De unos años a la fecha se ha marcado fuertemente el abuso de los toreros extranjeros contra la fiesta mexicana. Invariablemente las figuras han impuesto condiciones pero se han salido del huacal.
Entiendo perfectamente que ellos no podrían hacerlo solos, se necesita complicidad mexicana y pareciera sobrar quien ayude: apoderados, ganaderos, veedores, prensa, hasta los propios empresarios.
Actualmente hay diestros como Pablo Hermoso de Mendoza, Enrique Ponce, Morante de la Puebla, Alejandro Talavante, Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera, El Juli, entre otros, que vienen a jugar al toro a México. Vacaciones pagadas dicen por ahí.
Los mencionados de plano vienen a nuestro país a imponer sus condiciones, algunas ofensivas. El problema es que se las aceptan, aquellos se ponen felices y el aficionado mexicano es el que traga. Para colmo, hay periodistas que se prestan a solapar irregularidades, ya sea omitiendo o de plano echando mentiras.
Cualidades como la ética, la honradez, el honor, la gallardía, la autenticidad, fundamentales en la fiesta de los toros, van desapareciendo, quizá por obsoletas. Ahora resaltan otras propiedades: trampa, mentira, cinismo, avaricia. A los que viven de la fiesta no parece interesarles el daño que le hacen a la tauromaquia, todos van a lo suyo y le aseguro a usted que no es la autenticidad.
El asunto va más allá de lo taurino. Cuando en una corrida de toros se lidia un animal con tres años de edad con los cuernos despuntados se está cometiendo bastante más que un engaño taurino, hay robo, fraude, se estafa al público.
Sucede que los espectáculos taurinos no son un artículo de primera necesidad, por eso nunca hay sanciones, las tomadas de pelo a los aficionados se solventan con algunas metadas de éstos hacia la empresa, el ganadero, el juez de plaza y los propios protagonistas.
Debemos reconocer que si los extranjeros vienen a engañarnos no todo es culpa de ellos, acá se les dan todas las facilidades para que lo hagan. A quién le dan pan que llore. Aquellos felices de arriesgar poquito y llevarse la cartera llena de dólares.
Mafalda y Quino, seguro ni taurinos, lo entienden
No faltan los que se rasgan las vestiduras y casi a gritos aseguran que todos los toros matan, sea chico mediano o grande que, aunque sean novillos descastados o bobos, pueden herir. Tienen razón, a Antonio Bienvenida lo mató una vaquilla.
Por supuesto que todos pueden matar. Sin embargo, el punto tienes sus asegunes. ¿Qué tal si comparamos un tráiler con una bicicleta? Si atropellan a alguien, ambos pueden herir y matar, ni duda cabe; también entendemos que las posibilidades de cada vehículo son distintas.
Los coletas mencionados vienen a nuestro país a torear bicicletas y no precisamente a algún crucero.
Se preguntan los extranjeros por qué van a lidiar toros con trapío, por qué torear de ganaderías con sangre brava, si la mayoría de los que se consideran figuras mexicanas, no lo hace. Ese es un punto a su favor, no están equivocados. Tenemos varios diestros que le sacan la vuelta a algunas dehesas. ¿Yo por qué?, cuestionarán.
Sin embargo, los abusos se multiplican. Ya es abrumadora la queja de los aficionados en las redes sociales, tal es el caso de lugares como Aguascalientes, Monterrey, Pachuca sin faltar la capital mexicana, donde justamente debería dársele veracidad a la fiesta mexicana.
La temporada grande realizada en la plaza México, fue la peor en toda la historia. Siempre se han echado reses sin trapío, pero la pasada fue al contrario, casi no hubo trapío en lo que salió al ruedo, destacaron las corridas en las que apareció alguna figura de ultramar.
Los empresarios tienen el sartén por el mango, son los dueños del dinero, los que podrían imponer condiciones, pero no quieren hacer valer su privilegiada posición. No se trata de humillar a nadie, pero tampoco dejarse poner el pie en el cuello por parte de las figuras.
Ninguno de esos diestros viene por tortillas duras, todos vienen bien pagados, lo menos que se les puede exigir es que respeten la fiesta mexicana.
Es tan abrumador el abuso que uno se pregunta: ¿Por qué tanto maltrato a los aficionados mexicanos?