El día de ayer asistimos a una corrida en la plaza portátil de “Vistalegre” en Machachi, población cercana a Quito.
En lo externo, la organización y seguridad de parqueaderos fue intachable. En lo referente a las comodidades internas, sabiendo que uno va a una plaza portátil, se acopla a lo que hay; hasta ahí, ¡todo bien!.
Fue agradable volver a contar con una banda de música en una plaza portátil, esta vez, la banda del Cuerpo de Bomberos de Quito.
La Fiesta Brava es un asunto muy serio, es un rito centenario que tiene que ser cuidado en los más nimios detalles; sin importar si estamos en una placita portátil o en la Real Maestranza de Sevilla.
Cuando la corrida es en un lugar que requiere que el público se desplace desde su hogar por carretera, hay que comprender que; todas esas personas han organizado su tiempo de manera de poder estar presentes a la hora que señalan los boletos.
El incumplimiento es, desgraciadamente una lacra de la gran mayoría de ecuatorianos, al extremo que se ha inventado ya el término de: “hora ecuatoriana”. Esto es algo que debería cambiar por el bien del país, pero; por sobre todo, ¡tiene que cambiar en lo taurino!.
La corrida programada para las doce del medio día, no comenzó hasta pocos minutos antes de la 1 de la tarde. El público tuvo que soportar un sol inclemente por prácticamente una hora, mientras veía con angustia que el cielo comenzaba a encapotarse anunciando la lluvia que, se presentó en el sexto “bis”.
Si la corrida hubiese comenzado a la hora que se anunció, Luis Bolívar no hubiese visto diluirse, la faena al último de su lote.
Fue inconcebible que, cuando se debía poner el primer par de banderillas al primero de la tarde, las banderillas no estuvieran en el callejón, al alcance de los subalternos.
Las cuadrillas, rescatando a San Miguel Torres y el “Patatas”, lamentablemente; dejaron mucho que desear.
¡Por el bien de la fiesta ya es hora de que las Asociaciones de Toreros del Ecuador limen sus diferencias; consigan un mediador y vuelvan a trabajar en conjunto, porque; lo que se vio ayer en lo que respecta a toreros de plata y picadores, fue deplorable!
La presencia de los tres matadores era esperada con ilusión, principalmente por Guillermo Albán y Luis Bolívar que son ampliamente conocidos por el público del país.
Curro Díaz no suena con la fuerza que suenan otros toreros españoles, de manera absolutamente injustificable, hay que decirlo, porque; en la tarde de ayer mostró un toreo señorial, profundo, cadencioso; un toreo que nace desde dentro y aflora en el trazo casi mimoso de su muleta.
Verlo entregado con la quijada hundida en el pecho, firme como una vara y al mismo tiempo llevando su muleta con mimo y tersura, pagó el viaje, el boleto, el sol inclemente, la mojadura y la larga espera. Cortó una oreja en cada uno de sus toros.
Luis Bolívar mostró en todo momento voluntad, mando, conocimiento y técnica. No corrió con suerte el colombiano porque le tocó el peor lote de la tarde, sin embargo cuajó una muy buena faena al primero de sus toros, faena que se vio premiada con dos orejas que, le valieron la salida a hombros.
El sexto de la tarde salió inválido y tras un puyazo y una bronca monumental, fue devuelto a los corrales; el sexto bis, fue un novillo que, por su escasa presencia quitó todo mérito a lo hecho por Bolívar.
Guillermo Albán estuvo voluntarioso pero, nos arriesgaríamos a decir que inseguro en su primero; no se acopló a la incierta embestida de su toro, no se lo vio relajado, ni gustándose, en ningún momento.
Consideramos que se pasó de faena, el toro estaba ya a la defensiva y le propinó una voltereta, afortunadamente, sin consecuencias antes de intentar matarlo en la suerte de recibir. Luego consiguió un estocadón hasta los gavilanes que merecía por sí mismo, una oreja.
Y llegamos al quinto de la tarde, donde se dio algo que no debe, ni puede darse en una plaza de toros. ¡El engaño al público, la manipulación de los asistentes!.
Un toro para merecer el indulto TIENE que ser un toro excepcional. No basta el toro bonito, no es solo el toro repetidor y noble; es el toro que se lidia en el centro del ruedo, aquel que embiste con boyantía al caballo al menos dos veces, aquel que termina la faena en los mismos terrenos donde comenzó, en los medios.
El toro repetidor, noble que, gradualmente y muy pronto se refugia en el tercio, el toro que provoca un tumbo sembrando dudas de si embistió o arreó, aunque haya dado oportunidades de triunfo, ¡NO ES TORO DE INDULTO! sencillamente porque, no es un toro excepcional.
Una persona del público cuando el toro mostraba ya evidentes signos de estar derrotado y sin gas, se levantó mirando hacia la Presidencia con un pañuelo en la mano pidiendo el indulto.
Desgraciadamente, la mayor parte de los asistentes a corridas de toros en el país, son público, no aficionados y a los pocos minutos, la gran mayoría de asistentes pedía que se le perdonara la vida al toro.
Estamos conscientes de que las reacciones del público no son responsabilidad de los toreros, pero; consideramos que Guillermo Albán debió tener la honestidad de perfilarse y entrar a matar. Las dos orejas no se las iba a negar nadie y cortarlas con el estoque es, para lo que están los toreros.
Desconocemos quién fungió de Presidente de plaza la tarde de ayer, pero; realmente necesitó de una mejor asesoría.
Demoró una eternidad en cambiar un toro que salió evidentemente lisiado de los chiqueros. Mostró una generosidad exagerada a la hora de premiar las faenas y la guinda de su pastel fue haber permitido el indulto, al quinto de la tarde.
Esa triste costumbre de las plazas pequeñas de “regalar” orejas, puede ser vista como una forma de atraer público a las ferias, porque; nada es más agradable que salir de la plaza tras haber visto a la terna despedirse en hombros. Pero, si bien atrae masa; puede estar expulsando al aficionado serio, al aficionado que busca la fiesta auténtica.
La masa siempre será mayor que los aficionados que asisten a una plaza de toros. De hecho los aficionados son muy pocos, pero; si se los pierde… se estará perdiendo la verdad y autenticidad de la fiesta, poniéndola en riesgo de terminar siendo cualquier cosa menos Fiesta Brava
La “indultitis”, como la bautizó un amigo, es una epidemia que está tomando cada vez más fuerza como “paliativo” a los ataques anti-taurinos pero, con esto pasa lo mismo que con los apéndices regalados; disgustan al taurino que, no va a ver cortar ramilletes de orejas, va a ver toreros lidiando toros y, si la lidia al final merece un premio ¡en buena hora!.
Si queremos defender la Fiesta en el país, es hora de darle la seriedad que merece y debe tener. Sin importar si estamos en el más pequeño de los pueblos, en una plaza de solera o en una portátil.
Las corridas deben ser presididas con personas de gran criterio taurino y dotados de una personalidad lo bastante fuerte como para soportar las “broncas” del público cuando pidan lo que no puede, ni debe ser otorgado.
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