En todo el planeta taurino, los aficionados de cada localidad o ciudad, se conocen entre sí, pero; en países pequeños como Ecuador los taurinos nos conocemos todos. De ahí que, los pasos que dan estos míticos soñadores que llamamos toreros, sean no solo conocidos, si no seguidos; por los aficionados como si en lugar de personajes públicos, se tratara de miembros de una familia. Así sucedió con Juan Francisco Hinojosa que fue el primero, de un selecto grupo de tres, en tomar la alternativa. Seguimos paso a paso la carrera de Juan Francisco, nos preocupó su preparación, nos interesó su caminar por las plazas de un país, por entonces libre. De alguna manera, todos los aficionados ecuatorianos sentimos que la alternativa de Hinojosa, nos llegaba muy de cerca. Lo mismo se aplicó en su momento a Martín Campuzano. Los taurinos del país nos volvimos seguidores de su andadura por las plazas, de sus triunfos, de sus percances y con él, una vez más; el verle tomar la alternativa, nos convirtió un poco en sus “padrinos” desde el tendido. El tercero de esta terna de la nueva generación de toreros fue, Álvaro Samper y la rutina de seguir sus pasos allí donde toreara, de alegrarnos con sus triunfos, angustiarnos con sus malos momentos y sentir como propia, la alternativa que le daba paso al mundo de los toreros, hechos y derechos. Desde ese momento ha pasado mucha agua bajo el puente. Ecuador ha perdido libertades, respeto a las minorías y esas pérdidas han afectado en gran medida al gremio taurino. Y, si soñadores eran todos estos muchachos cuando decidieron comenzar su andadura taurina; cualquiera que lo inicie en esta época de prohibiciones y restricciones, podría ser considerado como un romántico idealista. Esto porque, en cualquier país taurino del mundo, los toreros tienen que enfrentar: el toro, sus propios miedos y la crítica pero; a todo eso, los ecuatorianos tienen que sumar la limitación de plazas, (incluida la más importante), limitación de asistentes ,puesto que cada día se limita más el ingreso de menores; factores que hacen que vivir de su profesión, sea prácticamente imposible. Con lo que antecede, no deja de ser más que sorprendente, casi milagroso; el pensar que existan muchachos tan enamorados de su profesión que apuesten por tomar la alternativa y seguir luchando en la conflictiva palestra taurina del país. El primer titán de esta generación que nace en medio del irrespeto y las restricciones es el joven rejoneador Sebastián Peñaherrera, a quién también arropó la afición desde el primer día que se lo vio en una plaza y que, tomó su alternativa el 4 del pasado mes de Diciembre. José Alfredo Cobo será el siguiente en dar el salto a “las grandes ligas” y es uno más, de estos jóvenes que hemos seguido desde sus primeros pasos.
Reconocemos que con José Alfredo la relación es mucho más profunda puesto que, lo hemos visto crecer desde muy niño. Fue compañero de colegio de uno de nuestros hijos y como aficionados, ocupó pronto un lugar especial en nuestro corazón taurino. José Alfredo representa además una gran ilusión porque, en algún momento, ese sueño que él cumplirá en breve; fue compartido por nuestro hijo de ahí que, verlo llegar al escalafón mayor, nos emocione profunda, intensamente. José Alfredo Cobo, ha sido desde sus inicios un reto a nuestra imparcialidad como cronistas porque, es muy complicado mantener la ecuanimidad, con alguien tan cercano. De hecho, ha sido difícil ser ecuánime con todos y cada uno de los toreros mencionados porque su buen hacer y su afición, nos enamoraron desde el primer día que los conocimos y quizá, lo que más ha complicado nuestra labor con el paso del tiempo ha sido, la amistad que hemos afirmado día a día con todos ellos. Mantener la imparcialidad absoluta que debemos tener quienes informamos es complicado siempre, porque, tenemos nuestros sentimientos y aficiones y a la hora de transmitir lo que se ve en una plaza, es indispensable guardarlos en lo más profundo de nosotros mismos para ser, todo lo objetivos que requiere nuestra labor y no es fácil. José Alfredo enfrenta el reto de pasar al escalafón de matadores y nosotros, el reto de ser justos.
Podrá sonar extraño pero nuestro miedo no es a ser muy flojos con la crítica de los posibles errores del toricantano, es lo contrario, el miedo es a exigirle más, que al resto. Queremos verle triunfar en grande el día de su alternativa y cada día que se plante frente a un toro en el resto de su carrera y es justamente, la ilusión de verle triunfar, la que nos puede llevar a pedirle más que a los demás. Intentaremos desde hoy, pensar en él como en un torero al que hemos seguido por su buen hacer pero, sin dejar que intervengan nuestros sentimientos más profundos.
Confiamos en que él, si los toro se prestan triunfará y esperamos de corazón, triunfar nosotros también en ese día soñado, en conjunto, siendo justos y ecuánimes, sin pedirle más ni menos que a los demás. ¡Que Dios reparta suerte!
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