Todos saben quienes son los aficionados, pero poco se sabe de los llamados taurinos. Se denominan taurinos a cuantos personajes viven de la Fiesta (se les conoce a todos, son muy populares y hasta famosos, pero lo que no se les conoce son sus intenciones de cara al sostenimiento de la Fiesta). Por extensión, son los que viven del toro. Es curiosa esta afirmación, pues de quien viven todos es de los aficionados. Del toro, si acaso, los ganaderos. Y no todos.
Una invisible barrera separa a unos y a otros: aficionados y taurinos. Prácticamente no se ven, aunque se miren. Bien es cierto que se conocen y, por lo que veremos, se conocen bien. Al parecer, ese conocimiento es el que hace que no se quieran ver. Yo creo que a pesar del “jardín” en el que me he metido, me entienden cuantos me leen.
Defienden dos fiestas diferentes y la barrera invisible que les separa se hace cada vez más grande, en lugar de irles acercando un poco. Digámoslo ya y a las claras: los taurinos soportan a los aficionados porque les dan de comer, aunque hacen cuanto pueden por sustituirlos por gente de paso, que les llene los tendidos, para no tener que depender de ellos. Los aficionados, por el contrario, no viven de los taurinos y en casi todos los casos les parecen gente sin escrúpulos, más parecidos a vampiros o sanguijuelas; vamos que van a lo suyo, y lo suyo es el puro interés económico.
Con estas afirmaciones, puede uno comprender cómo es posible que la Fiesta vaya por la cuesta abajo sin parar. Ningún empresario, torero, ganadero, apoderado, incluso prensa “sobrecogedora”, podría vivir de espaldas a esta realidad, si les preocupara algo el futuro de la Fiesta Brava -¿verdad Yolanda?-. No les preocupa, les preocupa solamente el momento en el que viven para llevárselo “crudo” y nada más. Es al aficionado al que le toca inquietarse por el estado de la Fiesta, por su futuro, por su autenticidad.
Mil formas hay de ponerlo de manifiesto y de llenar de ejemplos este escrito, pero baste con decir que a estos personajes que se benefician de que exista la Fiesta, la Fiesta les importa tres pitos. Que va de cada vez peor, a ellos “plín”. Que las plazas se van quedando vacías, que los aficionados tiene casi todos de cuarenta años para arriba, que los toros se caen... Son oportunistas del momento y por eso las plazas vacías no les preocupan mientras tengan para tirar; si los aficionados son cincuentones los más jóvenes, todavía les duran hasta los ochenta en que está la tasa de mortalidad; que los toros se caen, ¡joder! si se van a morir para qué levantarlos. Así un argumento tras otro.
Pero hay más. Quedan los actos culturales que organizan las asociaciones de aficionados, los clubes taurinos, las peñas, etc. Esos grupos de aficionados que se ven precisados a reunirse de vez en cuando, entre ellos pues los taurinos no acuden, para escucharse ellos mismos su penar. En esas charlas, coloquios, conferencias, dan rienda suelta a cientos de argumentos que escuchados por alguien responsable servirían para, aunque fuera por vergüenza, tomar medidas y solucionar temas que son fáciles de solucionar. Dice el refranero español “no hay mas ciego que el que no quiere ver ni más sordo que quien no quiere oír”. Pues los taurinos se aplican así mismos los dos. Con dos cojones. Y se quedan tan anchos.
Se desgañitan, entre esos aficionados, voces muy autorizadas por afición, formación, preparación y conocimientos, como para suplir con creces la mediocridad y oportunismo de nuestros políticos y taurinos. Muestran las heridas, la enfermedad que padece la Fiesta con total claridad, pero allí no están quienes tenían que aplicar los remedios. Y, claro, solo les queda seguir dando coloquios y conferencias. Les queda algo más a los aficionados, dar la batalla en las plazas, exigiendo el cumplimiento de cuanto está reglado y mandan los cánones de la tauromaquia, aunque les llamen terroristas y ultras, pero tienen que seguir.
Uno de los candidatos a Las Ventas, Simón Casas, apuntaba el otro día en un coloquio con los aficionados madrileños, que caso de ser él el elegido, crearía un comité taurino donde estuvieran los aficionados, los pagadores del negocio, grande -en Madrid, seguro- o pequeño, que es la Fiesta. Por premura de tiempo no le pudimos preguntar si en él estaría también la prensa y, en su caso, qué prensa?. Pues existe la prensa, pero no en los actos de los aficionados. Ahí, esa prensa, tampoco va. Aunque nada mas fuera por conocer cómo piensan sus clientes, los que les compran los periódicos o los oyen en las radios o televisión, deberían de ir. Salvo que no sean, precisamente, los aficionados sus clientes, y se deban a otro cliente mejor. Mejor para ellos, se entiende.
Con esta situación, asumida aunque no compartida, tienen que seguir los aficionados. Ni siquiera está el llorado Vidal para hacer causa común con ellos. Quedan pocos apoyos con los que contar en esta batalla invisible, pero perceptible, entre taurinos y aficionados. Opiniónytoros quisiera estar con los taurinos si ellos quieren... si ellos quieren cambiar. De momento nos quedamos con los aficionados, que son los que llevan el peso de la pena y el sostenimiento del espectáculo. Si alguien tiene otra opinión, ya sabe que aquí, en esta web, se puede decir. Y si están de acuerdo también.