Los avances tecnológicos actuales nos permiten vivir en vivo
y en directo, cosas que hasta hace pocos años; eran impensables El poder ver una corrida, directamente en la pantalla de un
televisor, sin importar si la corrida se realiza en España o América, es casi
un milagro. Un milagro que nos permite comprobar
las diferencias de cada país; del enfoque que se da a la Fiesta en toda su
amplitud, en las distintas plazas del mundo y por ende, de la perspectiva que
da cada afición, a aquello que le ofrecen las Empresas.
El ver corridas desde distintas plazas permite advertir las diferencias que existen en los gustos y
es que, cada plaza, cada público; busca
un tipo de toro distinto. Es cierto que en todas las plazas del mundo se busca trapío,
unas condiciones mínimas de presentación, pero; luego ya los pesos y otros
aspectos, varían de plaza en plaza.
Por lo que hemos podido ver de la Fiesta Brava en México,
las condiciones, morfología y comportamiento de las ganaderías es mucho más
uniforme, aunque; también ahí hay,
momentos en los que se reclama toros con mayor presencia. En Ecuador, la exigencia popular por un tipo determinado de
toro, es mínima. De hecho, cuando se
levantan voces de protesta por la presentación del ganado en las distintas
ferias, son las de comunicadores
taurinos, muy rara vez; las protestas provienen de los aficionados.
Hemos visto muchísimas corridas emitidas en San Isidro y la
verdad es que, con cada transmisión, nos queda una pregunta: ¿Para qué se exigen
esos auténticos trenes con pitones, si luego; se va a protestar por su nula movilidad? Con el anuncio del regreso de José Miguel Arroyo,
“Joselito”, ya se han levantado voces protestando por el ganado que, según se
dice; ha pedido el diestro para su
presentación.
Reconocemos que de hecho, leer ese comentario, fue lo que
nos llevó a la pregunta que encabeza el presente artículo. Las circunstancias de la cabaña brava mundial son
sobradamente conocidas y nos tienen que llevar a cuestionarnos, seriamente, en
aquello que pedimos.
Es innegable y de todos conocido, que la gran mayoría ganaderías
de la actualidad, adolece de una evidente falta de casta, de un “amansamiento”
que es el que lleva a muchos, a protestar por el juego que los toros están
dando en las distintas plazas del mundo. Sin temor a equivocarnos diríamos que nos está tocando pagar
el prolongado tratamiento de las ganaderías para “suavizar” al toro que las
figuras pedían, desde hace muchos años, porque; lo de seleccionar ganado
cómodo, nos guste o no, no es invento de las figuras de hoy en día.
Ahora que, el trabajo
ganadero para recuperar esa bravura perdida, es largo y tedioso y hasta tanto,
ese ganado mansurrón del que tanto nos quejamos, es el que hay. Y no podemos dejar en el olvido, que esos toros “suavones y
dóciles”, llevan también dos pitones y muchos kilos para empujarlos y, que
también esos pitones pueden herir y hasta matar.
Para ejemplarizar el daño que puede hacer cualquier animal
de casta, recordemos que a Antonio Bienvenida le causó la muerte una voltereta
causada por una vaquilla en una tienta. Lamentablemente, los errores cometidos hace años, al
intentar conseguir un toro de cien pases y potencialmente, menos peligro; nos
han traído al lugar en el que estamos y del que, muchos ganaderos serios están
intentando ya salir.
Bien está el defender siempre la pureza de la fiesta, bien
buscar siempre que vaya a más, que se superen los baches que, de tanto en
tanto, se tiene que enfrentar pero; quizá deberíamos pensar en la fiesta de hoy
desde “el hoy”, sin sumergirnos en los recuerdos de tiempos pasados. ¡La vida siempre se ve mejor, desde el espejo
retrovisor! La realidad taurina del momento es la que nos toca vivir y,
sin dejar de esperar un retorno de la bravura y la casta que, tanta falta
hacen; deberíamos ver esta etapa de la fiesta como un momento que pasará e
intentar ver lo bueno que aún puede ofrecer.