Al respecto de tantas tropelías que se cometen dentro de una plaza de toros, nosotros, los aficionados, somos los primeros culpables de todo lo que nos pasa; y es duro reconocerlo pero, no existe otra actitud que no sea la de protestar ante aquello que nos han prometido cuando pagamos y que, a la hora de la verdad, todo son mentiras. Y, al respecto de la protesta clara y rotunda, ha tenido que ser México, en su plaza de Insurgentes, la que ha dado le medida exacta de su repudio hacia aquello que les prometían y no les daban. ¿Solución? Lo que han hecho los mexicanos, dejarse desierta la plaza y que asista Herrerías a sus festejos.
Es lamentable que, en repetidas ocasiones nos engañen y que, nosotros, los aficionados, nos quedemos impávidos cuando nos quitan la cartera. Precisamente para eso, para evitar fraudes y concienciar a los aficionados, ha nacido esta Web; sencillamente, para que el aficionado se sienta respaldado cuando nosotros expongamos nuestros criterios y, por encima de todo, logremos concienciar al gran colectivo de aficionados que, de forma inocente, sucumben ante el capricho y tropelías que, desdichadamente, tenemos que padecer frente al poder de los grandes estamentos taurinos.
El referente bello del taurinismo, a favor del aficionado, no es otro que la plaza de Madrid. Obviamente, estamos hablando de la cátedra del toreo pero, con toda seguridad, de existir muchas plazas de toros como la de Madrid; es decir, de su peso específico por su entendida afición, el mundo del toro estaría de otro modo. Si nos paramos a pensar, en contra de lo que dicen todos los personajes que están comprados por el poder, mucho me temo que, siempre será mejor una plaza llena, como suele ocurrir en las Ventas de Madrid, aunque protesten, porque ése es su derecho si algo no les gusta, antes que ver la desolación de unos tendidos vacíos. Ciertamente, a los taurinos, les agrada muy poco que la afición proteste; tienen claro que, en provincias y pueblos, les tienen dominados y, ver que protestan, les pone al revés y, no dudan en tacharles de terroristas, como dijera en su día, ese pobre hombre llamado Roberto Domínguez, en aquella ocasión, cuando ejercía de comentarista para TVE. Pues así está regido el mundo del toro, con personajes como el citado Domínguez que, precisamente, a la afición que en su día le encumbró, una vez retirado, les llamó terroristas.
He dicho millones de veces que, lo que pasa en el mundo del toro, jamás se consentiría en otro mundillo ó actividad. El mundo comercial funciona siempre bajo los aspectos de la seriedad y el rigor y, el cliente, cuando recibe una mercancía defectuosa, ejerce su derecho a la protesta y, por ende, a la indemnización de la misma; cualquier fallo comercial, es atendido por el proveedor, siempre, para cuidar al cliente. Podría dar millones de ejemplos; es decir, el cliente, como tal, siempre se le imputa la razón; entre otras cosas, por razones obvias. Sin embargo, lo que es lógico, normal, coherente, riguroso y válido en cualquier ámbito mercantil, ese mismo derecho, si se quiere ejercer en los toros, sale un gracioso y nos llama terroristas.
Es verdad que, a los aficionados o espectadores que acudimos a los toros, se nos toma por idiotas, de ahí el menosprecio con el cual se nos obsequia; a nada tenemos derecho, salvo a pagar para que, los organizadores, vivan como reyes. Ahí están las pruebas. Es triste, mucho, que el cliente tenga razón en todos los órdenes de la sociedad, menos cuando se le considera espectador taurino. Al final, aunque se nos considere terroristas, ejerceremos nuestro derecho de protesta, obviamente, siempre y cuando nos sintamos engañados. Lo triste y lamentable es que los aficionados dejen de acudir a los cosos taurinos. México es el desdichado ejemplo que, de cundir por todos los ruedos del mundo, o el taurinismo consiente tendidos siete como en Madrid ó, la ruina, está asegurada. Qué duda cabe que, nosotros, desde nuestra tribuna, contribuiremos, en la medida de nuestras posibilidades, a que florezca la verdad del espectáculo en todos los órdenes; aplaudiremos a los honrados y, por supuesto, mostraremos nuestra repulsa a quiénes pretendan robarnos la cartera.