Ni un solo día pasa sin que el chantaje se haga presente. Forma parte ya del escenario político y se hace público, día a día, con total naturalidad. Se suceden sin solución de continuidad y lo peor es que toma cuerpo de inmediato con el apoyo expreso o explícito del Gobierno español.
Hoy es el chantaje a la designación olímpica de la ciudad de Madrid; ayer lo era la existencia del valenciano; antes el plan hidrológico y siempre el ataque a lo que huela español: por ejemplo, los toros.
No paran. Quienes ejercen este chantaje permanente son especialistas en esta tarea. Son bastante insignificantes, pues representan a muy pocos pero saben el cómo y al quién hay que chantajear. Se llaman Izquierda Republicana de Cataluña, aunque prefieren que se les llame Ezquerra en su lengua. Claro que una cosa es querer y otra distinta es que se nos pueda obligar a todas horas a escribir o decir las cosas como ellos quieran. Allí, no hace mucho, fue el Rey Juan Carlos y le llamaron como ellos lo escriben y hablan en su idioma. Igual derecho tenemos los demás para decir que vamos a Lérida o Gerona, que es como nos enseñaron nuestros mayores.
Pero volviendo al tema del chantaje permanente, ahora por culpa de que la Federación Internacional de hockey no ha aceptado, a través de una votación democrática -¡menudos demócratas estos independentistas!-, a la selección catalana de ese deporte en la competición, se agarran nuevamente al chantaje, única cosa que saben hacer, y amenazan al pueblo español con no apoyar la candidatura de Madrid a la olimpiada de 2012. Lo de siempre, pero utilizando para el chantaje los objetivos de los madrileños y los intereses de todos los españoles.
Tienen experiencia con el gobierno actual y no hay una cosa que le pidan mediante el chantaje, que no obtengan. Y tenemos un gobierno que consiente en ese trato para poder mantener el poder. Cede lo que haga falta ceder para lograr su apoyo parlamentario, tanto en Cataluña como en el Congreso de los diputados de España, lo que literalmente le ha convertido en el gobierno bis de Cataluña, y así se va fraguando esta situación que se hace cada vez más asfixiante y que deviene en indignidad.
Cierto que los españoles no son todos de la misma opinión que el actual gobierno, y no les gusta que les chantajeen, pero cierto también es que quienes tienen la obligación y responsabilidad de protegernos de esos abusos, ceden sin más... sin más para los ciudadanos, pues para ellos siempre sacan su cuota de poder... de poder seguir mandando. Esto último es lo peor, pues es un puro espejismo. Sólo pueden mandar en algo, si los “Carod boys” les dan licencia para poder “mandar”. Conclusión: siempre manda Pérez Carod, el jefe de los chantajistas.
A todo esto, los españoles siempre contra la pared. Nada que no convenga los intereses, confesados por otro lado, de independencia de estos pocos catalanes, puede ponerse en marcha en España. Cierto que a esos pocos catalanes, les apoyan otros más y cierto también que quien más les apoya son del mismo equipo que el partido en el gobierno -pero con la camiseta del Barcelona- y que todo eso hace “necesaria”, tanta sumisión.
El chantaje consentido desde Madrid y asumido y aceptado por el gobierno catalán, hace del resto de los españoles ser unas marionetas en manos de estos ventajistas sin oposición. Hacen, pues pueden hacer, cuanto quieran, pues nadie les para los pies. No es su culpa, sino una ventaja concedida desde la debilidad. Puede que un precio justo para quien les otorga ese poder, pero un precio altísimo para quienes no queremos ser pisoteados y humillados por quienes sin reservas se declaran antiespañoles.
Son muchos más los que se declaran “anticarod” -que suena a producto contra las cucarachas- y para serlo no necesariamente han tenido que votar en contra del partido que deja que nos chantajeen hoy. Basta con sentirse ciudadano demócrata y respetable para no aceptar chantajes y amenazas desde ningún lugar. Mucho menos si quien las lanza es un insignificante grupo de políticos, cuyo único mérito y valor es tener al otro lado de la mesa de negociación un gobierno en posición de ¡¡a mandar Sr. Carod!!.
