Ha concluido la feria de Sevilla y, por encima de todo, la misma, se ha embellecido con el toro. Y cuando digo el toro no me refiero a esos animalitos santos hasta el límite de los altares, caso de los pupilos de Núñez del Cuvillo que salieron en Sevilla para encumbrar todavía más a Manzanares que, para su fortuna, hasta tuvo la dicha de ponerse muy bello frente a “esas hermanitas de la caridad”. La estética, en sus manos, alcanza rango de monumento; algo muy distinto es la emoción de un torero frente a un toro de verdad.
La grandeza de un torero frente a un toro de verdad
Y si hablamos de toros no podemos obviar, por nada en el mundo, los toros de Victorino Martín que, sin duda alguna, han dado la nota emotiva de la feria sevillana, hasta el punto de que, una vez más, Antonio Ferrera se consolidara como un auténtico maestro lidiando los pupilos de Galapagar que, de forma muy especial en su segundo enemigo, elevó a la máxima categoría el arte y la emoción, cuando ésta, como sabemos, a diario brilla por su ausencia.
Por supuesto que ha habido de todo en Sevilla. La variedad ha sido el detonante de dicha feria. Está bien, pero ha ganado el toro por encima de todo; es decir, Victorino Martín ha dejado con el culo al aire a los ganaderos que “fabrican” toros para las figuras. Es bonito eso de la estética; pero no deja de ser oropel que nos lo venda como el oro de dieciocho quilates.
Sin embargo, cuando aparece el TORO con mayúsculas, lo que a dichos bicornes se les haga todo tiene categoría sublime; pero la ésta viene dada por la emoción que se trasmite como antes apuntaba. ¿De qué sirve una bella faena ante un animalito tan dócil como un borreguito? ¿Quién puede emocionarse solo con la estética? Los hay, seguro que sí, pero no les califiquemos de aficionados puesto que, como tales no valen nada.
¿Quién ha salido reforzado de la feria de Sevilla? Sin duda alguna, el citado Ferrera, Manuel Escribano con los Victorinos y con los Miuras y, hasta Dávila Miura, que llevaba muchos años sin torear, reapareció en Sevilla para lograr su épica más soñada, precisamente con un toro de su familia que antes pocas veces se había enfrentado.
Por cierto, si todo el mundo ha dicho que el toro Encumbrado de Núñez del Cuvillo era el “toro de los toros” ¿comprende alguien que a dicho toro no le dieran los honores de la vuelta al ruedo? Inaudito, pero cierto. Sin embargo, al toro que encumbró para siempre a Antonio Ferrera, por supuesto que le dieron la vuelta al ruedo, una vuelta a la que aplaudió el propio Ferrera soportando la pena de no hacer acertado con el estoque que, de haberlo matado, eran dos orejas de Madrid aun estando en Sevilla.
Ha quedado claro, triunfalismos al margen, por todo lo que hemos podido ver, han sido dos ganaderías encastadas y auténticas las que han llevado la emoción a la feria de Sevilla, Victorino Martín y Eduardo Miura. Para colmo de los males, algunas de las ganaderías estrella de dicho ciclo, caso de Juan Pedro Domecq, salieron dando bocaditos y, sin emoción ni clase alguna, dejaron a sus lidiadores con sus vergüenzas al descubierto.
Foto: Muriel Feiner