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La feria de Bilbao sigue su ritmo y los que no pueden, podemos, verla en la Vista Alegre, nos informamos en los medios de comunicación. En ocasiones es algún amigo quien manda un mensaje o cuenta algo de lo que está viendo. Ayer, tarde histórica según algunos cuentan, me llamó mucho la atención que un amigo, no aficionado pero interesado, me hablara sobre la nula presencia de los toros. Ya les digo que no pude verlo, pero el dato me sorprendió pese a que el cartel y el hierro no den para más: para voluntariedad los unos, que sólo muestran cierta disposición con el toro bobo que se repite en sus carteles tarde tras tarde; para trapío y bravura los otros, que han tenido que ver cómo los criterios de los primeros se han impuesto en su crianza. Hoy, que reviso crónicas, encuentro, que aquellos escritores que son, por naturaleza, serios, critican de forma importante el trapío de lo de ayer: Garcigrande y el Juli, pan rancio de todos los días ¿Para cuándo una tarde ‘histórica’ con otro tipo de toro?
Lo del toro que lidian empieza a ser ya una preocupación importante, porque esto va a tener consecuencias irreversibles, tal y como ya saben algunos ganaderos que entraron en el juego y hoy miran con tristeza sus camadas, cuando ya no hay figuras que las compren y cuando nadie se preocupa en levantar lo que se derribó por un ponme allí una oreja. La parte famosa del escalafón pasan ahora a defender lo que matan y a querer defender a la vez la tauromaquia. Así, en el portal de la publicidad taurina, ustedes pueden leer a Morante diciendo: “Por llevar el hierro de Juan Pedro ya se ve como facilón”. Curiosa declaración que parece que molesta a quien no necesita de ese tipo de toro para realizar su toreo excepcional. Fíjense en las declaraciones que hacen sus compañeros sobre la misma corrida: “Me daba miedo que pudiera pararse” dijo Manzanares. “La gente estaba contra el toro y yo le di la vuelta”, dice Ponce y por último, el mencionado Morante: “Era andarín, mirando, sin tener prontitud con la que se pueda torear”. En fin, que la corrida de Juan Pedro fue un petardo en su mayor parte. No fue fácil, no propició toreo caro, exceptuemos a Ponce, que es el que vende esta gente ¿Por qué la eligen entonces? Quizás porque lo habitual es que sea fácil. De todas formas, es conveniente indicar que no sólo se piensa que por llevar el hierro mencionado es facilona, sino que además es lo de siempre. Vamos, que a estas alturas uno todavía no es explica como toreros tan defensores de la tauromaquia -con todo lo que eso significa-, toreros de una consistencia a prueba de bombas, no se preocupen de variar un poco los encastes. No parece que eso les preocupe y tampoco el saber que a los cinco o seis años desde que su gente entra en una ganadería, esta ya no sirve casi ni para carne. Morante, por ejemplo, podría haber incluido cositas nuevas en aquel tour tipo estrella del rock and roll que hizo el año pasado. Y Morante puede, vaya si puede, como lo vimos aquella tarde en Donostia, lidiando, de forma artística, un toro de Chafick. Fue una lidia bella y poderosa. Pero eso pesa, ay torero mío, y lo cambiamos por lo de Juan Pedro y entonces, como ahora, hay que justificarlo ¿Que es difícil lo de Juan Pedro? Entonces no tendrá el torero inconveniente en lidiar otros hierros que también son difíciles. Torero mío, le ruego que haga todo lo posible por la tauromaquia, y por el toro bravo, por favor.
Pasando al otro gran torero de época, dicen que la suya de ayer en Bilbao fue ‘faena histórica’. Pero, oh pena, penita, pena, el torero no desorejó al toro. No fue su culpa, faltaría más, sino la de un presidente que según dicen, se ha aferrado al puesto y en esas lleva una friolera de años. Desde el palco, dicen, se está engañando al publico por no interpretar el reglamento como al cliente le gustaría, así que están yendo contra los intereses del público ¿Van también contra los intereses del aficionado, o ese nos da igual? Es para morir de risa, o de vergüenza ajena, los argumentos que se usan para defender al que paga, y lo que se busca: eliminación de la suerte de varas que molesta mucho porque decide sobre la segunda oreja y no es aplicable sobre el toro que lidian los que mandan, al que hay que dejar casi sin sangrar; cuestionamiento del reglamento taurino del País Vasco, o de cualquier otro cuando molesta y, sobre todo, cuestionamiento de las decisiones presidenciales y la suerte de varas, ejecutada de cualquier manera. Quitemos la suerte de varas, quitemos el reglamento, quitemos al presidente, cambiemos al aficionado conocedor por un público bullangero y facilón, como los toros, despreciemos el tercio de muerte y tenemos la tauromaquia que quiere esta gente. Y luego llaman enfermos a quienes quieren caminar por la senda justa. Algo queda ya claro: la pelea entre lo falso y lo correcto está sobre tapete; las figuras y quienes les dan cobertura quieren cambiar las reglas del juego en toda su extensión, no por buscar calidad sino confort y facilidad.
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