Pareciera que en lugar de que los escandalosos sucesos de los pasados domingos 5 y 12 de diciembre en la Plaza México, en los que el público exigió un espectáculo serio… digno y de absoluto respeto, en donde el auténtico toro íntegro sea lo fundamental, no hayan creado conciencia en algunos empresarios, ganaderos, y fundamentalmente toreros mexicanos (y algunos españoles que vienen a estas tierras).
Vemos las informaciones, fundamentalmente cuando torea Eloy Cavazos, cargadas de orejas que están a punto de reventarle la espuerta del diestro regiomontano, y sin embargo, las imágenes enseñan que sigue toreando pequeños animalitos, con escandalosa sospecha de despunte. Imagínense, lector amigo, a un eral… y además, ¡despuntado!
Pero este mal endémico es contagioso y tiene su tiempo de infección.
Todo comenzó en los años setenta, mientras en España comienza a fortalecerse el guarismo para que el toro sí se lidie con su edad; en México bajo la sombra de Manolo Martínez y apoyado con Eloy Cavazos y Curro Rivera, disminuye la presencia del burel… así vemos (las imágenes lo demuestran) pequeñajos indignos de haberse presentado en corridas de toros.
Sólo que para esa década… de consolidación de la corrupción taurina, todavía la evolución de las comunicaciones no tenían el auge que ahora mismo poseen. Así pseudoperiodistas como Francisco Lazo en el diario Esto ( entonces el más leído), se dieron a la reprobable tarea de engañar… de ¡defraudar! al lector, haciéndole creer que la parodia… la vulgar pachanga que se presentaba desde el coso mayor del mundo hasta la más pequeña plaza de la República Mexicana, era la "fiesta ideal".
Así muchos jóvenes toreros ( y también muchos aficionados) nacieron con la creencia de que ese era el espectáculo taurino: un animalito disminuido… sin la edad reglamentaria, engordado artificialmente y con unas insignificantes y bien manipuladas defensas, que hacían las veces de cornamenta.
Comenzó la evolución de la comunicación y el pionero que exigió respeto al público fue don Julio Téllez, cuando en su programa Toros y Toreros de Canal Once, comenzó a transmitir corridas de España, de Francia, enseñando la verdad de la fiesta… ¡el toro auténtico!
¡Claro!… que los "lazos" y compañía comenzaron una feroz defensa de su disminuida fiesta mexicana, sus intereses corrían peligro. Incluso recuerdo como en mi época cuando escribí en el periódico Novedades fui atacado, incluso hasta físicamente, por defender una verdad sin compromisos… era natural, afectaba con mis artículos y crónicas esos intereses creados.
Pero lo más lamentable (si es que puede haber algo más lamentable) ha sido que los toreros españoles, quienes habiéndose desarrollado en una fiesta que se aproxima a la integridad… con el toro auténtico, en lugar de haber exigido enfrentarlo, de cumplir con la verdad de su profesión, con una honestidad, un respeto y una dignidad que no sólo los haría grandes toreros sino invaluables seres humanos, se sumaran a la corrupción convirtiéndose en cómplices de este monumental fraude.
El ejemplo más indicativo de esta complicidad la tenemos con el diestro valenciano Enrique Ponce, quien es el que más ha abusado de esta práctica ilícita, y a pesar de que se le ha demostrado legalmente, su reprobable corrupción y fraude, persiste en mantenerse -disfrutando- en ese estiércol.
Cabe recordar que tras el lamentable suceso del 12 de diciembre en la Monumental México, festejo en el que el publico ordenó le regresaran hasta tres impresentables animalitos (dos de Julio Delgado y uno de Garfias), Enrique Ponce tuvo el descaro… el cinismo… ¡la desvergüenza!, de declarar que: "… no entiendo si he lidiado toros más chicos".
Este es el panorama que aún persiste… y por eso hace falta una renovación, que los toreros que crearon y consolidaron esta corrupción taurina se retiren, que empresarios que están de acuerdo con este fraude se vayan, y dejen que la juventud renovadora, todos esos jóvenes que sí quieran a su profesión y que entiendan, que sólo la pueden amar enfrentando la verdad… de la grandeza del auténtico toro íntegro.
Y por eso también… es extraordinario que el gran público haya tomado la rienda del espectáculo taurino, y la debe tomar, no sólo en la Plaza México, sino en todos los cosos de la geografía mexicana, para exigir e imponer que invariablemente se presente en todo el México taurino... el auténtico toro íntegro.
Señor Cavazos y compañía (empresarios, ganaderos y periodistas corruptos)…¡Es tiempo de que regresen a sus casas, han hecho mucho daño y siguen haciéndolo a la fiesta taurina!
¡Ya déjenos en paz!