Tras ver las crónicas de todo lo que aconteció en la famosa corrida goyesca de Ronda, justamente, en la que días pasados predije todo cuanto iba a ocurrir, cualquiera podría jactar de adivino pero, en esta ocasión, hasta el más tonto del lugar podría adivinar lo que allí sucedería. El problema es que todos los que ahora desgarran su voz criticando aquella infamia taurina, en su momento, a la espera del milagro, nadie se atrevió a pronunciarse.
Ronda, al margen de los toros, todo es bellísimo
Sin duda que, para el papel cuché y para las televisiones basuras, lo acontecido en Ronda le dará un sentido épico, no me cabe la menor duda. Pero si leemos a cualquier pluma más o menos coherente de las que allí estuvieron, adivinaremos muy pronto la tomadura de pelo a la que fueron sometidos los que allí acudieron y, si se me apura, ni siquiera eso, porque acudieron libremente a la parodia, por eso nadie de los presentes se quejó; es más, aplaudieron a rabiar a sus lidiadores y entronaron a un tal Cayetano, como a Manzanares que ya no es capaz ni con el burro desvalido que allí se lidió.
Lo de Ronda es un problema que no admite solución; ni la tiene ni nadie se la dará porque el tal Rivera Ordóñez, empresario de dicha plaza, sabe que ese día congregará en el centenario coso a todo lo más tonto del mundo de la farándula, gentecillas que ni saben de toros ni les importa para nada la dignidad de dicho espectáculo. ¿Qué hacer? ¡Nada!
Son ese tipo de espectáculos que se montan para disfrute de la ignorancia de muchas gentes que aprovechan la ocasión de dicho festejo para dejarse ver entre sus allegados, siempre famosos, claro está. El espectáculo, como tal, les importa un bledo. Y están en su derecho de hacer lo que crean conveniente; si con su tontuna hacen que la cuenta de resultados de Rivera Ordóñez aumente de forma escandalosa por aquello de ser el empresario, miel sobre hojuelas.
Aquí vemos a un artífice de la parodia
Claro que, los demás, los aficionados, como quiera que se tratara de una aparente corrida de toros, sin duda que hay que hablar de la misma. Cómo sería la cosa que, incluso, periodistas allegados al poder, es decir, criados de sus amos, hasta han puesto el grito en el cielo al respecto de los animalitos que allí se lidiaron. Por cierto, una vergüenza en toda regla.
Como sabemos, Antonio Ordóñez, dentro de un orden, hasta guardaba las apariencias en todos los años que participó en la corrida que él inventó. Es decir, procuraba que el ridículo no se notara tanto. Ahora todo es distinto; todo se ha convertido en pura burla para disfrute de unos mediocres como Cayetano que, famoso lo será como nadie, rico, el que más, pero como torero un ridículo espantoso por muchas orejas que le quisieran regalar en tal festival vestido de goyesco.
Queda claro que no hace falta ser muy listo para pronosticar una debacle como la de Ronda, un escarnio al más alto nivel; claro que, como dije, aficionados a los toros allí no había nadie; con su pan se lo guisaron y se lo comieron. Que les aproveche. Que siga la parodia año tras año si así lo desean, pero que no lo nombren como una corrida de toros, sencillamente, para no ofender la dignidad de un espectáculo que, llevado a cabo con decencia, es lo más admirable del mundo; por el contrario, si se hace como en Ronda, la burla, el escarnio, la parodia y el ridículo, son los componentes de dicho espectáculo que en nada se parece a una corrida de toros.
Fotos: Diariosur.es