¿En verdad fue un mano a mano tan bonito como nos lo pintaron desde hace varios meses? Quizá Eulalio López Zotoluco y Rafael Ortega si estén peleados y no se dirijan la palabra, pero en esta ocasión se montó una puesta en escena en muchos aspectos, que no engañó a nadie. No fue la corrida que se esperaba, en conjunto me descepcionó
Para empezar tenemos un ganadero irresponsable que envió animales de aspecto muy joven, con muchos kilos, engordados a más no poder que obviamente no iban a soportar la altura de la ciudad de México y, por si fuera poco, mansos y descastados. Los kilos y el volumen no quiere decir que tengan edad y trapío, además vimos algunos animales con poca cara. El único que estaba correctamente presentado fue el segundo de la tarde que se despitorró de salida. Por otro lado estos dos toreros necesitan ganado enrazado que les haga demostrar su técnica y poder, que es lo que les caracteriza, no unos bichos que con trabajos se desplazan.
Por su parte, los toreros derrocharon voluntad, es cierto, pero el teatro no podía faltar cuando Rafael Ortega le ofreció tibiamente a Zotoluco las banderillas que obviamente no aceptó. Ortega y Zotoluco entendieron que había que hacer algo para rescatar una corrida que se estaba yendo a pique pues no había emoción alguna. El famoso cruce en los quites de los que Zotoluco se ha venido quejando y que por si lo ha olvidado, están reglamentados, así que no hay por qué enojarse.
Las faenas tuvieron ciertos pasajes interesantes, pero la mayoría cayeron en el aburrimiento y en la desesperación. Rafael Ortega no pudo hacer nada ni con su primero ni con el segundo. Dos trasteos faltos de contenido y sin transmisión pegando pases por todos lados que no decían nada. Por su parte Zotoluco buscó por medio de estar trepado en los toros para conseguir las palmas del público logrando únicamente perder la compostura en cuanto a las formas. Se arrimó, es cierto, pero sus tres faenas fueron cien por ciento antiestéticas.
La concesión de trofeos es una verdadera tristeza y un fraude para la afición. Que pena me da que la Plaza México se haya convertido en un mercado que vende las orejas al más bajo costo. Cualquier torero llega al coso de Insurgentes y sale con una orejita que no sabe a nada ni para ellos mismos. A pesar de que el público protesta los premios, a los jueces de plaza no les importa y regalan trofeos.
Hemos visto esta Temporada orejas inmerecidas con trasteos mediocres. Se han cortado dos rabos, el primero de Manuel Caballero que más que otra cosa, se le otorgó por el sentimentalismo de la afición y del propio Presidente, que por una labor que ameritaba los máximos honores. A mi modo de ver era una faena de dos orejas muy merecidas. Mientras que el de Rafael Ortega quizá muy apenas llegaba a las dos orejas, pues nunca nos dejó ver el lado izquierdo del toro. Tuvo momentos importantes con la diestra, pero nada más. Como se dice en México, una oreja por la faena, que en este caso fue incompleta, y otra por la estocada que sí fue inobjetable.
No sé que va a pasar en las dos corridas siguientes en las que se presentarán toreros que vienen muy cobijados. No quiero ni imaginar la presencia del ganado, ojalá me equivoque y sean astados con edad y trapío, y no unos elefantes engordados que no se puedan mover.