S.I.15.- Hay a quien no le gusta venir a las novilladas y, al igual que el abono, debería ser obligatorio. Nada hay en el mundo del toro como descubrir nuevos valores, nuevas formas, gente nueva con sus modos y maneras sin malear. Y si están maleados, todavía es mucho menos que en sus mayores. Claro que hay carencias, pero eso precisamente hace que se nivele, que se equilibre, el enfrentamiento con los astados.
Todo es más puro, más limpio, casi virgen. Los mayores a fuerza de saber, y de técnica consumada, saben como dar gato por liebre, cómo engatusar al personal o cómo mirar por sus intereses, ya sean económicos o de guardarse la ropa. Los novilleros son la esencia, pues en ellos se ve perfectamente lo que el toreo ha de ser, empezando por la divina improvisación, además de por las ganas de mostrar al público sus mejores capacidades, unas buenas y otras menos buenas.
Por eso hay que venir, porque todo es posible. Y la tarde se desarrolló bajo ese esquema, que no necesita ser el mismo, ni para cada novillo, ni para cada novillero. Frescura, frescura y frescura. Y a quien le adivinas algo, en el siguiente puede ser todo lo contrario. Hoy teníamos un español, un francés y un peruano; terminada la primera parte el peor parado era el español. Terminada la tarde, el mejor parado resultó ser el español. Ayer, sin ir más lejos, en festejo de mayores, el mexicano fue el mejor desde el principio hasta el final. Aquí, y hoy, no.
Posada de Maravillas pasó de puntillas en su primer novillo, los tres primeros se pararon muy pronto, y él fue el menos animoso, el menos decidido. El francés había mostrado voluntad a raudales y el peruano valor para regalar a dos batallones.Momentos de mano muy baja de Posada de Maravillas
Pero en el cuarto de la tarde, sufrió un volteretón impresionante el pacense, del que hubo de reponerse en el callejón, y salió como bendecido de tanta agua como le echaron. Ya sin chaquetilla planteó una faena llena de belleza, de inspiración, de remates que cautivaron al gentío. Templado y valiente el que fue apocado en su primero. Lo dicho, el agua que le echaron era bendita. Y bendita faena la realizada entre gestos de dolor de Posada que nos mostró su mejor cara con toreo de mano baja llena de chispazos y hasta de elegancia. Una oreja paseó antes de marchar a la enfermería.
En el lado opuesto, al peruano Andrés Roca Rey, le faltó espacio para mostrar valor a derechas e izquierdas. Con el capote y con la muleta desplegó todo un repertorio de valor fundamentalmente. Embarulló mucho su toreo, precisamente por apostar tanto por el valor, que debe ser el vehículo que te lleve a la seguridad para torear mejor, no solo para asustar a la gente. Imposible negarle nada, pues nada deja por hacer, pero estamos seguros que encauzará tanto valor para mejorar su toreo. No está exento de capacidad torera, pero habrá que ir administrando los tiempos.
El francés, Clemente, está más verde, aunque no sea posible negarle una voluntad también a prueba de fallos. Acudió a los quites suyos, en los de los compañeros y además dio réplicas a los que le hacía el peruano. No se arredró pero todavía ha de asentar las bases de su tauromaquia para que se pueda definir con más claridad su camino.
Ya ven, todo era posible en la tarde y los tres nos lo fueron mostrando novillo a novillo. Éstos de distinto juego propiciaron momentos emocionantes a través de lo cambiante también de su comportamiento. Y es que la juventud, en todos los órdenes, es un tesoro por descubrir. Por eso hay que ir a las novilladas.
Foto: Muriel Feiner