Cuando Antolín Castro, editor y director de este sitio, me pidió, al iniciar nuestras relaciones, que elaborará un currículum vitae, opté por enumerar en un folio todas aquellas cosas que yo había realizado y que tuvieran relación con la tauromaquia y con la escritura. Poco tiempo después encuentro todo aquello redactado a modo de presentación en la página, junto a mi foto y no puedo evitar ruborizarme pues Antolín ha sido excesivamente favorable conmigo en su redacción y me ha atribuido funciones que no me corresponden. Por una parte me da título de periodista, que yo nunca he usado por no ser ésta mi titulación. Sí es cierto que he colaborado con distintos medios de comunicación, aprovechando las oportunidades que me brindaban para poder utilizar las diferentes plataformas como lanzadera de mis percepciones y trabajos. Siempre pretendiendo realizar más una función de sociólogo, observador y analista de la fiesta que de periodista propiamente dicho.
Por otra parte me encuentro protagonista de un montón de eventos que sucedieron en el pasado y que ya han quedado olvidados. Si bien es cierto que en todos ellos andaba yo mezclado, no es menos cierto que no lo hacía a título individual sino que trabajaba en el seno de un equipo de verdaderos amantes de la fiesta y sin los que nada hubiera sido posible. Por eso me ruborizo cuando leo en mi presentación todas esas alabanzas y me doy cuenta que hay otra gente detrás que debiera recibirlas también: todos esos amigos que ante los problemas surgidos en el Círculo Taurino José María Recondo, decidieron liarse la manta a la cabeza y seguir trabajando bajo el nombre de Círculo Taurino de San Sebastián, sobreponiéndose a las malas artes de nuestros enemigos, siempre en pos de recuperar y actualizar la afición donostiarra.
La aparición de la Plaza de Toros de Illumbe generó en San Sebastián la formación de múltiples peñas taurinas, unidas, la mayoría, bajo un denominador común: afán de protagonismo. Durante mucho tiempo una Unión de Peñas Taurinas ha intentado monopolizar toda la vida taurina de la ciudad, exigiendo que todas las actividades pasaran, inevitablemente, por su aprobación, como si de un sindicato vertical se tratara, generando desánimo y desunión. En la actualidad contamos en San Sebastián con la plaza de toros de primera categoría más cómoda para los toreros, donde vienen a darse una vuelta como el que va al cine o al parque. En San Sebastián se lidia un toro que no es propio de plazas de primera y en unas condiciones que tampoco lo son. El público está empezando a alejarse de la plaza de toros después de haber catado días y días de feria que se pierden entre el sopor y el aburrimiento. La afición donostiarra, la verdadera afición, permanece aletargada en el seno de sus peñas y de sus tertulias, corroída por enfados y celos que alimentan odios y rencores, viendo como la Unión Taurina se desvanece en la falta de gestión y de actuación y observando como cada año el toreo va a menos en la ciudad.
Que la fiesta se encuentra en un mal momento es algo que llevamos escuchando toda la vida. Incluso podríamos llegar a plantearnos si no será esa queja una costumbre ya arraigada en el aficionado. No obstante hoy en día encontramos el ataque a la fiesta en cualquier lugar, de cualquier manera y en muchas ocasiones a partir de alegatos falsos. El presentador de un programa televisivo, de esos que conforman la “telebasura”, se defendía de esta denominación diciendo que para él la “telebasura” era programar toros en horarios de programación infantil. Ayer lunes el mismo presentador ridiculizaba el toreo en la imitación de Jaime Ostos y asestaba un duro golpe a la fiesta a propósito de una nueva edición de Gran Hermano vip en la que participa Martín Pareja Obregón. Así que nada más entrar éste en el plató del concurso le obligaban a leer una carta de una compañera –por lo visto, amante de Arafat- en la que dejaba a la tauromaquia a la altura del barro. Resaltaba la crueldad de la fiesta, de los toreros y de los públicos y llegaba a hablar de una especie de holocausto taurino y a comparar las plazas de toros con las fosas comunes de los campos de concentración del nazismo. Denunciaba, también, el afeitado y la dispensación de drogas a los animales antes de cada corrida. Aunque podemos defendernos de la acusación de drogar a los toros para poder realizar el toreo (todos sabemos que esa práctica ha existido) no podemos defendernos de la acusación de mutilar pitones y eso es verdaderamente triste; podemos estar en boca de cualquiera porque nosotros mismos no cuidamos de lo nuestro. Y ahí teníamos a Pareja Obregón, leyendo en alto aquel cúmulo de ataques basados en falsedades y medias verdades y sin tener nada que decir. Alguien ya salía perdiendo en todo eso: la fiesta, que se veía, de nuevo, vapuleada y desprestigiada, sometida a las más grande humillación, mientas los mensajes del sms arremetían contra toreros y aficionados y un falso Jaime Ostos ejercía de viejo verde, salido y agresivo; todo muy típico. Y muy dañino.
Y ante todo esto los aficionados nos quedamos callados y nos preocupamos de las habas que cuecen en casa del vecino en lugar de añadir las nuestras para que la ración sea más grande. Nos dejamos corromper por la envidia y el afán de protagonismo y tendemos a separarnos en lugar de agruparnos. Hoy me acuerdo de ese equipo de gente que trabajaba en San Sebastián por acercar la fiesta a todo el mundo y por promover su conocimiento y me alegro de que me dejaran trabajar con ellos y de que me enseñaran, día a día, a ser un buen aficionado. Me acuerdo de aquellos días en los que la afición, quizás por la novedad de la plaza de toros de Illumbe, se encontraba más unida y sobre todo trabajando, antes de que las arpías sacaran sus garras y de que los protestantes decidieran arremeter contra todo por medio del insulto y de la doctrina única.