En el día de ayer, como una bocanada de aire fresco, pudimos saber de la reaparición de José Antonio Morante de la Puebla que, tendrá lugar el próximo día 5 de marzo en la plaza de toros de Olivenza. Esta es, para el arte, la mejor de las noticias. No todos los días tenemos la oportunidad de admirar a un torero de estas dimensiones puesto que, como todos sabemos, el pasado año, tuvo que abandonar la profesión a la que tanto ama, precisamente, por culpa de una maldita enfermedad y, la crueldad del destino, en este caso para Morante, era caer rendido por culpa de una crisis psiquiátrica. La gloria de un torero estriba, ante todo, en caer herido por asta de toro; la mayor desdicha, como le pasara a Morante, ser preso de una enfermedad que le tuvo al borde de la locura.
En honor a la verdad, la pasada temporada, la afición, echó de menos a Morante y, eso es sintomático; pocas veces suele ocurrir que añoremos a un torero y, a Morante, se le añoraba y, por el mismo hecho, se le esperaba. Nosotros, obviamente, nos sentimos dichosos ante esta reaparición y, por esta razón, lo promulgamos a los cuatro vientos. Morante es distinto a todos; capaz del todo y de la nada; de la gloria y de la bronca, pero jamás de la indiferencia y, lo que es mejor: él lo sabe y, ejerce como tal.
Ciertamente, Morante, es de esos toreros que nos hacen sufrir. Su caso, si lo extrapolamos al fútbol, diríamos que es el sinónimo del Atlético de Madrid. En el deporte como en los toros, hacen falta esta clase de personajes que, cuando menos, con sus acciones, nos hagan soñar y, José Antonio Morante de la Puebla, ha tenido y seguirá teniendo siempre, esa virtud de que antes hablaba. Cuando de él lo esperamos todo, si en dicho día no le han soplado las musas, todo queda desvanecido en el aire de la indiferencia o indolencia; si se encuentra a si mismo, como él suele confesar, la obra bella, está más que asegurada.
Convengamos que, Morante de la Puebla, ante todo, atesora una personalidad que le hace diferente, distinto y enigmático y, dice todo esto alguien que, además de defenderle, ha sufrido el desasosiego de sus miserias. En esta temporada que se nos avecina, Morante, ha confesado que, su número de actuaciones no será elevado y, por el contrario, sí seleccionado, algo que hemos defendido siempre. El artista, como tal, no puede ser una máquina; por tanto, no puede – y mucho menos debe- torear un excesivo número de festejos que le conviertan en un pega pases porque así lo exige el guión. Al parecer, alguien le ha dicho a Morante esta fundamental cuestión y, la quiere seguir al pie de la letra. Bien hallado será mientras sea capaz de actuar en honor y favor de sus principios básicos como artista.
La gran verdad es que, como aficionados, al saber a Morante recuperado de su enfermedad, nuestra dicha, es infinita. Pensar que, a lo largo de la temporada, gracias a él, el toreo seguirá siendo posible, ello, es motivo de gozo. Son sus formas, sus andares, sus gestos; toda esa torería que rezuma su persona que, no es otra cosa que el perfume embriagador del toreo. Son, claro, esas cuestiones del alma que, al pasar por su cuerpo, con sus acciones, en calidad de artista de la torería, de vez en cuando, nos obsequia con el milagro de su arte y, en los tiempos que corremos, pensar que un torero nos pueda hacer llorar de emoción, ello no es patrimonio de cualquiera: o llorar de la desesperación que nos produzca su indolencia que, en su persona, todo es posible. En definitiva, como siempre dije, respecto a Morante, estamos hablando de un artista y, de un artista, se puede esperar todo. Ahí quedamos; a la espera de su magia, de su creatividad y, ante todo, dichosos y felices al saberle recuperado de su cruel enfermedad.