El pasado 31 de agosto será una fecha de especial relevancia para la vida y obra del diestro Curro Díaz puesto que, en dicha fecha, cinceló el toreo más bello jamás soñado, justamente, en la feria linarense. En dicha fecha pudimos escuchar opiniones bellísimas al respecto y, nosotros, sabedores de toda la magia de este diestro, nada nos sorprende al respecto. Uno de los críticos que dictó su veredicto hacia Curro Díaz dijo: “Si este diestro nace en Sevilla, a estas alturas de la noche, todavía estarían paseándole en procesión por todas las calles de Sevilla” Palabras de Luís Miguel Parrado las que suscribimos por completo. 
La media verónica de Curro Díaz, según Cristina Gálvez
¿Qué hizo Curro Díaz en Linares? Para nuestra fortuna nos lo explicó como nadie nuestro ínclito José Luís Bautista y, con ello nos basta y nos sobra. Sin embargo, como digo, aunque sintamos una dicha muy especial ante sus éxitos, nada nos sorprende de dicho diestro que, hace diez años, precisamente en un 31 de agosto tuvimos la fortuna de verle confirmar su alternativa en Madrid y, desde aquel instante en que dicho diestro resurgió de sus cenizas, en dicho momento nos conquistaba para siempre en calidad de aficionados.
Todo en la carrera de Curro Díaz se tiñe de sangre y arena, como diría Vicente Blasco Ibáñez; es decir, está pagando un altísimo precio por ser artista; yo diría que, el mundo del toro le exige un canon insospechado por tener la vitola de artista. ¿Acaso es pecado que su señora madre le pariera artista? Al parecer, los datos así nos lo demuestran, pero por mucho que se empeñen quienes manejan los entramados del taurinismo, al final tendrán que sucumbir ante su creatividad insospechada.
La creación de Curro Díaz en Linares no es nada nuevo; no se trata de un evento casual, es un eslabón más en la carrera artística de este diestro que, difícilmente comparable con nadie, desde aquel lejano 31 de agosto de hace una década, desde aquel instante logró su título más honorífico, que Madrid le admirara hasta el punto de considerarle uno de sus consentidos.
Conmueve Curro Díaz cuando declara que es feliz toreando, que se pasa la vida dándole gracias a Dios porque hace dos temporadas pudo haberse quedado inútil para el ejercicio de su profesión; es decir, saborea el éxito ante la vida el diestro de Linares que, confiado como pocos en su verdadera personalidad, en su auténtica valía, sin prisas, pero sin pausa alguna, cada vez que un toro se lo permite nos recuerda que sigue siendo el mejor de los toreros si nos ceñimos a la bella plástica que suele crear en todos y cada uno de los muletazos.
Se ha llevado el trofeo Manolete de Linares una vez más. ¿Cuántos van ya? No importa. No es lo que Curro Díaz se llevó, más bien yo diría lo que allí entregó, en el ruedo de su pueblo, ese caudal de torería inagotable, esa forma que todos los toreros sueñan en hacer realidad y de la que Curro Díaz, hizo la más bendita realidad.
Pienso que, el día de su alternativa, hace ya 16 años, la empresa de Linares le contrató para retirarle en dicha fecha. Sí, le dieron la alternativa más humilde del mundo puesto que, como padrino figuró Juan Carlos García y como testigo, Sebastián Córdoba. ¿Cabe humildad mayor? Eran dos diestros muy conocidos en sus casas a la hora del almuerzo y, pese a tanta adversidad, Curro Díaz, cinco mil ochocientos cuarenta días después de aquel evento, para nuestra dicha, nos permite seguir hablando del mejor artista de la tauromaquia en la actualidad.
Como vemos, nada ha sido sencillo en la vida de este artista, pero Curro Díaz, forjado en las batallas más duras de la vida, aferrado a su arte, sabedor de sus convicciones, cada año nos obsequia con ese ramillete de faenas tan bellas que nos permiten seguir creyendo en el milagro del arte.
