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Llevamos el día entero intentando dejar de lado todo aquello que una vida entera de ver toros, de leer cuanto artículo, revista o libro sobre este mundo maravilloso ha caído en nuestras manos, nos ha dejado. Intentamos dejar de lado todo lo que recordamos de corridas vistas en vivo, en video, por televisión y esperamos lograr poner nuestra mente en blanco para tratar de hacer el ejercicio de ver una corrida de toros, de la manera en la que lo ve alguna persona que nunca antes ha estado en una plaza de toros.
El primer ejercicio que hicimos fue el tratar de recordar nuestra primera corrida; de eso hace ya mucho tiempo y poco sin duda, poco es lo que puede recordar la mente de una criatura de tres años y medio.
Sin embargo, los recuerdos parecen volver como en una película.
La primera vez que asistimos a una corrida, no teníamos idea de lo que presenciaríamos, no teníamos la capacidad de comprender que sería aquello que estábamos a punto de ver, pero; lo que si que recordamos con claridad meridiana el erizamiento de piel que sentimos cuando llegábamos a lo que, para nuestra tierna edad; era un edificio monumental.
La Monumental Plaza de toros Quito, inaugurada muy poco tiempo antes, nos pareció sobrecogedora al verla y temblábamos de emoción. Tal era la expectativa que sentíamos que, la cajita de goma de mascar que nos regalaron al entrar; terminó en nuestra boca mientras, las pastillas que contenía, terminaban en el polvo de la calle.
Mentiríamos si dijéramos que recordamos detalles de esa primera corrida pero, lo que sí que tenemos vivo, en lo más profundo del alma una pasión que nació ese día.
Fueron muchos los años en los que asistimos a la Plaza quiteña en compañía de un complaciente padre y cada corrida, dejaba dentro una semilla más, una semilla que germinó y creció poco a poco.
Ya por la adolescencia, la expectativa inicial se convirtió en pasión y faltaban horas, cuando se tenía la oportunidad de escuchar a conocedores, muchas veces sentados cerca. Sus comentarios, sus juicios de aquello que veían en el ruedo, se convirtieron en las más valiosas lecciones para el futuro.
Cuando pasó la vida, los conocimientos se fueron acumulando en el alma y en la mente y sin quererlo, comenzamos a notar que la gente a nuestro alrededor, escuchaba con atención lo que comentábamos, con quien me acompañaba.
Esta actitud de atención a lo que comentábamos, creció cuando hace unos años; comenzamos a reportar para una página española; ahora desaparecida. Vernos con el cuaderno en la mano y tomando nota, bastaba para que, más de uno nos consultara sobre aquello que ocurría en la plaza.
Y es esto, lo que nos ha motivado, desde hace muchos años; a apostar por la educación del público que asiste a los toros, sin conocimientos, sin saber prácticamente nada y que, si encuentra a su alrededor alguien que sea capaz de guiar, aunque sea un poco su afán de saber; esa inmensa masa que hoy llamamos público, llegue a ser, aficionados.
Quienes hacemos prensa taurina tenemos una muy seria responsabilidad con respecto a ese público ávido de conocer y aprender, de igual forma la tienen; las Empresas, especialmente de países con ancestro taurino pero, cuya masificación lleva poco tiempo, como es el caso de Ecuador.
Las primera plazas en Quito, que por muchos años fue la decana de la tauromaquia en el país, eran pequeñas; de muy poco aforo por lo que, los asistentes eran más bien una élite, tanto en lo económico, como en lo taurino.
La masificación llegó con la Monumental Plaza de Iñaquito y desgraciadamente esa gran masa de público, asistía a la plaza por mil variados motivos; la mayor parte muy alejados de lo meramente taurino.
Quizá, la causa más importante era el “figurar”, el estar en la feria decembrina era una manera de mostrar un cierto nivel de estatus. Otro factor, no menos importante era el de reunirse con los amigos con los que, posteriormente se continuaría la fiesta y no creemos equivocarnos si decimos que, la gran mayoría de asistentes eran mero público, los conocedores eran pocos y tristemente, guardaban sus amplios conocimientos, para el estrecho círculo de su alrededor.
Quito se perdió en parte; porque, la masa no fue educada, porque la empresa no invirtió en convertir al público, en aficionados.
Hoy hay plazas que están surgiendo en provincia y, esos públicos; si queremos que la fiesta subsista, tienen que ser educados.
Las Empresas deben invertir en el futuro, quienes fungen de Autoridad tienen la ineludible obligación de ser coherentes, estrictos y firmes; a la hora de repartir premios en las corridas, para no llevar a la masa a confusiones que luego; se reflejan en absurdas peticiones de premios no ganados con las faenas y los comunicadores tenemos que juzgar lo que se ve con absoluta imparcialidad, dejando de lado en lo más hondo del alma, nuestras aficiones personales.
¡Ojalá se logre, por el bien de la fiesta!
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