Con frecuencia utilizamos estas dos palabras mágicas. Las evocamos en multitud de ocasiones. También las escuchamos por doquier. Representan un todo, una seguridad, una confianza, un refuerzo, un apoyo para tantas situaciones vividas.
Según escribo, vienen a mi memoria recuerdos de tantas y tantas veces donde se hizo realidad el sueño de la amistad. Aquella que sin juramento, más allá del amor de la pareja o el de la familia, te compromete a compartir los momentos pasados, fundamentalmente los malos momentos, esos donde se hace más necesaria su cercanía y su apoyo. Pocas veces o ninguna se rinde homenaje a la amistad, a su valor en sí misma, no a los nombres y apellidos de los llamados amigos. Un gesto, un simple gesto vale, a veces, mucho más que docenas de días vividos con quienes, equivocadamente, llamamos amigos.
El precio de la amistad es sutil, invisible diría yo. Mas que verlo se siente, se percibe, te da color y calor a las cosas que la vida te proporciona, buenas y, digámosle, menos buenas. Como diría Facundo Cabral: “desde la cuna a la tumba es una escuela. Lo que llamamos problemas, son simplemente lecciones”. Esas lecciones que nos toca aprender, naturalmente, las aprendemos junto a nuestros “amigos”. Terminada cada lección, uno sabe quienes se quedaron en el camino.
Es por ello, que las lecciones van haciendo de filtro para conocer quienes, a la postre, son tus amigos. Dicho así, queda claro que una vida sin problemas, no proporciona lecciones, y siendo de esta manera, cómo distinguiremos los amigos verdaderos de los falsos. Convengamos, por tanto, como dice el refranero español: “no hay mal que por bien no venga”. Muchos son los que te adulan si triunfando estás, –parafraseando la canción de Julio Iglesias-, si la relación les conviene en uno u otro modo, te acompañan como colegas o compañeros si es de su interés inmediato, o simplemente son gentes vacías de las que solo saben decir: “cuenta conmigo”, “lo que haga falta”, “no lo olvidaré nunca”, “de verdad, nunca te fallaré”, etc.. Frases hechas, sin contenido. Cuanto más las dicen, más se las creen ellos solos, pero carentes de contenido, huecas de compromiso. Huye de los que las pronuncian, no auguran nada bueno. A los amigos de verdad, nunca se las has de escuchar. Estarán junto a ti cuando los necesites.
La amistad es algo más. Entre sus acepciones figuran incondicional, inseparable, desinteresado, o lo que es lo mismo, afecto personal puro. La pureza cotiza poco, ya que exige mucho en cualquier actividad. Ser puro significa ser auténtico, adquirir compromisos sin taras ni medidas, sin esperar nada a cambio. Mas que difícil, parece imposible. Nadie resumió mejor la relación de la amistad de cómo lo hizo un compañero de trabajo que tuve hace años: “YO SOY AMIGO TUYO CON UNA SOLA CONDICION, QUE TU LO SEAS MIO, SINO NO HAY TRATO” . No cabe mejor resumen que el mensaje que encierra dicha frase. La condición de compromiso en ambas direcciones. Esperar que sólo sea amigo, con lo que representa, uno de los dos, no sólo no es la amistad, tiene otros nombres: aprovechado, chupón, ventajista, falso, interesado, en suma, adquiere sin mas el título de enemigo. Sin embargo, mientras dura, la felicidad de dar amistad compensa, en gran parte, con la de no ser correspondido.
En este gran circo que es la relación humana, vamos a encontrar mas de los interesados y ocasionales que de los puros. No por ello vamos a desconfiar de la amistad. Es necesaria para compartir lo bueno y minorar lo malo. Recordando nuevamente al maestro Cabral diremos que “bienaventurado el que sabe que compartir un dolor es dividirlo y compartir una alegría es multiplicarla”. En ambos casos los amigos nos beneficiarán y les beneficiaremos. Los otros, antes preguntarán ¿qué toca?.
Pretendía desde el principio rendir homenaje a la amistad, a su valor en sí misma y, a fe que, lo he hecho, pero no me resisto a recordar en pequeña medida a unos y a otros de los que han convivido conmigo. Vaya para los interesados un triste recuerdo, de quienes la “lección” me filtró sus nombres, Juan José, Enrique, Manuel, Pablo, María Isabel, Isaac, Ángel, Alfonso, etc.. A todos, no obstante, les guardo en mi corazón, al menos, de cuando algo les di. Y rendir homenaje a la mejor amistad, es para mí un orgullo cuando puedo citar a Miguel, Gregorio, Borja, Jesús, Leopoldo, Luis, José Manuel, Adolfo, Cesar, Víctor, José Luis, etc.. En vuestros nombres identifico el mejor de los homenajes a los amigos. AMIGOS con mayúsculas. Con vosotros si hay trato.
