Los que compran boleto para ir a los toros que se jodan. Debe ser el pensamiento de la mayoría de los empresarios.
¡Paga y aguántate!, parece ser el lema de las empresas taurinas, mensaje dirigido y hecho efectivo al público que osa comprar boleto para algún espectáculo taurino.
Al aficionado a los toros no hay quien lo proteja, ¿quién le manda ser aficionado? Mentar madres hacia quien considera responsable, es la única forma de desquite y desahogo de los que pagan boleto. A los empresarios no les importa que los aficionados sean los “paganos”, los que llevan sobre su espalda: honorarios de toreros, costo de toros y todos los gastos que vayan saliendo, sin olvidar las utilidades de los empresarios.
Es de lo más frecuente, quizá el noventa y tantos por ciento de las corridas, que los empresarios taurinos estafen al que compra boletos, a éste no le queda más que soportar porque no tiene forma de defenderse. El único que podría ayudarlo para que el empresario no lo asalte es el juez de plaza, pero ese señor no quiere dificultades con la empresa o es su amigo o, peor aún: su alchichincle.
Paga y aguanta
A los aficionados no les cumplen lo que les ofrecen en los carteles publicitarios, por eso se habla de engaño, los pagadores tienen que soportar todo tipo de triquiñuelas: novillos en lugar de toros, cuernos despuntados, lidia de animales no anunciados, no se respeta la hora de inicio del festejo, cambio de toreros, la venta de alcohol generalmente está prohibida, de todos modos se vende y también le meten la espalda al “Paganini”.
Con toda su tradición, cultura, espiritualidad, la fiesta de los toros no es un artículo de primera necesidad, entonces las autoridades no se meten en líos. Los ayuntamientos, quienes nombran los jueces de plaza, están obligados a cumplir el reglamento, deberían sancionar a las empresas; sin embargo, es más cómodo hacerse de la vista gorda, se quedan callados, además los jueces no reportan anomalías, para las autoridades municipales no hay motivo de castigo.
El aficionado podría solicitar la devolución de lo que pagó mediante una demanda ante la procuraduría del consumidor, pero en la “procu” lo mandarían al diablo, porque ese aficionado no tiene forma de demostrar que le dieron gato por liebre, aunque lleve fotografías de los animales que se lidiaron.
La fechoría más reciente, comentada en el mundo taurino, fue la del domingo 22 de febrero en la ciudad de Mérida, donde en un acto de audacia y cinismo, “arreglaron” un cuerno roto, lo pegaron con alambre, resistol y, creo que, engrudo.
¡El aficionado está destinado a joderse!, eso lo saben los empresarios y lo aprovechan al máximo. Ante la impunidad casi absoluta que reina en la República Mexicana, se cometen todo tipo de fraudes. Los toros no podrían ser la excepción.
¿Quién le manda ser aficionados?
La ausencia de trapío, frecuente abuso empresarial, sólo se puede solucionar armando una bronca en la plaza, si la bronca es grande probablemente les hagan caso, si son unos cuantos, como sucede actualmente, no pasará nada.
Con respecto a la edad de las reses y la integridad de los cuernos, la única forma legal de conocerlas es mediante el examen post mórtem, pero en la mayoría de las plazas no se realizan. Sé que en Guadalajara, Mérida, Puebla, Aguascalientes, se efectúan los dichosos exámenes, en “Aguas” está prohibido publicarlos. Cómo estará el asunto que en la plaza México -la más grande del mundo, la más importante de América y todo ese rollo- no se lleva a cabo el mencionado examen.
Los aficionados sabedores mediante el post mórtem que hubo chanchullo, podrían solicitar en la procuraduría la devolución de su dinero, pero nadie lo hace.
Por principio, a los dos días de la corrida ya pasó el coraje de los que pagaron boleto; después, todo mundo sabe del suplició que representan los trámites burocráticos en nuestro México lindo y querido, se pasarían muchas horas en la procuraduría del consumidor y lo más seguro es que nunca recuperarían su dinero, perderían mucho tiempo, sumarían los corajes de la espera al de la corrida, así que mejor ni le mueven.
Evidentemente los empresarios taurinos lo saben, si sus fechorías están cobijadas por las leyes si y los aficionados no protestan en las plazas, entonces para qué diablos ser honestos. Cuando ven a los clientes formados en la fila de la taquilla es posible que los miren con lástima diciéndoles mentalmente: paga y aguántate.
Fotos: Jaime Oaxaca.