No podemos obviar, los aficionados, que ante la muerte de Manzanares se ha ido un referente bello para el toreo. No sabemos las razones de su muerte pero, presagiamos que ha sido de forma estúpida. No teníamos noticia alguna de que sufriera ningún tipo de enfermedad; pero lo realmente cierto es que en este día nos ha llenado de tristeza que, el paisano, el artista con el que presumíamos todos los alicantinos, se nos haya ido para siempre.
El arte indiscutible de José María Manzanares
Su carrera se cinceló junto al arte; el calificativo de artista era la forma en que siempre se le definió. Entre tantos, Roberto Domínguez, otro artista coetáneo de Manzanares ha definido su pérdida mejor que nadie; se nos ha ido el gran artista de los últimos cuarenta años y, ciertamente, tenía razón el artista vallisoletano.
Como todos los artistas de la torería, Manzanares, tenía momentos de tremendo desasosiego; se buscaba a sí mismo, razón por la que muchas veces se perdía en la vorágine de su arte. Le costó muchísimo convencer a todos; la crítica era su peor enemigo; a muchos, ni les convenció. Pero no podemos dejar de reconocer su arte inmaculado; yo diría que, era tan gran torero al que se le exigía lo que muchas veces no podía dar.
El toro, como siempre dijimos, muchas veces le estropeaba sus ilusiones, razón por la que se venía abajo con estrépito; no era un batallador, ni falta que le hizo nunca. Lo que hoy perdía, mañana lo ganaba con creces. La imagen del triunfo de José María Manzanares
Madrid se le enfrentó; o él se enfrentó a Madrid, razón por la que tardó muchísimo tiempo en “entrar” en Las Ventas; lo logró, pero siempre con los recelos propios de todo artista de su talla al que, como hiciera la crítica, se le perdonaban pocas cosas; y me consta que, Manzanares, siempre daba lo mejor de su ser.
El alicantino ha sido el diestro de las grandes faenas; obras bellas que, muchas temporadas, con media docena de creaciones casi perfectas salvaba el año. Para tal logro, sin duda, tenía que ser un torero muy especial, relevante, artista como pocos, genial como ninguno.
Todos los aficionados estamos tristes ante esta pérdida irreparable. Se nos ha ido un intérprete genial entre la torería del mundo y, a su vez, un hombre que, como decía, pese a todo, seguía buscándose a sí mismo. Sin duda, un tipo singular en todos los órdenes. José María Dols Abellán, de alias Manzanares, ha dejado un tremendo hueco entre la torería.
Para su “dicha”, allí dónde se encuentre, seguro que en la gloria, seguirá gozando de la grandeza de su hijo de igual nombre y, como se sabe, de idénticas condiciones artísticas a las suyas. De casta le venía al galgo, que solemos decir.
Manzanares se ha ido de este mundo, eso sí, habiendo gozado de los éxitos de su vástago, de haber comprobado que, un hijo suyo alcanzaba la plenitud en el toreo, un logro que sus compañeros coetáneos suyos en la profesión no han podido disfrutar.
En una de las entrevistas que mantuve con el maestro, palabras suyas que no olvidaré jamás, se atrevió a decirme: “Que me amen o que me odien, pero no quiero ser indiferente para nadie” Y a fe que lo logró; para nadie fue indiferente, ni para sus amigos y, mucho menos, para sus enemigos, artísticamente dicho, claro está.
Se nos ha ido un hombre que fue imperfecto; pero que buscaba la perfección en su arte, algo digno de encomio. Es más, no engañaba; si el toro no ayudaba, como él decía, no tenía sentido hacer perder el tiempo a los aficionados y, como él confesaba de forma socarrona; ellos, los aficionados, perdiendo el tiempo y yo pasando miedo.
Como explico, se nos ha ido el diestro de las grandes faenas; el artista que conmovía y convencía, todo a la vez; el diestro que concitaba el interés de todos; primero por su arte inmaculado y, acto seguido, por sus relaciones con la prensa que, dado su carácter, no fueron lo bellas que todos hubiésemos querido; él, el primero.
En definitiva, ha muerto un artista y, cuántos amamos dicho arte taurino, todos, irremediablemente nos sentimos huérfanos del arte. Que Dios le tenga en su gloria mientras los aficionados le recordamos con tremendo cariño y, lo que es mejor, con enorme devoción.