Confieso que, las últimas declaraciones del maestro de Camas, más conocido como Curro Romero, han logrado emocionarme. Se sincera el maestro y, esa sinceridad es la que ha calado en mi ser y, con toda seguridad, en el alma de todos los que han sido receptores de tales declaraciones; sin lugar a dudas, un modelo de personaje y, ante todo, un ser humano admirable.
Dichas confesiones, con tintes celestiales, dicen todo a favor del maestro y, en esta ocasión, pues mucho más ya que, Curro Romero, se ha pasado la vida huyendo de la vorágine periodística; en una palabra, del mundo y sus gentes. Curro era – y lo seguirá siendo- un hombre solitario; un ser plagado de arte que, su grandeza, jamás le hizo indescifrable puesto que, el libro de su alma, de vez en cuando, lo abría en los ruedos, frente al mundo de los cabales que sabían leer su magia torera. Y ha tenido que ser ahora, tras muchos años de tentativas cuando, por fin, el maestro, recreado en la molicie de su ocio, ha roto moldes y esquemas; ha sido, una vez más, y ahora con los medios de difusión, el gran mito que todos conocíamos pero que, vestido de calle, ha sabido dar la imagen del prototipo ancestral de lo que puede ser un torero, aunque tenga setenta años; porque, podrá Curro Romero no torear jamás; pero no es menos verdad que, ese porte de torero, le acompañará mientras viva.
Curro Romero ha sido esencia y presencia en el mundo; me lo dijo una vez un amigo entrañable cuando, en conversación amena y fluida, me confesaba que, en la vida, a lo máximo que aspiraba era a ser como Curro Romero; que no pretendía ser figura de nada, pero que anhelaba parecerse al diestro de Camas. En honor a la verdad, conociendo al personaje, al torero, tampoco pedía poco mi amigo; vaya lujo aquel de parecerse a Curro Romero.
Y entiendo a quiénes emulen, o lo pretendan, al maestro sevillano. Curro Romero, convengámoslo así, no ha sido lo que los taurinos dirían una figura del toreo; ni nunca lo pretendió. Quiso, pudo y así lo logró, ser el torero más enigmático de los últimos cincuenta años y, dicho galardón, estandarte inalcanzable para el resto de la torería, es el que le dio vida y empaque, en sus cuarenta años como matador de toros en activo. Recordemos que, cuarenta ferias de Sevilla sin desfallecer, honradamente, son muchas ferias; y sólo Curro Romero lo pudo lograr en el devenir de la historia.
Me quedo, ahora y siempre, con la gracia y el embrujo de este hombre irrepetible; si su vida torera logró conmoverme, sus actitudes como personaje de la calle, logran emocionarme; su sentido del humor, su genialidad, su sinceridad y sus formas de cantarle al amor, son atributos propios de un tipo genial. Ya no quedan hombres de su extirpe. La vida, caprichosamente, en repetidas ocasiones, quería apearle de su cetro singular y único; hasta en cuestiones crematísticas, en ocasiones, cuando todos le creíamos rico y hacendado, resulta que, un lance del destino lo dejó sin “tabaco”; pero pudo más su idiosincrasia, su sentido armonioso por las cosas de la vida; sus maneras de creer en si mismo; sus propias convicciones son las que, una vez más, le auparon hasta lo más alto; el maestro, por fin, pudo enamorarse y, ese amor, sin lugar a dudas, le mantuvo vivo y en activo.
Es sorprendente, muchísimo; con toda seguridad, más de lo que miles de jóvenes de ahora mismo podrían pensar. Y lo explico. Razones de edad me permiten ver la carrera del maestro, cuando menos, en lo que a sus últimos cinco lustros se refiere y, me causa pesar que, hace veinticinco años, algunos santones de la crítica le mandaban para casa porque, según los sabios, el maestro estaba acabado. Y, paradojas del destino, veinte años más tarde, Curro Romero, seguía impartiendo las más bellas lecciones de torería que nadie pudiera imaginar. Como se adivina, estamos hablando de un hombre totalmente distinto; mágico y único, pero todo a la vez. Nunca quiso ser figura de nada; pero sí logró lo que siempre anhelaba; ser el torero distinto que la historia ha reconocido y que, el paso de los años, incluso cuando se marche del mundo de los mortales su recuerdo, vivirá eternamente.