Llegado este día de Reyes de 2005 nos encontramos con una variante de la tradición popular. Los roscones de Reyes son una tradición que abarca más de cinco siglos. La variante, las tortas, son de reciente creación. No llegan ni a cinco días.
Curiosamente están cuestionados los motivos que le dan tradición a los roscones, que no es otro que unos Reyes fueron a adorar al niño Jesús recién nacido y le llevaron regalos. De ahí esta fiesta cristiana y tradicional que supera siglos y hace la felicidad de niños y mayores. Las tortas son tan recientes que no superan nada, ni su fundamento tiene, tampoco, cinco siglos, aunque lo que se reclame por ello digan que es de antiguo. Aquí no hay más antiguo que el pedir. Lo dice el refrán popular: El que no llora no mama.
En esas se está: en llorar. Y si te dan a chupar de la teta pues mejor que mejor. Pero la nueva modalidad, en la era del mayor tetudo de la historia, Zapatero el de los pechos grandes, hace que sean insaciables los deseos de los que les gusta chupar. A los que gustan de chupar se les llama, a secas, nacionalistas, pero odian cuanto de nación tengan otros por lo que habría que llamarles minacionalistas, pues siempre miran para sí. Siempre han chupado, ya fuera con Felipe o con Aznar, pero estos no tenían tal anchura de tetas como para que pudieran imaginarse ellos, los minacionalistas, que les diera resultado el seguir estrujándolas. Ahora sí.
¡¡Y llegaron las tortas!!. Ante el estupor general, llegaron las tortas. Los minacionalistas dicen en público que, si Zapatero el de los pechos grandes no les abre más los pezones, pues que si se va a tener que resolver su petición a tortas. Otros de la misma calaña han dicho que si no traga, que se acaba la legislatura. Escandalizado se ha quedado el pueblo, el que come roscones por tradición pero que no conocía la tradición de las tortas ni las amenazas, pero no por lo que ha dicho el de las tortas y el otro, sino por el de los pechos grandes, pues no se lo ha tomado muy a pecho, valga la redundancia. Tan acostumbrados los tiene a dar de mamar que la parte de metáfora de sentirse molesto y ofendido que significa tomárselo a pecho, no le ha respondido. A este paso, nos tememos, llegarán las tortas.
Dentro de un tiempo ya no habrá roscones de reyes, sino tortas de tetas y serán amargas, al contrario que los roscones, que siempre eran dulces como lo que significaban y traían además un regalo dentro. Las tortas el regalo lo llevan fuera y son de una amargura infinita. Alguno irá con los pechos caídos, flácidos de tanto usarlos, arrastrándolos por el suelo del mismo modo que arrastra la dignidad de un pueblo, de una nación que dejará de serlo en cuanto se le enganche un pezón en cualquiera de las trampas que han habilitado al efecto. Para esas fechas habría que guardar los roscones, aprovechando que existen los congeladores.
Hoy, cuando desayunaba el roscón, solo de pensar en las tortas me he puesto malo. Quiera que después ver jugar a los niños, cada uno con sus juguetes, -eso sí, que han traído unos Reyes laicos- me han devuelto la alegría. Bendita ilusión la que uno tiene en la infancia, que es la única que no se ha sonrojado, por no conocerlo, con lo de las tortas y el de los pechos grandes.