Fue el bocinazo que Antonio Basso, gran aficionado del tendido 7, dejó oír en la plaza el día de ayer durante la faena del segundo toro. Con un poder de síntesis extraordinario, la frase refleja la poca importancia que tuvo el ganado presentado por Roberto Puga en la 5ª de abono que no impidió el triunfó rotundo del nacional Juan Carlos Cubas quien cortó las dos orejas del marrajo que hizo sexto. (Nota al lector: Cuy es palabra quechua, sinónimo de conejillo de Indias).
El abuso que se viene cometiendo, cada año, contra el sufrido aficionado peruano no tiene nombre. ¡Qué digo! sí lo tiene: se llama Roberto Puga Castro ganadero-empresario que viene administrando la feria durante los últimos cinco años y a quién, en virtud o desgracia de una prórroga del contrato de arrendamiento, habremos de soportar un año más, durante la temporada del 2005. Ayer perpetró aquello que no pudo hacer el año pasado gracias a que, en esa oportunidad, la constante crítica de la prensa independiente al ganado que, sin edad ni pitones, venía presentando cada corrida lo obligó a echar atrás el encierro que tenía preparado para la última fecha en la cual sólo se atrevió a presentar dos de los seis toros anunciados y parchó la corrida con reses de otras cuatro ganaderías diferentes, convirtiéndola en lo que, en jerga taurina, se conoce como limpieza de corral.
Esta vez sí lo hizo. Nos endilgó un encierro indigno de Acho, disparejo, pobremente presentado; alguno bonito de tipo pero todos sin edad ni cuajo para ser llamados toros. El segundo, tercero y cuarto eran novillos sin atenuantes y es un eufemismo llamarlos anovillados o terciados como suele hacerse para dorar la píldora. Eran novillos, punto. No me importa lo que digan los veterinarios que desde hace mucho tiempo han perdido credibilidad ante los ojos del aficionado, porque han dado muestra que hacen la vista gorda y son débiles de carácter para denunciar las tropelías que se cometen antes y después de la corrida. Sus honorarios los paga el empresario y es quizás por eso que tengamos en Acho el record Guiness en aquello que todos los toros, de todas las corridas, de todos los años son declarados, luego del examen post mortem y certificado veterinario de por medio: de cuatro años y con sus defensas intactas. Esto ultimo no tiene explicación porque, este año, también a insistencia de la prensa independiente, el presidente de plaza Tomás Escalante ordenó se hicieran los análisis de las astas (de toros que no eran de Puga, por supuesto) en un entidad independiente como es el laboratorio veterinario de la Universidad de San Marcos. Pero… ¡OH sorpresa! se descubrió que no existe un protocolo de autopsia para el análisis de las astas que sirva de parámetro para poder identificar el fraude del afeitado. ¿Y cómo se hizo antes, si no se contaba con dicho protocolo? o es que ¿nunca se hizo? Allí está, pues, un misterio tan complicado como el de la Santísima Trinidad que bien podría servir de tema en una tesis universitaria. Lo que está claro es que los veterinarios estarían cobrando por un trabajo que no hacen (por lo menos el de los análisis de las astas) pero no les tiembla la mano para firmar un certificado que asegura que las astas de los toros no han sido tocadas. ¡Así son las cosas y nadie se escandaliza por ello! Dejémoslo allí por el momento y hablemos de la corrida.
Con menos de media entrada en los tendidos, se dio inicio a la última corrida de toros de la temporada 2004 con un despeje de doce chalanes montados en hermosos caballos. Durante el paseíllo se guardó un minuto de silencio en homenaje a Alejandro Montani, el Sol del Perú, fallecido en Lima el pasado 30 de noviembre. Como es costumbre en Acho se aplaudió a la terna de matadores que salieron al tercio a corresponder el saludo.
Matías Tejela
Se le vio ganoso en su primero en el que lució con el capote. Muy buenos fueron los lances a la verónica que remató con una media. Así mismo las apretadas chicuelinas con las que lo llevó al caballo en donde lo dejó con un torero recorte. El toro, bonito de tipo y gacho de cuerna, salió al ruedo con alegría, arrancándose de lejos; tomó bien un breve puyazo y empezó embistiendo la muleta con nobleza pero se apagó pronto. El joven diestro, logró dos buenas series con la derecha y otras dos mejores por la izquierda aunque, todo hay que decirlo, bastante despegado del burel, que motivó que otro acertado bocinazo, esta vez del tendido 15: por el medio, paso yo. Pinchazo cuarteando y estocada trasera y desprendida acaban con que fue el mejor de los de Puga. Palmas al toro y al torero.
Su segundo que no llega a toro, es dificultoso y pega hachazos al embestir, Tejela ya no pone tanto empeño como lo hiciera con el primero pero logra algunos muletazos de calidad aunque, como antes, tomando distancia. Lo mata de muy buena estocada y escucha palmas. Pitos en el arrastre.
Miguel Ángel Perera
Triunfador de la segunda de abono, que a la postre lo hizo ganador del Escapulario de Oro del Señor de los Milagros 2004, frente a los bichos de Puga se desdibujó. Con su primero, el más joven del encierro, no supo aprovechar la buena embestida del burel que inicialmente estuvo por encima del torero. Cuando se acopla logra buenos muletazos y la música acompaña su faena que la culmina con dos pinchazos, estocada atravesada e innumerables descabellos. Pitos al toro y al torero.
Su segundo, con más cuajo, es un manso que escarba el piso, calamochea al embestir y termina soso y aplomado. Perera se empeña en tratar de hacer faena y la alarga innecesariamente. El público aburrido le pide que lo mate. Pinchazo y estocada parada tarda en hacer efecto. Aviso y descabello. Pitos al toro y pitos aislados del tendido 15 al torero.
Juan Carlos Cubas
Su primero fue otro de los más pequeños del encierro y fue pitado tan pronto apareció en el ruedo. Las protestas fueron subiendo de tono cuando el público descubrió que arrastraba la pata izquierda. La grita fue enorme pidiendo no lo piquen y lo devuelvan al corral, cosa que el Presidente de plaza no aceptó y el ambiente se descompuso. Lejos de amilanarse, Cubas tomó los trastos con tranquila seguridad y fue a lo suyo: a torear lo que sale de chiqueros y dar todo de sí. ¡Vaya pundonor de este pequeño gran torero! El público no tuvo más remedio que rendirse ante el gesto digno de un verdadero profesional. La estocada cae baja y es de efecto inmediato. Pitos al toro. Silencio al matador.
Moría la tarde y con ella las esperanzas de los espectadores de ver algo que pudiera remontar los instantes finales de la corrida. Cuando apareció el sexto y último ejemplar de Puga, al silencio inicial de un público atento a su comportamiento, siguió un murmullo de desaprobación y desaliento. El tío era un regalito, como mandado a hacer para estropearle las ganas de enfrentársele, al más pintado de los toreros: un verdadero manso con peligro. Con malas ideas, se coló escandalosamente por el lado derecho al primer capotazo. Huyó de la pica como alma que lleva el diablo pero ese excelente picador llamado César Caro es garantía para que ningún toro se salga con la suya y se vaya sin picar e hizo bien su trabajo. Luego de un angustioso tercio de banderillas vino el gesto que marca la diferencia entre lo que es un pega pases y un verdadero torero que pretende estar en maestro siempre y, si Dios lo permite, llegar a ser figura: Brindó al público una faena que parecía imposible de lograrse. Compromiso grande que muy pocos toreros están dispuestos a asumir. Cubas lo asumió y realizó la faena de la temporada. No obstante su corta edad y recorrido, estuvo en maestro y dio una clase de todo lo que se puede hacer con un marrajo asesino,si se tiene la sabiduría, la voluntad, el arte y, por sobre todas las cosas, el coraje para hacerlo. No me pidan que detalle la faena porque, como lo escribí en verso alguna vez:
Es difícil narrar lo inenarrable,
cómo explicar un sentimiento,
se crea el toreo en un instante,
etéreo y efímero como el viento.
Créanme, estuvo fenomenal y, aún con la estocada desprendida con la que terminó su faena y la temporada, debió ser el ganador del Escapulario de Oro 2004.