hay a montones y, algunos, como confesaba Denís Loré, tiene que trabajar como conductor de autobuses para poder comer.
Cuando se llevan tantos años en el periodismo taurino, como es mi caso, uno tiene derechos adquiridos por aquello de intentar promulgar la gran causa del arte; sencillamente, por haberlo vivido en innumerables ocasiones y, a su vez, explicarlo a las gentes. Miles de acepciones se podrían explicar respecto al arte pero, como dijera el inolvidable Antonio Bienvenida, para resumir el arte, sólo cabe una expresión, la que sentenciara el irrepetible maestro de Madrid cuando dijo que, arte es lo que te llevas grabado en el corazón, tras haber presenciado un festejo taurino. Y, siendo así, ¿se acuerda alguien de una faena de El Juli? Sin embargo, paradojas del destino, los aficionados, si recordamos muchas faenas del que ahora es su apoderado, Roberto Domínguez; ése si era un torero artista y, hasta con los miuras y victorinos lo demostraba una tarde sí y otra también.
Lo complicado de intentar concienciar a las gentes por la noble causa del arte estriba en que, el que escribe, por lógica, no puede pensar como la masa; ni comportarse como la misma porque, de lo contrario, no arreglaríamos nada; todos llevaríamos boina y, cualquiera, como ahora ocurre en muchos sectores, nos haría ver que estamos ante un Antoñete rejuvenecido. El arte es algo muy serio y, promulgarlo, todavía mucho más. Desdichadamente, no todos estamos preparados para recibir este mensaje. Yo he visto, sin que me lo cuente nadie, a mucha gente quedarse impávida en el museo de El Prado, por citar una causa artística; es decir, no se han enterado de la grandeza que allí, en aquel recinto existe. La torpeza de las gentes ha llegado hasta, como yo pude comprobar, en ver a personas ponderando el marco de un cuadro y, su pintura, pasarla desapercibida. ¿Cabe mayor dislate? Pues eso ocurre muchas veces en los toros que, la gente, se queda con el marco y, de la obra de arte pasan de forma olímpica; no la quieren ver.
Como vemos, intentar explicar todo esto, en los toros, resulta muy complicado porque, cuando lo intentas, aparece un señor y te dice que no has recibido todavía el sobre de El Juli. Desgraciadamente, lo que mucha gente no sabe es que, el dinero no lo puede comprar todo. Hay cosas, como por ejemplo la honradez de todos los que formamos este equipo que, el dinero, a Dios gracias, todavía no ha podido comprar. Podremos equivocarnos, pero jamás mentiremos y, de equivocarnos, si se demuestra lo contrario, siempre seríamos capaces de rectificar, acción noble que, como sabemos, sólo está al alcance de personas humildes como es nuestro caso.
Ahora, como vemos, algunos, hasta se rasgan las vestiduras al comprobar que El Juli no pone banderillas. Ha hecho muy bien porque, como banderillero, era de una vulgaridad que aplasta y, el que quiera comprobarlo, que vea un video de Víctor Méndez, por citar a un banderillero de lujo. Y, respecto a su toreo, volviendo a las comparaciones, ahí están las imágenes del que, como antes decía, es ahora su apoderado; podemos verlo y, entonces, opinar. Toreros hay muchos y, todos son respetables. Nosotros, por nuestra parte, lo único que intentamos hacer es concienciar a la gente para que, al final, sepan discernir entre lo bueno de lo vulgar. ¿O no hay vinos de mil calidades? Y todo es vino; pero, al respecto, existen abismos insalvables; en los toros, ocurre exactamente igual. Nadie negará que, El Juli, distrae al personal; especialmente, a todos los aburridos del planeta. Eso sí, los que acudimos a las plazas de toros por aquello de admirar la gran causa del arte, rezamos por encontrarnos con José Antonio Morante de la Puebla. Esa es la diferencia.