Como hemos podido saber, la primera y gran polémica del año ha tenido lugar cuando, Carlos Herrera, el gran periodista de la Cope, indignado como lo estábamos todos, en su artículo semanal para un periódico hacía alusión a un indeseable llamado Risto Mejide que, como ya dije en su momento, se permitió la lisonja de llamarle asesino a Julián López El Juli, la peor afrenta que tuvo que soportar ese torero llamado El Juli que, con su arte y valor se gana la vida sin meterse con nadie.
Es cierto que, El Juli, hombre de gran valor, éste le faltó el día que se enfrentó ante las cámaras con el tal Mejide; y digo que le faltó valor porque, cuando el tipo nefasto le tildó de asesino, El Juli debería de haberse levantado y, marchándose, debería de haberle dicho, “asesino llamas a tu padre, ahí te quedas”.
Bien por tí, Carlos Herrera, hombres como tú le dan sentido a la vida.
El tal Risto se ha enojado con Carlos Herrera, como se enojará con todos los que nos gustan los toros. Herrera, como español y amante de la mejor fiesta del mundo, lo único que ha hecho ha sido una defensa a ultranza hacia la fiesta taurina y, con la sagacidad que le caracteriza, sin nombrarlo, lo ha hundido en la miseria.
Claro que, vete tú a decirle a un tipo de izquierdas que razone en algo. Y mucho más ante los radicales como Risto que, lo que a ellos no les gusta, no les satisface, además de no querer que exista, de existir, pretender prohibirlo, doctrina muy al uso, como digo, en toda esa pandilla de rojos que no saben de toros y, lo que es peor, no saben de hombres, al tiempo que no tienen la más mínima educación.
A mí no me gusta la caza, si se me apura, hasta podría considerarla como un deporte cruel. Pero que no me guste a mí no quiere decir que yo tenga licencia para prohibirla; se ha hecho desde siempre y sus razones tendrán todos los cazadores. ¿Quién soy yo para prohibir nada? Como decía, desde el respeto hacia los demás caminé siempre por la vida.
Hasta me asiste la suerte de no ser de izquierdas, ni mucho menos radical ante nada. Me considero una persona normal que, para mi dicha, hasta tengo amigos dentro de la izquierda; pero son amigos coherentes, incluso, algunos, hasta aficionados a los toros.
Sin duda, si lo analizamos fríamente, por muchas broncas que El Juli haya podido cosechar, ni en sus peores tardes, nadie le llamó asesino, como lo hizo de forma gratuita Risto Mejide. Como decía, Carlos Herrera, hombre sensato, comunicador de altura, ha salido al paso para defender a El Juli, como hubiera defendido al que hubieran mancillado en su honor, sencillamente, por ser torero.
Como queda explícitamente dicho y demostrado, una vez más, aflora el odio de los extremistas hacia todo aquello que ellos no aprueban. Lo dicho es la prueba fehaciente, la que nos viene a demostrar porque no tenemos gobierno y, lo que es peor, no lo tendremos jamás. Eso sí, los radicales, para mayor desdicha, todos creen estar en posesión de la verdad; la de ellos, seguro. Pero que esa verdad no coincide con la de nadie es más cierto de que existe un Dios.
Mal camino llevamos, lo demuestra el mundo de la política. Y la política, desdichadamente es el reflejo de lo que somos nosotros. Mientras unos quieren consensuar, los demás, llenos de odio, lo que pretender es destruir todo lo que encuentren a su paso. La izquierda radical es la prueba de todo lo dicho. Siempre lo dije: No todos los de izquierdas quieren erradicar la fiesta de los toros, pero sí todos los que quieren destruirla, todos son de izquierdas. Tomemos nota. ¿Verdad, Carlos Herrera?