Ciertas mentes trasnochadas, de distintos países del mundo pretenden defender a los niños de la violencia y para hacerlo, se les ha ocurrido la “brillante y luminosa” idea de alejarlos de las plazas de toros, si señor, ni más ni menos que, ¡de las plazas de toros!.
Sin embrago a esas mentes “superiores”, no se les ocurre, alejar a la infancia de los estadios de fútbol. Y eso sí que es extraño porque, desgraciadamente, siendo el fútbol un deporte tan lindo; es cuna de violencia, de todos los tipos.
Quién haya estado en un estadio de fútbol, tendrá vívidos recuerdos de la cantidad de vulgaridades, palabrotas y menciones a la “santa madre”, de más de uno que allí se profieren durante todo el tiempo que dure el encuentro. Y esa verborrea es, VIOLENCIA, ¡pésele al que le pese!, violencia a la que se enfrenta a niños de todas las edades.
¿Cuántas veces habremos visto en esos “sagrados campos de deporte”, volar los más variados proyectiles?. Las más populares y comunes son, sin duda; las botellas que pueden dejar tieso al destinatario, de recibir un botellazo, de pleno en la cabeza.
Esto sin olvidarnos de que esas batallas llenas de proyectiles, pueden causar daños muy serios en un niño, si el “francotirador” yerra el tiro.
Es muy común que a la salida de los partidos los ganadores y los perdedores se líen a mamporros, unos por haber perdido y otros, por haber ganado. Es de suponer que esas “barras bravas”, se asegurarán de que sus niños queden en sitio seguro antes de enfrascarse en la “saludable”, guerra de trompadas, palazos, garrotazos y demás.
Lo que no se puede ni, mucho menos debe; es olvidar que de cerca o de lejos, esa violencia la viven, la sienten, la absorben los niños que asisten a los estadios. Y si señores, eso es ¡VIOLENCIA!.
En el último año, solamente en Argentina han fallecido quince personas en incidentes relacionados con el fútbol, hace menos de una semana, murió un hombre, tras una trifulca épica en Madrid.
Y a los “eficientes” defensores de la niñez, ¿no se les ocurre prohibir la presencia de niños en los estadios?, defendiendo así su inocencia y liberándolos de la violencia, evidente y documentada de los campos de fútbol. ¿Alguien encuentra lógica en todo esto?
Mientras que; en una plaza de toros un niño aprenderá el valor de la vida, la certeza natural de la muerte, el coraje que se requiere para enfrentar el miedo; aprenderá que el arte puede crearse en momentos fugaces y sin embargo, imperecederos.
Una corrida de toros es un compendio del vivir; y muestra, en un marco artístico que, la vida es tan natural como la muerte, que para enfrentarla hay que tener coraje, inteligencia y preparación.
Aprenderá que en la vida, como en la corrida, los triunfos se logran en equipo; que si bien, en las cosas más importantes las hacemos solos, siempre simplificamos el vivir, si nos apoyamos en un equipo.
Lo que ocurre en el ruedo, se envuelve con música que acompaña el ritual mágico de un hombre, dominando una fiera. Podrá contemplar uno de los animales más maravillosos y míticos de la creación, el toro; ese animal nacido para vender cara su vida, nacido para ser el rey de una fiesta ancestral, nacida de los mitos más antiguos de la humanidad y creadora de leyendas modernas, con nombres propios.
De manera sutil aprenderá que, la vida hay que vivirla de frente. Que es necesario, aprender a vencer el miedo. Que el día a día, a menudo nos enfrentará con tomas de decisiones inesperadas que se deberán enfrentar en tiempo mínimo.
Aprenderá que al triunfo se llega por el camino del esfuerzo, del sacrificio, de la lucha, de la constancia.
Quién tenga niños,podrá comparar la violencia que se genera en un estadio de fútbol y la que “supuestamente” se aprecia en una plaza de toros y decidir dónde preferiría llevar a sus criaturas.
|