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María Zaldumbide  
  Ecuador [ 26/04/2014 ]  
“INDULTITIS”
Motivos ajenos a nuestra voluntad nos impidieron asistir a la pasada feria de Riobamba cosa que lamentamos por varios motivos, el primero sin duda de orden más personal; la alternativa de José Alfredo Cobo y luego, por la presencia importantísima de Iván Fandiño, Arturo Saldivar, Juan Bautista y Javier Conde.

Sin haber estado presentes solo podríamos hablar de lo ocurrido, basándonos en lo que hemos leído y escuchado de la feria riobambeña y el hablar de “oídas” no es algo que entre en nuestras costumbres.

No hablaremos por tanto de lo ocurrido en Riobamba, tocaremos solamente esos dos indultos que vienen a sumar una larga reata de “absoluciones” que, lamentablemente, en la mayor parte de los casos han sido inmerecidas.

Para que un toro sea indultado requiere ser un toro excepcional, un toro que no tenga el más mínimo defecto en su desempeño en el ruedo, que muestre condiciones únicas para la lidia, bravura, casta y celo inmensos y, triste es decirlo pero, de los muchos indultos que hemos visto en los últimos años en Ecuador; sin temor a equivocarnos diremos que a lo sumo, uno o dos, mostraron todo lo que hace falta tener, para ser indultados.

Si analizamos las cosas a profundidad, veremos que ese mal que, un querido amigo y gran aficionado llamó “indultitis” tomó tintes de epidemia, a raíz de la eliminación por “votación popular”, de la muerte del toro en ciertas ciudades del país.

Parecería que se indulta en un vano intento de “dar gusto” a los intransigentes anti-taurinos permitiendo que, algunos toros vuelvan a las fincas, tras haber pasado por alguna plaza de toros.

Hacerlo, desgraciadamente no conduce a nada.  Por un lado,  los “antis” no se conforman con ello, para ellos es indispensable tener la palestra que les permite cinco minutos de gloria y ni aún indultando todos los toros en todas las plazas, se lograría calmar sus ansias de figurar.

Por otro lado, siendo este el más importante; indultar por indultar, solo quita seriedad y valor a la fiesta porque, el toro es el rey y a un rey, hay que respetarlo siempre, hay que valorarlo en su justa medida.

Al no existir una escuela de Presidentes de Plaza, las actuaciones de estos caballeros han sido siempre descoordinadas; algunos con una marcada tendencia a regalar premios, principalmente si se trata de toreros de la tierra y otros, con actuaciones que evidentemente; nacen de su afición personal a un torero u otro, en desmedro de aquellos de los que no gustan.

Es utópico pedir a los públicos que comprendan que el valor de una faena radica, básicamente en las características del toro y en cómo solventa los problemas y aprovecha las cualidades un torero cuando, muchas veces; quién funge de autoridad en el palco, se limita a premiar el lucimiento sin dar importancia a faenas menos lucidas pero de muchísimo más valor y profundidad, hechas a toros que, no ofrecían las garantías necesarias para el éxito.

Cuando la Fiesta comenzó a tambalearse en Quito insistimos hasta el cansancio en la necesidad de educar al público, de repartir folletines con explicaciones básicas, claras y sencillas de lo que es una corrida de toros, de qué se debe esperar de los toros, de los toreros.  Lastimosamente fueron palabras que se llevó el viento y poco después, la Fiesta se perdía en la plaza más importante del país.

La epidemia de “indultitis” puede ser curada, pero para ello es indispensable hacer esa labor educadora que no se realizó en el pasado.

Las empresas que manejan las plazas que aún sobreviven en Ecuador deben invertir en educar al público porque, es la única manera de preservar la pureza de la fiesta brava.  La impresión de folletos, sin duda tendrá un costo pero; lejos de ser un gasto se convertirá en una inversión valiosísima para el futuro porque, mientras más aprenda el público de aquello que ocurre en los ruedos, irá más a gusto y al hacerlo, se convertirá en propaganda viva de la más bella de las fiestas.

Y, para terminar; sin duda, no estaría mal un poco de educación para aquellos que se sientan en el palco de la Autoridad para que, sean los catedráticos que desde su puesto, enseñen al público qué esperar de cada faena y, cuándo y cómo pedir premios en una corrida de toros.
 
   
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