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Fernando Marcet |
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Perú |
[
21/11/2004 ] |
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TOROS-TOROS, BUEN CARTEL, PERO... |
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La tarde no resultó todo lo buena que se esperaba El ganado bien presentado. Con edad, peso, trapío y pitones los toros colombianos de Juan Bernardo Caicedo impresionaron gratamente al público limeño que aplaudió entusiasta al primero que pisó el albero de Acho, un toro en todo el sentido de la palabra, que hizo presagiar una vibrante tarde que, desafortunadamente, no se dio. El juego y bravura que mostraron durante la lidia fue diverso y el entusiasmo inicial del público fue apagándose, de la misma manera que se iba apagando la fuerza y codicia de los toros, que llegaron a la muleta mostrando sosería y nobleza, unos, y dificultades, otros. A los dos últimos se les aplaudió en el arrastre. El Cid decepcionó. El aplaudido primer toro que abrió plaza lo recibió toreándolo a la verónica y arrancó los primeros olés del público, deseoso de una tarde de triunfos. Cumple en el caballo y toma bien un puyazo de José Fernández, quien es aplaudido al salir del ruedo. El Tata, marginado en los primeros festejos de la feria, reaparece en banderillas y logra palmas con su particular estilo de poner los palos. El público está animoso. En la muleta el toro se vence por ambos lados y el torero toma precauciones. El público espera a que el torero se reponga pero, cuando ve que el torero no tiene intenciones ni recursos para resolver la papeleta que tiene al frente, se enfada y se lo deja saber. Pincha una, otra y otra vez, hasta que logra una estocada que lo hace doblar. Pitos al toro. Silencio al matador. Si no le fue bien con el primero, con su segundo le fue peor. Con dificultades y fea embestida el toro lo llevó por la calle de la amargura acabando con los últimos esfuerzos del matador para disimular su falta de valor y técnica para controlar la situación, quedando a merced del animal que, como suele suceder cuando es mal lidiado, lució peor de lo que realmente fue. Pinchazo, metisaca en los bajos y estocada desprendida acaban con el burel que es pitado en el arrastre. Bronca al matador. Sebastián Castella emocionó. Luego del arrastre del primero de la tarde, el entusiasmo del público había disminuido y no mejoró cuando vio aparecer a un burraco que con paso cansino se negó a embestir los capotes. La protesta fue general y el presidente, con buen criterio, ordenó el cambio. Muchos aficionados cuestionan que tal actitud fue antirreglamentaria pero ninguno puede negar lo acertada de la decisión del presidente quien, precisamente, está en el palco para resolver los problemas que se presentan durante la corrida, para bien del espectáculo y en defensa de los derechos del público que con su dinero lo solventa. Si ese toro no hubiese sido cambiado la bronca habría sido descomunal y la corrida se habría echado a perder. El reemplazo fue un auténtico manso que, sin malas intenciones fue uno de los dos peores del encierro. Salió barbeando tablas, en el capote se volvía contrario, en la pica pensó un buen rato antes de acudir para luego tratar de quitarse la vara de Cárdenas, berreo en banderillas y en la muleta trató permanentemente de irse a tablas. Con este “no apto para el lucimiento” Castella realizó una faena de muleta extraordinaria. La inició con algo que es ya una característica en él: el pase cambiado. Citado de lejos el manso, como quien no quiere la cosa, fue caminando y acortando distancia; cuando se le arrancó en corto, y el cambiarle la trayectoria parecía un imposible, Castella serenamente desplazó la muleta, de adelante hacia atrás, para pasárselo por la espalda a pocos centímetros de su cuerpo. El público se paró de sus asientos en un olé ensordecedor y la emoción de la fiesta de los toros inundó la plaza, lo ligó con uno de pecho y repitió la hazaña dos veces más, todo con los pies clavados en la arena, sin moverse un ápice del sitio donde empezó la serie. De allí en adelante, con mando y temple, sin atosigarlo ni exigirle demasiado, lo sometió y sujetó para impedirle se fuera a tablas, logró series por ambos pitones de mucho mérito, sin embargo, el mal uso de los aceros le impidió coronar una labor que permanecerá mucho tiempo en el recuerdo de los buenos aficionados que saben apreciar las buenas faenas a toros malos. Muy merecidos pitos al toro y ovación al torero que agradeció desde el tercio. Su segundo, con trapío y bien armado, no fue un dechado de bravura pero tuvo nobleza y buen son en la muleta. Lo recibe con lances a la verónica, alguna de antología, que remata con una media pinturera. El entusiasmo del público, alicaído luego de la bronca que acababa de terminar, se enseñorea nuevamente en los tendidos. Apenas tomó un picotazo de Coloma y Castella pidió el cambio. Esto sin duda para evitar quedarse sin toro a mitad de faena. Nuevamente Castella hace gala de un conocimiento para entender a sus toros y hacerles la faena que necesitan, con temple, mando, gusto y, lo que considero importantísimo para crear empatía con el público, disfrutando lo que hace. El goce de torear, trasciende a los tendidos donde el público lo comparte y lo celebra con olés y palmas que son poderosos incentivos para que el torero se recree aún más en lo que está haciendo y la comunión con el público sea total. Con un mejor animal logra series de derechazos y naturales de gran calidad que son las delicias del público limeño, El diestro francés disfruta jugando con las emociones del espectador que está atento a su muleta y, hacia el final de su faena, realiza el péndulo en la cara del toro que, totalmente dominado, sigue con la mirada los movimientos de la pañosa que aparece por delante y por detrás del cuerpo del torero y no se arranca hasta que el diestro lo incita a ello. Un circular invertido y una serie de manoletinas preceden al pinchazo y estocada desprendida tras la cual el respetable pide y el presidente concede la oreja del animal, que es aplaudido en el arrastre. Matías Tejela cumplió. Bonita estampa tuvo el que hizo tercero, primero del madrileño, que se empleó en el caballo desde donde César Caro le administró un excelente puyazo. Cambia el toro en banderillas en donde espera y se la pone difícil a los subalternos. Inicialmente toma bien la muleta pero luego se vence por la derecha; se agota y se aploma. El matador no lo llegó a entender y no se pudo acoplar con él. La faena es de pases sueltos, deshilvanada y, para mi gusto, vulgar. Mata con estocada desprendida de efecto rápido. Silencio al toro y palmas al matador. Su segundo, el mejor y más bravo del encierro, fue duramente castigado en varas y excelentemente banderilleado por Raúl Mendiola que fue obligado a desmonterarse para agradecer la ovación del público, luego de colocar dos extraordinarios pares. Gran feria viene desarrollando este destacado subalterno que ha cumplido esta temporada 25 años en los ruedos y, se rumorea que, el Centro Taurino de Lima viene preparándole un justo homenaje para celebrar sus bodas de plata taurinas. No obstante el castigo recibido, el toro llegó con son a la muleta y resistió larga lidia que, esta vez sí, Tejela desarrolló con entrega y espíritu de triunfo. Logró una buena faena en la que destacaron las series por el pitón derecho, rematadas con el de pecho, y otras no muy lucidas, por el incómodo pitón izquierdo. Pincha sin soltar y logra una gran estocada que hace rodar al toro sin puntilla. Palmas al toro, oreja al matador. |
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