Todo el mundo ha calificado de algo memorable la manifestación a favor de los toros que tuvo lugar el pasado domingo en Valencia, justamente, como una cosa insólita, ejemplar, modélica, aleccionadora… cuando en realidad, dicha manifestación no fue otra cosa -muy triste por cierto- que pedir libertad cuando, en democracia, ésta se da por aludida.
O sea que, se nos llena de boca pronunciando la palabra democracia y tenemos que pedir libertad, ¿cabe locura mayor? Ni que viviéramos en Venezuela, ¿verdad, Leopoldo López? Yo diría que esto es peor que Venezuela, allí, pese a todo, se siguen celebrando corridas de toros y, el muy bestia de Maduro todavía no se ha dado cuenta de los toros; y digo que no se ha dado cuenta porque si lo percibe, seguro que los prohíbe.
Desdichadamente, tuvimos que reclamar lo que nos pertenece
Me alegré mucho con la aludida manifestación, no puede ser de otro modo pero, fijémonos hasta dónde ha llegado la locura de tanto mal nacido que gentes de paz, orden, concordia y mejores acciones como los aficionados taurinos, han logrado que todos esos hijos que sus madres trabajan en los burdeles, que gentes pacíficas hayamos tenido que manifestarnos pidiendo que se nos respete algo que es nuestro. Y que nadie se alarme que en los burdeles también se trabaja.
Para colmo, un indeseable como Joan Ribó, que dice ser alcalde de Valencia porque otros han querido, -un títere en manos de otros- aboga por aquello de que no quiere que sufran los animales, de ahí que se pronuncie en contra de la fiesta de los toros. Está clarísimo, el señor alcalde no quiere que sufran los animales, pero sí quiere que sufran los seres humanos, en este caso los aficionados a los toros por aquello de privarles de la libertad para ejercer su sagrado derecho de ir a los toros. Si de animales hablamos, señor alcalde, no lo digo por usted, pero sí debería saber cómo y de qué manera tan cruel sufren todos los animales hasta llegar a la muerte inexorable. Los toros, cuando menos, mueren matando.
¿Cabe ignominia mayor que tener que pedir lo nuestro?
En Valencia pudimos ver a muchos toreros, ganaderos, profesionales del sector en todos los órdenes, hasta José Tomás se refugió entre la muchedumbre con Diego Urdiales como compañero. Genial la acción de toda la gente del toro que, ante todo, los hombres, defendían sus intereses; pero detrás de ellos, más de cuarenta mil personas, aficionados como nosotros, lanzaban su grito de protesta contra la sinrazón que nos han provocado unos indeseables asquerosos y repugnantes que, gracias a la democracia pretenden imponernos su puta dictadura.
Ya sabemos cómo se hace, justamente, lo que nunca deberíamos de hacer, manifestarnos para que prevalezcan nuestros derechos. Lo hemos hecho, pero lo volveremos a repetir mil veces si ello hace falta. Eso sí, nos pareció grotesco ver a dos docenas de guarras desnudas -con el frío que hace en Valencia en Marzo- llenas de pintura como si fuera sangre, por aquello de defender a los animales. Tengo claro que, si hubiera orden, paz y la policía tuviera los atributos que debería tener, esas gentuzas no molestarían a nadie.
Cuando España era grande no había este tipo de manifestaciones
Pero a la bendita policía la tienen atada de pies y manos, razón por la que les impiden actuar, de otro modo, otro gallo nos cantaría. Todavía, los que peinamos canas, nos acordamos cuando la policía detenía a un individuo por cualquier eventualidad y, el detenido, sin venir a cuento, se declaraba autor de la muerte de Manolete. Con aquella policía, Marta del Castillo no estaría en paradero desconocido y, los toros, por supuesto, no los cuestionaría nadie.