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Lázaro Echegaray  
  España [ 06/11/2015 ]  
CUANDO LOS TOREROS QUIEREN SER SOVIETS
Está la cosa que echa chispas y chispas, que sobre todo, surgen desde el sector del chispeante. Claro que los del chispeante tienen a sus voceros para que a modo de afiladores prediquen por la calle. El problema es que según reza el dicho, cuando pasa el afilador, termina lloviendo. Los del chispeante no se mueven, no alzan la voz (para lo que tiene que decir y la forma en la que lo dicen es mejor que estén en silencio), menean la chequera y los afiladores empiezan su recorrido por las calles de la prensa, en papel o en digital. 

¿Llueve cuando pasa el afilador, o hay afiladores que pasan cuando saben que va a llover? Dice el dicho que en tiempo de crisis no se deben hacer reformas. Pero los que tienen la sartén por el mango saben que no hay mejor momento que ese para empezar las obras. Que la crisis taurina está en su momento álgido no hay portador de chispeante que lo niegue. Que la cosa puede incluso ir a peor parece obvio para cualquier observador que analice la situación alejado de los delirios de grandeza. La fiesta taurina empieza a tener ese sabor de vacío que tienen las ciudades decadentes: fueron algo pero hoy apenas se observan como museos o parques temáticos plásticos de un pasado que ya no volverá. Y en esta situación, el del chispeante ha decidido que es el momento idóneo para tirar los muros que sustentan esa patria efímera que es para ellos el toreo. Digo efímera porque en ningún momento se han planteado las cosas más allá de sus emolumentos, de su comodidad, de su satisfacción personal. Kenedy les hubiera dicho que se están preocupando más de lo que el toreo puede hacer por ellos que de lo que ellos pueden hacer por el toreo. Pero en este caso ellos están a salvo. Viven convencidos de que el toreo son ellos y por tanto hacen un sacrificio por la causa cada día que se visten de luces y otro cada vez que se encierran en el campo; hay que tirar del carro, dicen en los patios de cuadrillas. Ahora, además, hay que tirar abajo los muros del sistema, se terminó el vivan las caenas al que han estado sometidos los mártires toreros. Se presentan como clase obrera, explotados por las empresas, que en realidad son las primeras figuras del toreo, las que se aprovechan de la plusvalía, las que han producido un profesional alienado, desposeído de la ganancia que producen y por tanto, materia prima de la lucha de clases. En esa falsa dialéctica marxista olvidan que ellos mismos son empresarios, que es más que posible que en su casa se estén cociendo las habas en marmitas de veinte litros.

El sistema se tambalea porque todo lo que era sólido… ahora es líquido y algunas lumbreras de la estrategia piensan que son capaces de convertir barro en cemento. En esa estrategia, la figura del toreo se transforma en lumpen proletariado, quiere echar abajo el poder de la empresa, quiere desposeer al presidente de sus poderes en el palco, cuestionan el por qué de su autoridad, pretenden convertir al público en máquinas de aplaudir y pedir orejas, eso sí, emocionado, entregado a la causa. Y así ellos, los desposeídos del toreo, encumbrarán la fiesta a esos lugares de los que nunca debió caer. Lo dicho, sin empresas, sin toro, sin juez, sin público. Y quién sabe, quizás suene la flauta, igual que el marxismo encontró su campo de cultivo en la Rusia de los zares.  Los líderes de la revolución fueron entonces soviets ante el pueblo y las más viles manos ejecutoras en los despachos. 

Pero algo raro suena en forma de corriente subterránea, como en esos anuncios que tienen una doble lectura porque por detrás de la trama que se ve, se desarrolla otra, que no se ve pero se intuye. Las empresas, si vienen de lejos, si están capitaneadas por prohombres, si prometen estructuras en las que parece ser que caben todo tipo de infraestructuras, entonces ya no son alienantes sino salvadoras, liberadoras;  aglutinan dentro de sí todo el entramado laboral en un ejercicio de máxima liberación. Igual que el Partido hizo en la nueva Unión Soviética. Eso fue antes de que la gente de a pie soñara con tirar el muro, con volver al estado natural de las cosas, acuciados y desahuciados en un sistema vertical. 
 
   
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