‘…porque tienes que dejar la puerta abierta a la inspiración y el alma’. Esa frase la firma Diego Urdiales. Totalmente de acuerdo con el diestro riojano. Además, añado yo, hemos de ser conscientes de que la perfección no existe, pero sí debemos convenir que habrá que buscarla en nuestro actuar, ya que de lo contrario seríamos amigos de chapuzas o dejaríamos libre el espacio a la mediocridad.

Precisamente las matemáticas no son esenciales en el arte de torear, aunque muchos no paren de tenerlas muy presentes con demasiada frecuencia: caché, contratos, orejas cortadas, indultos, etc…, incluso, y más veces de las deseadas, sumar cantidad de pases en detrimento de la calidad de los mismos.

El Juli ha contestado diciendo que está totalmente de acuerdo con lo dicho por el diestro arnedano. Al menos el torero madrileño coincide con el riojano, ya que no mucho en los carteles por aquello de los distintos circuitos, en esta afirmación. Yo entiendo que bajo perspectivas distintas.

La imperfección sí debe tener lugar... pero después de la perfecta ortodoxia

Buscar la perfección del toreo de Urdiales, ante los animales que enfrenta, no es que sea difícil es prácticamente imposible. Además, antes de dejar la puerta abierta a la inspiración y al alma, hay que someter a lo que hay delante; tras de eso si se puede conjugar lo asegurado por él.

El ganado que enfrenta el de Velilla, ya lleva de fábrica la opción de la perfección en las embestidas, con lo que la puerta abierta que ha de dejar el torero es mucho más diáfana. Pero, curiosamente, esa facilidad, impide que se utilice la puerta y se aprovechen sin más las idas y venidas del cornúpeta.

La inspiración y el alma se olvidan con demasiada frecuencia entre los favorecidos por el ganado enfrentado. Como ejemplo de lo contrario estaría Morante, quien sí suele aprovechar la facilidad que se le ofrece para abrir la puerta a la inspiración y el alma. Con demasiada frecuencia se cierran las figuras la puerta en aras de buscar rentabilidad cercana, mundana, aprovechando la coyuntura. Todo lo contrario de lo que de verdad expresa Diego.

El toreo, efectivamente, es eso que dice Urdiales y que, por necesidades del enfrentamiento real, precisa de superar el reto del dominio para poder después abandonarse en ese espacio mágico que supone que el alma y la inspiración lleguen y se materialicen en esos momentos. Por eso es imperfecto, porque el toro también pone sus reglas y exigencias en el enfrentamiento. Cuando el toreo es solo con un carretón, la perfección que se percibe está sin alma, es de plástico.

Pero sólo en eso se concibe la imperfección, en los momentos que han de vivir en el desigual enfrentamiento que produce la fiereza contra la inteligencia. En el resto no ha de tolerarse la imperfección, ya que no puede radicar en que se anuncien toros y salgan novillos, en que se toree con todo tipo de ventajas, en desvirtuar el enfrentamiento domesticando al toro en su genética. En ese abuso de perfección plastificada es donde se sostiene la decadencia actual.

Diego Urdiales puede decirlo muy alto y ser además sincero con su forma de hacer. El torero que mejor representa hoy la autenticidad puede gritar que el toreo es imperfecto, precisamente porque es quien más busca la imposible perfección en el arte del toreo, que se basa en el desigual enfrentamiento entre un hombre y un animal en tiempo real. Urdiales dice y dice bien. No todos pueden decir lo mismo.