Yo, sin embargo, utilizando el juego de palabras, obviamente las prefiero chicas. Él se refiere a los toros, yo no.

El torero de La Puebla recientemente se manifiesta así, llegando a decir que en Madrid, Bilbao, incluso en Sevilla, con el toro que echan no es posible hacer el toreo bello, estético. Quizá lleve razón en parte, en esas plazas es donde se hace el toreo ético, donde el toro se aleja de las sospechas y esa ética supera incluso la épica.

Fue con el toro de Madrid. La afición recuerda bien este día de San Isidro 2009

‘Para ponerse bonito hace falta el torito’ podía ser el eslogan que patrocinara el torero de La Puebla. En el fondo y en la forma, miente. En Madrid, Sevilla y Bilbao ha mostrado sus formas estéticas y han tenido mayor repercusión que las mostradas en otras plazas con toritos. En esas plazas, con el toro que en ellas sale, se ha visto al Morante que quiere la gente y ha llegado a sentirse, salvo que fuera pura coincidencia o casualidad. Eso solo lo sabe él, pero a los aficionados les supo a gloria.

Distinto es que prefiera los toros chicos -en eso no se diferencia del resto de sus compañeros figuras- y un claro ejemplo lo tenemos muy reciente en México, donde los especimenes que echaron al ruedo causaron gran revuelo en la plaza y en las redes sociales.

Su trayectoria está jalonada de muchos ‘bailes de corrales’, de toros rechazados en los reconocimientos, incluso de negarse a torear, y no hacerlo, si no se cumplían con sus exigencias. Lo que su gente ve y reseña en el campo es la exigencia que coincide muy pocas veces con lo que los veterinarios exigen. Un choque de exigencias de la que quiere salir victorioso el sevillano.

Morante, como otros toreros figuras, quieren mandar en todo. Así lo vienen reflejando en comentarios recientes. Pero no se conforman con mandar (carteles, fechas, ganaderías…) sino que quieren imponer cuál ha de ser el desarrollo de la lidia, la Fiesta entera. En resumen, quieren un golpe de estado donde solo su voz sea la que se oiga.

Curiosamente defendemos todo lo contrario. Son ellos, que eligen libremente esta profesión, los que deben someterse a la doble exigencia que si ha de marcar el toro y el aficionado. Como decíamos en el anterior artículo, el aficionado junto al toro son los imprescindibles para el sostenimiento de la Fiesta… auténtica. Son dos puntales que, al contrario que ellos, no necesitan nombres ni apellidos. Sin embargo, en ese deseo por dominarlo todo quieren que el toro sea el que ellos exigen y el público el que ellos digan. Vamos, que quieren conocer, garantizar, el resultado antes de comenzar.

No podemos, ni debemos, permitir que así sea. El toro, en sus distintos encastes, que debería ser exigible enfrentar a cualquiera que quiera ostentar mando, ha de ser como cada ganadero libremente decida y con la misma libertad el aprobado o no a lo que hacen pertenece a los aficionados que pagan para que se de el espectáculo y ellos puedan cobrar.

Las reglas del fútbol no las han impuesto nunca los futbolistas, aunque tengan su opinión al respecto y sean muchos más los que son figuras de eso en el mundo, y ni ahora ni nunca se puede ceder ese terreno a los toreros. Del mismo modo que hacerse futbolista es libre lo es el hacerse torero y por ese simple hecho quedan sometidos al conjunto de reglas y normas que ni siquiera deberían osar o pensar en modificar a su antojo.

Así que si quieren someter a sus caprichos algo, ese algo ha de ser en un área distinta al mundo del toro. Quizá montar un rebaño en su pueblo les pueda permitir ser dueños de los borregos y llevarlos y traerlos de la forma que a ellos les plazca o se les ocurra. En el mundo del toro es el toro el que impone su ley, no trucada, para verificar su capacidad y compete a los aficionados juzgar cuanto hayan sido capaces de hacer delante de él. Si no lo entienden, lo seguiremos explicando.