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Apuntábamos la semana anterior lo mucho que Quito ha perdido con la ausencia de la Feria Jesús del Gran Poder y gracias a amigos taurinos que, nos han enviado datos concretos; ahora mismo podemos poner cifras a la inmensa pérdida que la mutilación de los toros en INTEGRIDAD está costando a la capital, a muchos de sus habitantes más humildes y también al sector turístico de la ciudad, todo lo cual se traduce en impuestos que la alcaldía capitalina ha dejado de recibir y si nos apuran, también el poder central.
En la primera semana de Diciembre, Quito recibía alrededor de veinte mil turistas, la gran mayoría de ellos, aficionados a la Fiesta Brava. No es difícil calcular el impacto económico que esa cantidad de personas producía en el sector hotelero en primer lugar y, en la ciudad en general.
La Feria Jesús del Gran poder generaba más de cien mil empleos, entre directos e indirectos, lo que; traducido a dólares significa una cifra cercana a los catorce millones, dicho esto, cuesta pensar que el primero en protestar por la pérdida de lo que ese dinero producía en impuestos, no haya sido el Director del Servicio de Rentas Internas, tan aplicado siempre a conseguir más impuestos.
La “gente del toro”: banderilleros, monosabios, toreros nacionales, entre otros, que se quedaron sin 730 puestos de trabajo. Esto claramente atenta contra el derecho de todo ser humano a tener un trabajo digno y más si es un trabajo para el que está capacitado.
En este mismo colectivo de gente directamente implicada en la Fiesta Brava, están los ganaderos que han dejado de percibir el importe de la venta de sus reses que, al ser Quito una plaza de primera, pagaba más de el doble de lo que se paga en provincia, sería interesante averiguar cuantos puestos de trabajo de humilde gente de campo ha costado.
Al Municipio capitalino los premios de la Feria Jesús del Gran Poder le costaban una cifra cercana a los cinco mil dólares y a cambio, recibía 450.000,00. ¿No era un buen “negocio”?.
Para las arcas nacionales quedaba todo lo que se generaba por pago de IVA (Impuesto al Valor Agregado), cotizaciones sociales, impuestos a las sociedades y los que puedan faltar. ¡Otro sector afectado, y aquí si que, por sus propias acciones!
Quién haya asistido alguna vez a la Plaza Quito, recordará que las calles aledañas eran un hervidero de vendedores ambulantes, se conseguía de todo; comida, refrescos, vinos, cervezas, sombreros, viseras, cabezas disecadas de toros (no siempre de lidia, todo hay que decirlo), calcomanías, bolsos, llaveros, banderillas auténticas o decorativas; en los días de lluvia no faltaban a la venta los paraguas, ponchos de plástico o el simple plástico, artículos de cuero, etc.
Cada uno de esos vendedores ambulantes perdió una cifra cercana a los 500 dólares durante los nueve días de Feria.
Y enfocándonos en los derechos y libertades que se vulneraron eliminando la integridad de la Fiesta Brava en Quito y otras ciudades del país, veremos que se atentó contra la mismísima Constitución de la República, esa Constitución que se redactó para que durara 300 años y que el propio Ejecutivo, se ha encargado de violar, cuando le ha sido necesario.
La pregunta ocho, la que eliminó toros y casinos de muchas ciudades del país atentó contra varios artículos de la Constitución, como se ha dicho; atentó contra el derecho al trabajo.
Atentó también contra el artículo 62 que dice:
“Art. 62.- La cultura es patrimonio del pueblo y constituye elemento esencial de su identidad. El Estado promoverá y estimulará la cultura, la creación, la formación artística y la investigación científica. Establecerá políticas permanentes para la conservación, restauración, protección y respeto del patrimonio cultural tangible e intangible…”
Siendo la Fiesta Brava un patrimonio cultural intangible, el mutilarla; no deja de ser un atentado contra ese patrimonio que aseguraron, promoverían y estimularían.
Atentó contra la independencia de los poderes seccionales, incluyendo una pregunta de orden local, en una Consulta Popular Nacional y lo hicieron a conciencia, a sabiendas de que vulneraban “su propia Constitución de 300 años” porque, necesitaban la cortina de humo que pusiera al país a discutir de banalidades mientras pasaban de agache un montón de asuntos de vital importancia que, no les convenía que fueran debatidos por el pueblo.
¿No será hora ya de que el Alcalde capitalino se plante firme por sus ciudadanos y defienda la cultura, los puestos de trabajo, la libertad de gustos y el derecho a sentir y amar una tradición que en Quito se ha practicado desde los albores de la Colonia?
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