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Antolín Castro |
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España |
[
23/03/2015 ] |
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El triunfalismo es el arma que se maneja para hacer creer a todo el mundo que todo va bien, que la fiesta progresa.
Lo manejan, normalmente, aquellos que viven de ella, ya sean toreros, ganaderos, empresarios, medios de comunicación, peñas toreristas… y cuantos tienen intereses personales o institucionales en la misma.
Y lo proyectan sobre cuantos pueden ser clientes directos o potenciales para seguir aumentando el negocio del que viven. Esperan que, de ese modo, esos potenciales clientes acudan a las plazas y llenen los tendidos al conjuro de los nombres de esos toreros y ganaderías que proporcionan lo que ellos consideran triunfos.
El triunfalismo no es lo que debe imperar en una plaza... debe imperar el toro Cantar con exceso, y vehemencia, las orejas cortadas, las salidas en hombros, por encima de la presencia y el juego de los toros, que habría de ser la base donde se sustente todo cuanto supone la Fiesta, con mayúsculas, es todo un ejercicio de prestidigitación: nada por aquí, nada por allá y ¡zas! las orejas en la mano. En eso consiste.
Entre esos potenciales clientes no suelen encontrarse los aficionados más doctos, con más conocimientos. A éstos no suelen hacerles mella los ‘cantos de sirena’ que se cantan con tanta facilidad tras del triunfalismo desaforado.
No es cierto que haga falta elevar a supremo lo que es normal y muchas veces hasta mediocre. Con ello se hace más daño. No olvidemos que el triunfalismo se basa en la mentira o la verdad a medias, sin análisis, sin juzgar realmente lo sucedido. Si sucedió y acarreó triunfo… para qué analizar nada. Tanto es así como si se dijera que se ha jugado bien por el simple hecho de haber ganado el partido.
Pero en fútbol eso se da porque hay forofos, partidarios que es solo eso lo que buscan. Cuando se da en los toros, podemos decir lo mismo, los que ejercen el triunfalismo es eso solo lo que buscan. El ruido, el color y el olor que proporciona el resultado. Nadie se detiene en poner el toro en el espejo para saber si de verdad se puede poner en valor el triunfo conseguido.
Acabó la Feria de Fallas y muchos serán los que piensen que han sido todo un lujo, un éxito total. Máxime si se tiene en cuenta el último festejo mayor, el de la fiesta del Santo Patrón, donde dos de las figuras actuales salieron a hombros tras cortar seis orejas.
Así lo publicitaron muchos, pero no es para creérselo. El triunfalismo tiene estas cosas. El toro brilló por su ausencia y los triunfos dejan de ser el reflejo del enfrentamiento. Pero si hubo orejas y salidas a hombros se da todo por bien empleado. Como además eso coincide con los encuentros que tienen las figuras con ‘sus toros’, podemos afirmar que esa es la razón para que se empeñen, una y otra vez, en que los carteles sean cerrados y existan dos fiestas en paralelo.
Lo que pasa con ello es que la Fiesta con mayúsculas camina por un lado, esperemos que el Domingo de Ramos en Madrid se ponga de manifiesto, y que la que publicitan y goza del triunfalismo es la que realmente va en paralelo; o para mejor decir: es para lelos.
Foto: Rullot
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