Eso además de ser verdad en lo físico lo es también en los posicionamientos de casi todo. Cuando uno empieza de forma sistemática a añorar el pasado, cantantes de nuestra juventud, deportistas, actores… y toreros es que nos estamos haciendo viejos.
Nos hacemos viejos, pero en los toros es sinónimo de conocer la autenticidad Todo eso es algo que hemos vivido tiempo atrás con nuestros mayores, que parecían no evolucionar cuando a nosotros nos gustaban los Beatles o cuando nos fuimos aficionando a la informática y más tarde a los teléfonos móviles. Se iban apartando, dejando paso a nuestra carrera por estar posicionados con la modernidad. Así ha sido y así seguirá siendo. Son los jóvenes los que evolucionan más rápido, mientras los mayores, quizá cansados por lo mucho corrido y vivido, nos hacemos a un lado sin que nos sea posible acompañarles. Ley de vida.
Pero centrándonos en el mundo taurino eso tiene alguna variante. No es que por viejos añoremos tiempos pasados, sino que el rito entre el toro y el torero ha de preservarse, mantenerse, en su pureza e integridad. Lo contrario no es evolución, es cambio.
Y si esos cambios, que por necesidad o ligereza, modifican la esencia del enfrentamiento, alteran el status quo, solo es posible que se beneficie el hombre, el torero, eso cambia el sentido de todo. El toro queda modificado también, pero a favor del torero, lo que cambia el equilibrio entre las partes afectadas.
Y si decir esto, plenamente convencido del retroceso que supone, y que se materializa en que el torero adquiere ventajas en el enfrentamiento, añadidas a las toleradas en la interpretación de las suertes, es hacerse viejos, he de confesar que nos estamos haciendo viejos unos cuantos.
Ya se que otros no se deben hacer viejos, pues se van adaptando al ritmo que se ha impuesto por las ganaderías acomodadas a los gustos de los toreros, así como los toreros acomodados a la no exigencia de los públicos, y que montados en ese paulatino cambio dicen evolucionar hacia el futuro del toreo, entonces yo me he quedado viejo, muy viejo, y deduzco que lo que fue no volverá a ser.
Que del mismo modo que quienes gustaban del cante de Camarón o Juanito Valderrama no podrán volver a escuchar esas voces, salvo en disco, los que nos hemos hecho viejos como aficionados a los toros, solo podemos esperar ver en videos lo que tiempo atrás nos hizo creer en la autenticidad y pureza del toreo. A modo de ejemplo digamos que hasta César Rincón forma parte ya de ese hacernos viejos, que no hace falta remontarnos a Antonio Ordóñez o Paco Camino.
Ahora mucho marketing, Globomedia para Manzanares, 30 tardes 30 acontecimientos para Morante, presentación de la temporada de El Juli en el Círculo Bellas Artes con actuaciones; veremos cómo se lo montan Perera y Talavante, pero que salga el toro para que ponga a cada uno en su sitio, nada. Todo eso es bueno y me parece bien, pero lo primero es el respeto al toro y esos mismos se lo tienen poco.
Salen toros, o algo parecido, para unos o para otros, pero no es igual. Los adinerados montan espectáculo y publicidad para que parezca algo más lo que hacen, pero recordemos que el espectáculo más completo lo dio la cuadrilla de Castaño en el pasado San Isidro.
Si añorar lo bueno, la lidia completa, el toreo auténtico, es hacerse viejo, pues nos estamos haciendo viejos… y a mucha honra.
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