Sin proponérselo, Francisco José Espada tuvo que ejercer de héroe en la novillada de ayer en Las Ventas. Sus compañeros, Martín Escudero y Joaquín Galdós resultaron lesionados y Espada tuvo que hacerse cargo de la novillada. Normalmente, los toreros, cuando aceptan una proeza como es matar seis toros y de forma concreta en Madrid, su concentración es espectacular, que se lo digan a Iván Fandiño que estuvo dos meses concentrado en lo que no hablaba ni con sus familiares.
Como se sabe, Espada, de repente, tuvo que aceptar el reto, algo que no tenía previsto y, sobre la marcha lidiar toda la novillada, precisamente la que el año pasado le permitió saborear el triunfo. En esta ocasión, los novillos de Paco Medina no fueron lo esperado y, como digo, Galdós y Escudero, por ejercer como novilleros, acabaron en la enfermería.
Cuando cogía la espada para matar el último, su rostro reflejaba la fatiga
Tremenda la papeleta para Francisco José Espada la que solventó con una dignidad encomiable. Así, en dicho trance, quisiera yo ver a muchos toreros. El ejemplo podría ser el de aquel corredor de un maratón en que, sabedor que tenía que correr cuarenta kilómetros, cuando llega a la meta, la que él creía que estaba estipulada, le dicen que todavía quedan ochenta kilómetros más. ¿Cómo se sentiría en aquel instante? Más o menos eso es lo que tuvo que “lidiar” Francisco José Espada, encontrarse con una situación que mentalmente no estaba preparado.
¿Cómo la solventó? Yo diría que con enorme dignidad, incluso con triunfo, con agallas, con decisión, con ese convencimiento propio del que quiere ser torero y a su vez, pretende demostrárselo al mundo. Hasta tuvo la suficiente petición para haber cortado otra oreja; es decir, argumentos más que válidos para salir por la puerta grande; orejas de menos fuste se han cortado en Madrid. Como decíamos ayer, las cosas son las que son y no como nosotros quisiéramos que fueran y, en esta ocasión, lo pagó Francisco José Espada.
¿Pudo estar mejor? Siempre se puede estar mejor, todo es mejorable, seguro que se le quedaron muchas cosas en el “tintero” pero, convengamos, como antes decía, que la reacción del chico tuvo que ser sobre la marcha, actitud nada sencilla que, por su disposición merece el más fuerte de los aplausos. El que quiera que se ponga en su lugar.
Foto: Muriel Feiner