Para bien o para mal, la gran realidad es que, gracias a la televisión, todo aquello que acontezca en el mundo, desde cualquier confín del planeta, en breves instantes, lo podemos contemplar para, admirarnos o entristecernos y, en el caso que nos ocupa, con mucha tristeza, dichas imágenes, han servido para que pudiéramos ver todo lo que está pasando en el DISTRITO FEDERAL MEXICANO, concretamente, dentro de su plaza de toros.

Al respecto del fraude que está sufriendo la afición mexicana en su ruedo de Insurgentes, ya nos habían alertado nuestros compañeros Pepe Mata y Álvaro Morales. Nuestros redactores nos contaban las tropelías que allí se cometen y, apenas podíamos dar de crédito de todo aquello que leíamos; estupefactos nos quedábamos con las crónicas de nuestros compañeros que, defensores de la verdad y la pureza de la fiesta taurina, rompían, una vez más, una lanza a favor de los aficionados. Pero ha sido la televisión la que, una vez más, nos ha mostrado la dura realidad que están sufriendo los aficionados de aquel país hermano y que, tras ver lo que la televisión nos ha mostrado, hasta me atrevo a asegurar que, nuestros amigos, se quedaron cortos en sus apreciaciones. Terrible lo que hemos podido ver y lamentable lo que nuestro compatriota Enrique Ponce quiso llevar a cabo en dicha plaza; Ponce y sus compañeros, las grandes figuras mexicanas que, con ese tipo de toros que suelen lidiar en el Embudo de Insurgentes, deberían de arrebatarles el título de figuras, dejándoles, en meros toreros pueblerinos. Aquello no eran toros; si acaso, novillos más bien pequeños y, es lamentable que esto ocurra puesto que, por ejemplo, El Zotoluco, al que llaman la gran figura de México, en España, siempre ha tenido la gallardía de matar el toro auténtico; claro que, tras ver lo que hemos presenciado en México, tengo claro que El Zotoluco no mataba becerrotes en España porque no le dejaban, claro.

Tras ver la clase de toros que salen por el ruedo capitalino de México, tengo claro que, en el país hermano, la fiesta, camina por los derroteros del más absurdo fraude y, las culpas, convengámoslo así, no son sólo del empresario Rafael Herrerías que, podrido de millones, ha encontrado, gracias a los toros, la forma de vender su propia vanidad; si no fuera empresario de la plaza de toros mexicana, sólo sería un rico más; así, de este modo, es el afamado Rafael Herrerías que se codea con la torería del mundo. Como explico, el triunvirato de culpables, se basa en el empresario, la autoridad y los toreros; al parecer, todos están muy contentos con sus nefastas acciones porque, de ese modo, el riesgo es mínimo que, en definitiva, es lo que se pretende.

Es lamentable que los toreros mexicanos hagan ese tipo de tropelías pero, no tiene nombre que, nuestros compatriotas, caso de Ponce y otros muchos, se presten a ese juego sucio que ni les aporta nada ni les sirve en absoluto. Por parte de Enrique Ponce, como pudimos ver, atrás quedó, muy lejos de su persona, la dignidad, la honradez, la gallardía y la altanería que ser torero pudiera tener, siempre y cuando un hombre se juegue la vida de verdad, pero nunca con novillitos desmochados.

Uno de nuestros sabios refranes dice que, la ignorancia, es la madre de la felicidad y, como siempre, respecto a los refranes, es cierto. Si fuéramos ignorantes, ahora, los que hemos presenciado las imágenes sobrecogedoras de lo que es y supone un fraude a la afición, en este caso, a la de México que, harta de humillaciones, pudimos comprobar como reaccionaba con broncas por doquier; reacción por parte de los pocos que ya acuden puesto que, esta plaza monumental, la que tantas veces hemos visto hasta la bandera, lleva años sin cubrirse ni en la mitad de su aforo. Desconozco lo que Rafael Herrerías les pagará a los toreros; tampoco será mucho. Pero a tenor de todo lo que estamos viendo, lo que queda claro es que, este hombre, solo quiere vender su vanidad, sin importarle si a la plaza acuden mil o cincuenta mil aficionados, como antes ocurría.

Es horrible que, Rafael Herrerías, haya sido el primer hombre que, como empresario, haya sido capaz de echar a los aficionados de su plaza. En definitiva, este hombre, es un ser con suerte porque, sus acciones, llevadas a cabo en España, con toda seguridad, le quemaban la plaza; y si quiere saberlo, que lo intente. Como explico, Herrerías, ha tenido la fortuna de nacer en México y, en dicho país, desdichadamente, lo que haga un rico, al parecer, tiene el beneplácito de la autoridad y, a su vez, el contento y favoritismo de los toreros que, para ellos, las acciones de este tipo, les vienen como agua de mayo.

Otro punto negro de lo que está pasando en la plaza de México es sin lugar a dudas, la concesión de trofeos. Este ruedo, el que llegó a ser admirado por la torería del mundo, ahora, para cualquier aficionado, se ha quedado en una mera anécdota puesto que, cualquiera, puede cortar dos orejas sin rigor alguno. Me imagino al maestro Silverio Pérez que, en sus tiempos, sabía el esfuerzo loable y hermoso que tenía que hacer para cortar dos orejas y, ahora, como digo, el maestro y muchos de los que en dicha plaza han triunfado de verdad, se quedarán estupefactos ahora al comprobar que, en la México, dos orejas, se cortan más fáciles que en cualquier plaza de carros. Esa concesión de trofeos, no es otra cosa que, querer alentar otra mentira más de las muchas que en dicha plaza se llevan a cabo todas las semanas. Los aficionados, han hecho lo que debían: protestar. No les queda otra opción. Desde luego, está claro que, si alguien no pone veto a tanta acción nefasta, con toda seguridad, se acabará para siempre la fiesta en México y, eso sí sería un dolor; a este paso, Rafael Herrerías y sus huestes, lo conseguirán.